Nos habíamos quedado en medio de la cama, abrazados y compartiendo el calor corporal en esa helada noche de enero. Me había recostado sobre su pecho, escuchando con atención el latir de su corazón, volviéndose música para mis oídos con cada segundo que transcurría, mientras charlábamos en susurros sobre cosas triviales, sin los más mínimos deseos de dormir aún.—¿Por qué estudiaste medicina? —preguntó curioso, mientras acariciaba mi cabello con sus dedos.—Porque puedo ganar mucho dinero —me reí por lo bajo, con él uniéndose a mí sin un rastro de enfado ante mi respuesta premeditada, ya que aquella decisión no había sido tan al azar después de todo.—Sí, pero esa no es la verdadera razón.—No importa demasiado si te la dijera ahora —susurré, repartiendo dulces besos en su pecho, indicándole sin necesidad de palabras que era otro secreto más que prefería mantener oculto de él por el momento—. Es una tontería que ya no tiene relevancia, Jack.Respiró profundamente conformándose a regañ
Caminé apresurada por los pasillos del hospital universitario Jackson en dirección a la sala de urgencias, donde se suponía estaban todos mis hermanos reunidos a la espera de alguna información sobre el estado de nuestra madre. Sentía mi corazón apretujarse en mi pecho, causándome un intenso dolor a la hora de respirar, aquella llamada imprevista había tirado todos mis planes con Jack a la basura, dándole paso a una inmensa preocupación por mi madre que no se disipaba, por mucho que lo intentara. Al llegar hasta donde ellos se hallaban, Nia corrió a abrazar a Ryan, quien estaba desconsolado paseándose de un lado a otro, este le correspondió el gesto encantando con verla, fundiéndose en uno solo de inmediato. Ahora ella estaba allí para darle la fuerza que necesitaba.Por otro lado, Katia sentada en una de las tantas sillas en la sección de espera, abrazaba con fuerza a Brooke quien lloraba como una niña pequeña, al igual que Blake, en total silencio a su lado. Lauren estaba cabizb
Se los conté al regresar, omitiendo las cosas trágicas que podrían sucederle a nuestra madre, intentando sonar lo más entusiasta posible, pero la mayoría me observaba desconfiado, casi sin creerme ni una sola palabra.Todos nos echamos en la sala de espera, impacientes porque el médico saliera pronto de la cirugía diciéndonos que todo había sido un completo éxito. Las horas pasaban tortuosas frente a mis ojos, a pesar de tener a Jack apoyándome muy pegado a mí, con quien conversaba de vez en cuando para distraerme. Acariciaba el largo cabello de Brooke, la cual dormía plácidamente recostada en mis piernas cuando se había cansado de llorar tanto. Maximilian y Camila se comían las uñas en una esquina alejada, Paul y Carl escuchaban música, compartiendo un par de audífonos e intentando relajarse en esa tensionante situación. Katia y Lauren se habían acomodado con Blake en el medio para contar viejas historias de cómo habían cuidado de él los primeros días que había llegado al orfanato
Me acerqué hasta donde se encontraban casi con mala cara, detallando que en la camilla de nuevo estaba la pequeña hija de Jack inconsciente.Masajeé mi sien con dos de mis dedos intentando calmar mis deseos de vociferar horripilantes cosas a la madre de Jack, quien no se cansaba de quejarse a todo pulmón, porque los internos eran unos inútiles según ella. La enfermera Kim temblaba bajo sus manos, sin saber muy bien que hacer y lógicamente nadie se molestaba en ayudarla, dado que era la madre del presidente, a la cual a simple vista se podía ver que le temían demasiado para mi agrado.—¡¿Cómo es posible que no haya ningún médico disponible?! —gritó soltando a la enfermera Kim, dándole un breve empujón que la hizo retroceder aterrorizada.—S-señora Walters, la mayoría están en su hora de descanso o atendiendo casos más serios.—¡¿Acaso que mi nieta esté enferma no es algo que valga de su tiempo?!—N-no es eso señora Walters, por favor, sea un poco más paciente —farfulló la enfermera Ki
