Capitulo 770
Como siempre, la excusa funcionó perfecto.

Al escuchar que Juan se había separado de su grupo de cazadores del clan, los comerciantes, ya fuera por compasión o simple cordialidad, no hicieron demasiadas preguntas al respecto. Solo le pidieron su nombre y, tras una breve conversación, le asignaron un lugar para descansar, instándole a que se relajara y durmiera temprano.

Más tarde, durante la cena, el hombre que lo había recibido con su lanza invitó respetuoso a Juan al fuego central. Estaban asando la pierna de una bestia demoníaca cuya especie ni siquiera reconocía.

Ante tanta hospitalidad, Juan no pudo negarse. Siguiendo al hombre, llegó al círculo alrededor de la fogata, donde ya estaban reunidos siete u ocho hombres más, todos y conversando animadamente. Al ver a Juan acercarse, se apresuraron a hacerle espacio para que se sentara con tranquilidad.

En agradecimiento por la amabilidad mostrada, Juan, de manera discreta, giró la espalda y sacó de su espacio de almacenamiento dos bot
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