—¿Y tú crees que tu abuelo, después de toda una vida dedicada al arduo entrenamiento, solo ha alcanzado el nivel de Fuerza Interna? Mi fuerza es mucho menor que la de Yago, ¿cómo podría salvarlo?, suspiró Damián con resignación.

Pilar en ese momento no pudo evitar mostrar una expresión de total desesperanza. Si algo le sucedía a Juan, no solo no podría explicárselo a Marta, sino que además cargaría con la culpa de esto por el resto de su vida.

A poca distancia del ring, en una fila de asientos, un hombre de mediana edad vestido impecable con un elegante traje señaló a Juan y exclamó sorprendido:

—¡Hermano mayor, miren a ese joven! ¿No es Juan? ¿Qué está haciendo ahí?

Las dos personas a su lado levantaron asombradas la vista de inmediato y sus rostros se llenaron de incredulidad.

—Sí, es él. ¿Se ha vuelto realmente loco?

—He escuchado que Marta ha estado en desacuerdo con este chico últimamente. ¿Será que ha perdido la cabeza y por lo tanto está buscando morir?

Estos tres no eran otros