El alfa acariciaba suavemente la espalda de Beltaine, cada roce un bálsamo para el alma. —¿Hay más heridas que deba conocer?—preguntó con una voz que era un murmullo protector. Las lágrimas de ella, aunque humedecían su ropa, no eran nada comparadas con la tormenta que ella había enfrentado sola. Ahora, en sus brazos, ella estaba en el refugio más seguro del mundo.Beltaine tragó el nudo de sus emociones, luchando contra la marea de lágrimas.—No—susurró, hundiendo su rostro en el pecho del Lord licántropo—. solo aquí, en mi hombro y brazo.—Gracias a los cielos—el alfa exhaló, su alivio envolviendo a Beltaine como una manta cálida mientras continuaba meciendo su cabeza ardiente contra su pecho.De repente, Beltaine se sacudió, volviendo a la cruda realidad. Un calor de vergüenza se extendió por su rostro. ¡Demonios! ¿Cómo podía alegrarse? ¡Ella estaba furiosa y él la había abrazado para apaciguarla! Ahora, la vergüenza la inundaba, deseando poder esconderse bajo tierra como un avest
Kyrios se desplazaba con una agilidad sobrehumana, no por los pasillos, sino por los techos de los edificios del hospital, como un espectro en busca de venganza. Sus movimientos eran un baile frenético entre las sombras y las luces de la noche. Cada salto era un desafío a la gravedad, cada carrera sobre las azoteas una huida de sus propios demonios internos.De repente, un obstáculo emergía, cortando su camino como un presagio oscuro. Sin vacilar, Kyrios descendía en un salto audaz, sus pies apenas tocando el suelo antes de lanzarse por los callejones estrechos, donde los ecos de sus pasos se mezclaban con los susurros de la ciudad. Luego, con la misma determinación, encontraba su camino de regreso a las alturas, cada ascenso un acto de desafío, cada techo conquistado una victoria efímera en su carrera contra el destino. Con un gesto de desprecio, lanzó un escupitajo al suelo, su rostro torcido por la repulsión.—¡Es inconcebible! —exclamó, su voz un trueno entre el eco del ambiente.
Kyrios emergió en la azotea, su silueta recortada contra el cielo nocturno. Un viento helado soplaba, llevándose consigo las últimas dudas que pudiera tener. Ante él, se erguía el edificio, ominoso y silente, tal como Beltaine lo había descrito con una voz que aún resonaba con ecos de advertencia.—Aquí... tiene que ser aquí —murmuró, su voz apenas un susurro arrastrado por el viento—. Descenderé a las entrañas de este lugar.Sus movimientos eran una coreografía de sombras y luz, un parkour que desafiaba la muerte mientras se aproximaba a la ventana, su única entrada al abismo.—Verá el desastre, el caos... y me iré. No hay más que hacer—se convenció a sí mismo con un mantra interno.Con dedos temblorosos por la anticipación, abrió la ventana y...—¡Por todos los cielos! —exclamó con un rugido de frustración, su voz retumbando en las paredes vacías. La habitación estaba desierta, un santuario para los cables y monitores que ahora parecían lápidas en un cementerio tecnológico. Un escal
—¿Dónde se esconde la curandera que me prometiste?—La pregunta del Lord licántropo surgió de las sombras, un susurro que se convirtió en un estruendo, envolviendo a Lylo en un torbellino de miedo y oscuridad. No vio más que un destello antes de sentir su presencia, una tormenta hecha carne y furia, su aliento como un viento gélido en su oído. Su voz era un trueno, bajo y ominoso, que retumbaba con promesas de dolor—. Si tanto te jactas de ser la llave de nuestra salvación, ¿dónde está la curandera que debía estar aquí?El terror se apoderó de ella, una serpiente enroscándose en su corazón. ¿Acaso su señor había descubierto su oscuro secreto? No, eso sería su fin.Kyrios, con su mano ensangrentada, la tocó en el hombro, y Lylo sintió la llamada del abismo, un deseo irrefrenable de huir de la muerte que la acechaba.—La protección de nuestro refugio se desvanece, se debilita como la luz de la luna—rugió él, su voz un eco de la destrucción que traía consigo—. Dondequiera que encuentro br