Vagué junto a Lucila sin despegar nuestros labios, en dirección al parque alejado del hospital.La verdad, agradecía el silencio que nos rodeaba, me ayudaba a pensar con claridad lo que había ocurrido y ella parecía no molestarle el que estuviera tan callada. Parecía comprender a pesar de su corta edad, que no quería mantener una conversación incómoda. Nos detuvimos tras largos minutos caminando en la orilla del lago de ese espeso bosque, por donde a duras penas, uno que otro paciente pasaba cada tanto tiempo, dando un breve saludo, para luego desaparecer por el camino empedrado. Ella observó el lugar encantada con el montón de mariposas que revoloteaban de un lado a otro, me senté en una de las bancas a mirar cómo corría con una sonrisa brillante en sus labios, intentando atrapar alguna de las polillas con sus pequeñas manos. Al verla tan distraída, oculté el rostro entre mis manos, tapando de sus ojos azules mis lágrimas, sentía el dolor punzante recorrer todo mi cuerpo cada vez
Caminé con aquellos papeles en mi mano, pensando seriamente como informarles de algo tan serio. Ni siquiera yo me sentía bien con la noticia, menos ellos estarían preparados para oírla. Anduve por los pasillos casi por inercia, sin saber muy bien cual sería mi destino, si la habitación de Lucila o algún otro lugar para echarme a cavilar sobre ello. Mi respiración era lenta y mis latidos pausados, casi perezosos, respiré profundamente quitando aquel sudor helado de mi frente. Me senté en las primeras sillas que vi, al sentir mis piernas desfallecer por completo. Medité seriamente qué hacer por lo que me pareció una eternidad. No estaba preparada para ello, para confesarles algo tan doloroso, hasta que al darme cuenta que necesitaba un poco de consuelo e incluso unas palabras de aliento, me dirigí apresurada a la habitación de mi madre, quien estaba seguro me escucharía con atención y me daría ese empujoncito que necesitaba con sus amorosas frases.Pero para mi sorpresa, antes de ent
No quise seguir escuchando más, sabía que había sido suficiente, además, espiarlos no era algo correcto de mi parte. Me di la vuelta con mis piernas temblorosas y caminé sin rumbo con mis manos heladas en los bolsillos de mi bata, sentía mi corazón acelerado y la tristeza correr por mi venas. Era cierto, sencillamente el destino nos juntaba para separarnos, porque de alguna forma, podía ver que no lo lograríamos por mucho que lo intentáramos, simplemente no estábamos destinados a estar juntos. No obstante, así como sabía nuestra cruel realidad, estaba segura de que Jack no se rendiría, porque él era esa clase de persona que no importaba los obstáculos, si quería algo, lo conseguiría a toda costa. Me detuve en un pasillo desolado, ese donde estaba ubicada la dispensadora de jugos, introduje un billete con cierto desgano y compré el primero que vi, importándome muy poco si el sabor me llegaría a gustar o no. Al tenerlo en mis manos, le clavé el pitillo a la peculiar cajita, para acto
Los días siguientes fueron un completo calvario.Tuve que presenciar cómo Victoria y Jack le contaban a su hija que estaba realmente enferma, ella había aceptado el tratamiento y había llorado un poco en los brazos de su padre, pero al escuchar de mi parte que estaría bien si era juiciosa con la medicina, se había animado de inmediato. Jack no volvió a presentarse en el hospital por una semana entera, no importaba cuántos mensajes le enviara o cuantas llamadas le hiciera; él no se dignaba a responder, ni menos a aparecer, parecía como si se lo hubiese tragado la tierra.Ni siquiera se tomó la maldita molestia de visitar a su hija tan solo una vez en lo ocurrido de esos días. En ese tiempo, Victoria no se despegaba de Lucila por nada del mundo, la llevaba de una sala a otra bajo mis indicaciones, la cuidaba como estaba seguro que no había hecho en toda la corta vida de la pequeña y le daba el amor que sabía, su hija necesitaba.Dormía con ella en esa habitación, comía en el hospital,