Capítulo 2
Después de lo que pareció un siglo, mi mejor amiga por fin salió de la ducha y se puso entre Sergio y yo.

Fue entonces cuando me atreví a acostarme.

Los tres hermanos dormían cómodamente.

Yo también me dormí lentamente escuchando sus respiraciones.

Al amanecer, medio dormida, sentí algo suave contra mis labios.

Era un contacto agradable y sentía que mi cuerpo se calentaba cada vez más, y empecé a tener un poco de dificultad para respirar.

Cuando abrí los ojos, tenía delante la cara de Sergio, sus labios seguían pegados a los míos, sus manos apoyadas al costado de mis hombros, ¡era una postura muy cariñosa!

Mi mente se quedó en blanco y mi cara estaba como un tomate.

Si la persona que tenía delante no fuera Sergio, habría llamado a la policía inmediatamente, pero, por alguna razón, si era él, no quería resistirme en absoluto.

Pero dejando todo eso de lado, ¡necesitaba volver a mis sentidos ya!

¡Que había dos personas más al costado!

¿Y por qué dormía al lado de Sergio?

Ya lo averiguaría más tarde, porque en este momento, este chico encima de mí estaba muy absorto en el asunto.

Yo estaba un poco derretida por el beso, pero, de algún lado, saqué fuerzas para apartarlo.

Me levanté con esfuerzo, pero Sergio me tiró hacia atrás.

Perdiendo el equilibrio, volví a caer en sus brazos y mi mano se presionó contra su muslo.

¡Por Dios!

Por miedo a despertar los otros, me limité a quedarme en esa postura, evitando cualquier moviento brusco que produjera ruido.

Sergio volvió a acercar lentamente su cara a mi oreja.

—Lo siento, Marina, me haré responsable de este beso.

De pronto, mi cara se puso aún más roja, entonces, hechizada por sus palabras y sin saber lo que hacía, asentí con la cabeza.

Al momento, salté de la cama e inmediatamente me dirigí al baño, cerrando la puerta tras de mí.

Al verme en el espejo me daban ganas de gritar “¡Tierra, trágame!”.

Me preguntaba si anoche me “preparé” demasiado, dando lugar al descontrol de esta mañana.

Después de todo, era consciente que Sergio, aunque pequeño, no necesariamente tenía menos conocimiento que yo.

Me lavé la cara con agua fría como una loca, esperando que me refrescara.

Si mi mejor amiga se enterara de esto, no me quedaba más que mudarme de esta planeta.

Después del contacto con el agua fría, me sentí un poco mejor, de repente, alguien tiró de la manilla.

No sabía qué me pasaba, algo pasmada, observé cómo bajaban la manilla de la puerta.

Entonces, una figura ancha se acercó lentamente a mí.

Hasta que me rodeó delante del lavamanos.

—Ayer llegabas a mi altura, pero hoy de repente te ves tan pequeñita.
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