—¿Qué noticia? —preguntó la abuela Abarca con evidente impaciencia.Adelio respiró profundamente antes de soltar la bomba: —Hace un momento, El Rey del Fuego me informó que Quirino ha sido ascendido a miembro oficial de La Orden del Dragón Celestial.Tan pronto como esas palabras salieron de su boca, un murmullo se empezó a difundir por todo el salón.—¿Escuché bien? ¿Quirino ha sido ascendido a miembro oficial de La Orden del Dragón Celestial?—¡Dios mío! ¿Será que nuestra familia Abarca finalmente está destinada a ascender?Todos voltearon a mirar a Quirino, sus rostros llenos de asombro y envidia.Quirino, por su parte, estaba completamente asombrado, como si la suerte le hubiera caído del cielo sin previo aviso. Todavía no podía creer lo que estaba ocurriendo.Incluso Celeste lo miraba con un indicio de admiración.Sin embargo, nadie notó el gesto de desagrado en el rostro de Juan. La naturaleza de Quirino no le agradaba para nada, y no podía entender cómo el Rey del Fuego había
—¿Hermana, dime algo, te gustaría unirte a la Orden del Dragón Celestial? —preguntó Juan, mirando directamente a Celeste.Celeste se quedó sorprendida por un momento, pero luego, sin pensarlo mucho, respondió: —Por supuesto que me encantaría. ¡Estamos hablando de la Orden del Dragón Celestial! Pero sé que no estoy capacitada para algo así, — añadió con una sonrisa llena de autocrítica.—Al menos tienes algo de sentido común, sabiendo que no eres digna, — comentó Clarisa con una risa burlona.Juan, ignorando el comentario, miró fijamente a Celeste con determinación: —Está bien. Si realmente lo deseas, haré que ese sueño se haga realidad.Al escuchar las palabras de Juan, Quirino no pudo evitar soltar una carcajada. —¿Quién te crees que eres? ¿El Comandante General de La Orden del Dragón Celestial? ¿Crees que puedes hacer que alguien entre solo porque lo dices?Clarisa se sumó a la burla, riendo a carcajadas mientras se sujetaba el estómago: —¡Deja de prestarle atención, Quirino! Este ti
La noche había caído.Dentro de la villa que la familia Abarca había preparado para Celeste, la mesa estaba llena de comida exquisita, acompañada de dos botellas de vino tinto.Juan, observando a Celeste moverse de un lado al otro, y luego mirando los platos humeantes y deliciosos que decoraban la delicada mesa y el lugar, no pudo evitar decir: —Hermana, ya es suficiente. Solo somos dos personas. No sigas cocinando más.—Espera un poco, solo falta un último plato, — respondió Celeste desde la cocina, bañada de sudor por el esfuerzo.Poco después, apareció con una olla humeante de sopa de tofu con cabeza de pescado y la colocó en la mesa.Juan, al ver el sudor que corría por su frente, no pudo evitar sentir un poco de preocupación. —Hermana, somos solo nosotros dos. Hiciste demasiada comida, no podremos comer todo.—Lo que sobre lo guardaremos en el refrigerador para mañana. Desde que nos reencontramos, no hemos tenido la oportunidad de sentarnos y disfrutar de una buena comida juntos,
Celeste, con una suave sonrisa, llenó de nuevo su copa de vino y miró a Juan con ternura. —Aunque nunca me has contado todo lo que has pasado estos años, sé que esto no ha sido fácil para ti.—Perdóname, hermano, por no haberte encontrado antes y cuidarte como lo merecías.De repente, su voz se quebró y comenzó a llorar desconsolada, cubriéndose la boca con la mano mientras las lágrimas caían de forma incontrolable.Juan se le acercó y, con suavidad, le dio unas palmaditas en el hombro. —Hermana, esto no es culpa tuya. Nos separamos por cosas del destino, no por tu culpa.Celeste, todavía llorando, lo abrazó con fuerza y, entre llantos, dijo: —Pero me duele, Juan. Tú solo tenías ocho años cuando pasó todo esto.—Ya, ya... No llores más. Estoy aquí y ahora y estoy bien, — la consoló Juan, acariciándole suavemente la espalda.A pesar de sus palabras, los ojos de Juan también se humedecieron un poco.Celeste lo consoló, pero no lo soltó ni una sola vez. Después de varios segundos de silen
