VEINTISIETE

Ginna Renaux

Despierto desorientada y con una sensación extraña entre las piernas, no es dolor ; a penas una molestia. Me volteo sobre mi cuerpo y quedo mirando el techo ubicándome donde estoy. La Suite de Emiliano Santorini es mágica, parece sacada de una novela de William Shakespeare o de las historias de Dante.

Me volteó a mi derecha y lo veo con la sábana cubriendo solamente su espalda baja. Me está dando la espalda y su respiración es pausada y profunda. Aún duerme, su cuerpo descansa en un sueño profundo y su brazo fuerte tatuado abraza la almohada. Me abrazó a mi parte de la noche hasta que yo decidí safarme de sus brazos para ir al baño a mitad de la madrugada.

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