CAPÍTULO TREINTA

Ginna Renaux

Comienzo a caminar destrozada hacia mi coche. El teléfono celular comienza a vibrar en mi mano lo miro, para luego   dejarlo caer en el primer depósito de basura que encuentro entre la salida y el parqueadero. Era él quien llamaba, Mi Ra🍆, su sobrenombre en la pantalla me desgarró aún más el alma al verlo.

Las ironías del destino son dignas de risa. Esto parece sacado de una jodida comedia del Decameron. Tantas horas, tantos días y semanas esperando que me dedicara más tiempo, que me llamara ante fueran por breves segundos, y no.... ahora solo puedo detestarlo. Lo aborrezco, con todas mis fuerzas. Aunque mi corazón aún late con un impulso desmedido por él, con tan solo saber

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