Capitulo 711
Al regresar al gimnasio, Lucio ya había vuelto. Al ver a Juan, se apresuró a recibirlo y lo llevó amablemente al segundo piso.

En el segundo piso, los dos discípulos de Lucio ya estaban despiertos. Aunque sus rostros aún tenían grandes moretones, ambos emanaban una energía vital mucho más densa, lo que indicaba que habían progresado de forma significativa.

En ese momento, la actitud de los dos discípulos hacia Juan había cambiado por completo. Al verlo, no solo lo saludaron de manera respetuosa como "maestro", sino que también le sirvieron café y le ofrecieron agua, sin mostrar ninguna incomodidad.

—Hablen, ¿cuál fue el resultado de la misión? —Juan despidió a los dos discípulos con un ligero gesto y luego se volvió hacia Lucio.

Lucio, al escuchar la pregunta, mostró una expresión avergonzada. Dudó por un momento antes de hablar sinceramente.

—Señor González, hoy fui a la familia Calvillo. Pero antes de poder entrar, me detuvieron en la puerta y, al final, me echaron como perro.

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