El Salón de Cristal era fuertemente iluminado por nada. Era como si las paredes estuvieran hechas de luz que se extendían hasta unirse en el infinito. El pulido, brillante y negro suelo era un abismo. Y los tronos vacíos se alzaban alejados en el centro, como grandes bloques de joyas, oro y plata.
Los Séptimo se pusieron a cada lado de la Reina de Reyes. Celeste miro otra vez su zapatos, estaba tan fuera de lugar, pero aun así levanto el mentón, enderezo lo mejor que pudo sus hombros y avanzo. La postura se sentía rígida y poco natural pero era lo que tenía para ofrecer.
Caminaban en línea recta casi perfecta. Los reyes estaban colocados como Dasan les había mostrado. Nadie quedo sobre su trono y sus rodillas se apoyaron en el suelo. El Salón de Cristal era el único lugar donde un rey hincaba la rodilla.
Los reyes vestían como tal, envueltos en victoria y erguidos d
Caminaba por pasillos de plata oscura, anchos y góticos, pero Celeste estaba distante de todo aquello, ella seguían viendo el lago azul de la sangre de las criaturas. Aún la sentía sobre su piel limpia.Alguien la tenía sujeta del brazo y la guiaba, no sabía a dónde y poco le había preocupado. Escucho el eco de una voz. Creyó que había sido Lucas pero tenía un tono burlón no tan propio de él. Celeste no entendía lo que le decía. Aún los gritos le hacían eco. Aún sentía la sangre en su cabello.En el Salón de Cristal, Lucas se había apresurado a levantarla del suelo y desaparecer de un chasquido la sangre que se aferraba a ella. Todo eso bajo la mirada atenta de los reyes.Ahora subían las escaleras de la Torre Central como si nada hubiera pasado. Las escaleras eran incómodamente estrecha y Celeste sent&i
La habitación le robo a Celeste una exhalación de asombro. El techo alto daba espacio suficiente para que un dragón volara, el piso de piedra no era nada extraordinario, ni las mesas redondas del comedor o la barra de bufet que había a un lado, lo que verdaderamente la sorprendía era que no había paredes, ni vigas, ni nada que sostenga el techo que levitaba sobre todos.El viento pasaba sin restricciones y mientras avanzaban entre las mesas vacías y llenas, el piso se abría en algunas zonas mostrando estanques y caminos de agua que se conectan entre sí.Una que otra sirena salía a saludar. A Celeste le parecían viscosamente desagradables.Las voces se hacían cada vez más altas y más ojos se fijaban en ellos. Se escuchaba opiniones distantes y mezcladas, expresiones distintas pero todos se hacían a un lado cuando pasaban.Se sentaron en una mesa cercana
La noche había matizado las paredes con sombras suaves y difusas, la luz venía de todos lados, pero no se veía exactamente de dónde. Las venas plateadas de la piedra en las paredes brillaran con luz suave y cálida. Pese a lo que Celeste pensaba, la recepción seguía llena de gente, aunque los pasillos estuvieron casi vacíos. Todos estaban vestidos de una forma bastante extravagante, los colores golpeaban entre sí, como si un arcoíris hubiera vomitado sobre cada uno de ellos.Un sátiro tenía un chaleco de plumas celeste con brillantina dorada, y al caminar largaba la escarcha, dejando un rastro dorado y brillante. Celeste no podía sentirse más fuera de lugar.Las fiestas en Sapiencia atraían las masas.Fueron hacia Lucas, David y Diego, todos lucían tan sórdidos como ella. El más colorido era el vampiro con su camiseta naranja bajo la chaqu