Lylo, con su mirada fija en el vacío que dejó el Lord de los licántropos, sintió cómo el aire de la biblioteca se cargaba de una electricidad palpable. Las sombras parecían susurrar, llenando el espacio con un coro de secretos antiguos.—Si Lord Death hubiera sido mi verdugo... —la voz de Lylo era un hilo de seda que se deslizaba por la piel, provocando escalofríos—. No habría habido palabras, solo la fría finalidad de su toque... él habría desgarrado mi existencia sin un segundo pensamiento. Pero usted, mi señor, no es más que un eco de poder, algo tan débil... —la lucha interna entre su naturaleza vampírica y su espíritu lobo creaba una tormenta bajo su piel, una danza macabra de espasmos y distorsiones que deformaban su belleza en algo casi irreconocible—. ¡Es por eso que rechazo su corona, porque no necesito un monarca inútil y absoluto como usted!El rugido de Lylo se elevó, una sinfonía de ira y desafío que resonó en los confines de la biblioteca, haciendo temblar los cimientos
Bastian aún no había terminado su monólogo, ni remotamente. Apretó los cachetes de Lylo con una mano, deformando su rostro de una manera cómica y cruel.—¡Vi que cuando la lycan de un mate muere, el lazo de mates desaparece! —su voz era un susurro cargado de veneno—. ¡Por eso quise matarte!Lylo se estremeció bajo el firme agarre de Bastian, el miedo y la curiosidad bailando en sus ojos. La realidad parecía desvanecerse a su alrededor, los bordes de la habitación desdibujándose.—¿Quisiste matarme? —preguntó, su voz un hilo tembloroso en el aire cargado de tensión.Bastian movió la cabeza de Lylo de un lado a otro, sus ojos buscando respuestas en las profundidades de su alma.—Sí, quise matarte. Pero ni siquiera pude intentarlo correctamente. ¡Siempre te transformabas en Beltaine! —su tono se volvió casi melancólico—. ¡Así como lo estás haciendo ahora mismo!Lylo gruñó, la rabia burbujeando en su pecho. Ese humano, siempre obsesionado con esa pelirroja, ¡siempre ella!—¿Por qué, Basti
Los sentimientos son una maldita debilidad. Lylo lo sabía mientras observaba al humano frente a ella, su presencia una mezcla de fascinación y peligro palpable.Bastian agarró a Lylo del cuello, elevándola con firmeza hasta su altura, su mano apretando con una presión amenazante mientras sus ojos ardían con una intensidad salvaje.—Tú... eres peor que un animal. Una perra en celo—gruñó, su voz un rugido profundo que resonaba en la habitación como un trueno.Lylo respondió con una sonrisa desafiante, su cuerpo tenso pero su mirada desafiante, como si estuviera desafiando a la misma muerte.—¿Peor que un animal? Oh, cariño, eso es solo porque aún no has visto mi lado más salvaje —replicó con una risa juguetona, su voz llena de una promesa oscura y tentadora.Bastian apretó su agarre, sus dedos entrelazándose en el cuello de Lylo con una fuerza implacable.—¿Crees que esto es un juego? —susurró, su aliento caliente chocando contra la piel de Lylo, enviando escalofríos por su espalda—. No
—¡Atención todos! Este es un nuevo amanecer para la unidad; yo soy el alba de su nueva era—proclamó el hombre más alto, su voz retumbando con una mezcla de mando y misterio.—A partir de ahora, cada tic-tac de su reloj en estas instalaciones será registrado. Cada llegada, cada partida, cada ausencia... todo quedará plasmado en el papel—dijo, sus ojos escudriñando la sala como si pudieran leer las almas de los presentes.Beltaine sintió cómo la indignación se enroscaba en su pecho, una serpiente lista para atacar.—Espero que no haya disidentes entre ustedes. La colaboración no es opcional, es esencial—sentenció, asumiendo que su voluntad sería ley.Sin darle tiempo a más palabrería burocrática, Beltaine se deslizó entre la multitud hasta un rincón donde sus colegas formaban un remolino de cuchicheos y teorías. La indignación aún bullía en su interior, buscando una salida entre sus iguales.—¡Se ha esfumado del hospital como un fantasma en la niebla!—la exclamación de uno de sus colega