En ese momento, todas las miradas se dirigieron hacia Juan y Celeste.Los rostros de la familia la Abarca y la familia Landa se tornaron sombríos al instante.Clarisa, con una sonrisa sombría, dijo: —Juan, ¿qué hacen aquí?Juan, sin inmutarse, respondió: —Naturalmente, he traído a mi hermana para que se una a La Orden del Dragón Celestial.Celeste mantenía la cabeza baja, evitando el contacto visual con los miembros de la familia barca, temerosa de ser en ese momento ridiculizada por ellos.Ella en realidad no quería venir, pero no había podido resistirse a la insistencia de Juan, quien la había traído prácticamente a la fuerza.—¿Crees que La Orden del Dragón Celestial es un mercado? ¿Te imaginas que puedes unirte, así como así? —Clarisa respondió con desprecio.Juan afirmo con una expresión tranquila: —Así es, si quiero que alguien se una, entonces esa persona se unirá.Las personas alrededor no pudieron evitar reírse ante el atrevimiento de sus palabras.¿Que alguien podía unirse so
Ella no estaba cuestionando la decisión de Juan, sino que simplemente pensaba en el bienestar de Celeste.Al escuchar esto, todos los presentes quedaron sorprendidos, pensando que habían oído mal.¿Anabel la había aceptado?¿Cómo era posible?¿Sería tan fácil entrar en la Orden del Dragón Celestial?Celeste también se quedó asombrada ante tal suceso.Clarisa, notando una oportunidad muy clara, dio un paso adelante y tartamudeando dijo: —Señora, yo también quiero unirme a la Orden del Dragón Celestial.—¿Tú? ¿Te crees digna? —Anabel la miró con desprecio.Clarisa se quedó al instante sin palabras.A Anabel no le importaba lo que los demás pensaran. Miró de reojo la hora y dijo: —Muy bien, es suficiente. Los nuevos miembros que han sido seleccionados para ingresar a la Orden del Dragón Celestial, por favor sigan conmigo.Tras sus palabras, varios jóvenes se adelantaron de inmediato, entre ellos Quirino y Benigno.—Hermana, es tu turno, — le dijo Juan a Celeste.Celeste, aún dudando, preg
El Rey del Fuego nunca se habría imaginado que su intento de ser astuto terminaría saliendo mal. Y mucho menos que Juan lo golpearía deesa forma tan brutal.Mientras se tocaba el ojo hinchado, el Rey del Fuego se levantó con la intención de ir a echar a Quirino. De repente, Juan lo detuvo: —Espera, ¿dónde está mi hermana?—Celeste está en la prueba de selección ahora mismo, — respondió el Rey del Fuego, inclinándose y con una sonrisa fingida.—Sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad? —preguntó Juan, esbozando una sonrisa astuta.—Lo sé, — dijo apresurado el Rey del Fuego.—Bien, entonces ve y asegúrate de que mi hermana esté siendo bien atendida.Juan agitó la mano, dándole el permiso oportuno para marcharse. El Rey del Fuego, sintiéndose aliviado, se apresuró a dirigirse al lugar de la prueba.Justo en ese momento, Tiberio entró en la sala: —Jefe, todos los nuevos reclutas ya están formados. ¿Deberíamos ir a verlos ahora mismo?—No hay prisa alguna.Juan alzó la vista hacia el sol ab
—¡Habla!—¡Me llamo Quirino!El rostro de Tiberio se tornó oscuro y frío mientras decía: —Quirino, ¿verdad? ¿Ni siquiera sabes contar? ¿Qué tienes en la cabeza?—Informe, yo... me distraje por un momento, — trató de justificarse Quirino, nervioso. Tiberio no pudo evitar sonreír, aunque de forma escalofriante. —Estamos en entrenamiento militar y tú, ¿te distraes? ¡Sal de la fila inmediatamente!Quirino, con la vergüenza a flor de piel bajo las miradas de lástima de sus compañeros, avanzó al frente. —Cincuenta flexiones, ¡ahora! —ordenó Tiberio, con la cara seria e imperturbable. Quirino palideció de inmediato. ¿Cincuenta? ¡Ni siquiera podría hacer diez sin agotarse! Él, acostumbrado a una vida de comodidades y lujos, jamás había hecho ejercicio físico. Sus únicas —hazañas— de esfuerzo se limitaban a conquistar mujeres. Tiberio lo miró de manera violenta. —¿Tienes algún problema con la orden? Si no quieres hacerlo, lárgate. En La Orden del Dragón Celestial no necesitamos i