Dakota se alejaba de la casa de Demothi custodiada por su guardia. Tenía que volver a Ventus había muchas cosas en juego. Había estado tan impaciente por hablar con esa Reina de Reyes que el resultado le había parecido inquietante.Desde que vio como resbala en medio del Salón de Cristal, supo que la Reina de Reyes era vulnerable y solo lo rectifico cuando hablo con ella. Celeste no era ni la sombra de la temible Ciara, siempre envuelta en una solemnidad que decoraba con una sonrisa fría, o de la amorosa Carolina, quien impartía una justicia inflexible mientras le daba el amor más cálido a su pueblo.Celeste solo tenía unos hombros caídos para ser recordada y aunque sabía que era su primer día como Reina de Reyes, las circunstancias no esperaran a que ella se sienta cómoda con su posición.Hacía falta una Elegida fuerte; la guerra se acercaba.*
Dayana estuvo a punto de salir al recibidor de las habitaciones cuando recordó que ese día era su turno de despertar a la Reina de Reyes. Entro a la habitación entre la penumbra de los primeros rayos de sol.Sacudió bruscamente a Celeste y cuando ella despertó, entre las sombras, vio un rostro que se parecía demasiado al de Cecilia, eso la asusto mientras trataba de disipar el sueño.—Tenemos un día largo —fue lo único que dijo Dayana antes de colocarle la ropa en el borde de la cama.«Y tuve un sueño corto», pensó Celeste.No recordaba haber soñado en lo absoluto pero había una sensación de inquietud atravesándole el pecho. La ropa que le había dado era tan sencilla como unos vaqueros y camiseta podían ser, casi podía imaginar que estaba vistiéndose para ir a la universidad.Bajaron de la Torr
Después de varias semanas, el hábito hacía que se olvidara de su pasado durante el día, pero todo volvía a cernirse sobre ella en las noches. Era una sombra que se colaba en sus sueños.Con el tiempo la mente de Celeste comenzaba a despejarse, pero ella no dejaba de sentir la muerte de su madre como algo ausente. Incluso le habían mostrado fotos de su cadáver pero es como si no hubiese pasado.—No seas tan inflexible. Es para que te veas mejor —dijo Clara mientras pateaba una camiseta del suelo y la lanzaba debajo del escritorio.La habitación de Diego era desordenada, como se esperaba de un adolescente, no había cama, solo un gran escritorio a un lado, lleno de pantallas de videojuegos y dos sillas de juego grandes. Del otro lado un futbol de mesa se alzaba sobre otra pila de camisetas.Aquel cuarto era lo más cercano a la tecnología de la Tierra que hab&iacut
Celeste trataba de sentirse lo suficientemente cómoda dentro del vestido como para caminar. Había pensado que la corona y la banda de oro de la mañana eran presuntuosas, pero el vestido lo superaba con creces.La tela fina brillaba tan blanca como una perla. Se ceñía con sencillez a su pequeña cintura, pero la falda suelta se alejaba y acariciaba sus piernas hasta la rodilla, aunque la cola llegaba un poco más abajo.Hubiera sido soportable si el vestido solo fuera una tela lujosa. Pero sobre su pecho, hasta su cintura, tenía una elaborada ornamenta de plata que abrazaba su cuerpo. Eran enredaderas, con bordes decorados con diamantes rojos. Estaba hecho a media, pero la rigidez del metal hacía que su espalda estuviera recta al igual que sus hombros, casi sentía que se asfixiaba. A pesar de que no se podía inclinar tenía mucha movilidad, alguien como ella no necesitaba moverse no inclina
—Eso estuvo de lujo. Pero no quiero volverlo hacer —vocifero Diego sacudiéndose la tierra que le había caído.Estiro su pie para sacarlo de entre las rocas.Celeste trato de levantarse. Pero el peso del lobo y los escombros la aplastaban.Diego logro ponerse de pie, el tobillo le zumbaba de dolor y apenas podía apoyarlo. El espacio era muy pequeño, lo noto cuando intento estirarse y su cabeza golpeo la roca. Palmo las paredes, estaba tan oscuro que no podía saber si tenía los ojos abiertos o cerrados, escuchaba los gemidos de los débiles intentos de Celeste de ponerse de pie y su pesada respiración.—¿No crees que sea un pésimo lugar para una velada romántica? —bufo Diego.—Deja las tonterías —respondió Celeste con voz agotada—. No veo nada.Diego tampoco y siguió palmeando la roca hasta que noto