Capítulo 68

—Desoíste mis ruegos y te desvaneciste en su sombra, junto con aquel—la voz del lycan era un eco de desolación, tan palpable como la sangre que se extendía como un manto carmesí bajo los pies de la pelirroja.

—¡Por los cielos! ¡Sosiégate! ¡Mil disculpas, está bien? —Beltaine irrumpió con una vehemencia que destilaba una mezcla de exasperación y ansiedad—. Antes que nada, vamos a sanar esas heridas que te afligen, después, si el destino lo permite, resolveremos tus penas, ¿me oyes? Tu aspecto me atormenta, pareces un alma en pena.

Kyrios, sumido en su abismo de dolor, se tambaleaba al borde de la oscuridad. Con un arrebato repentino, recorrió con su lengua el cuello de Beltaine y le asestó una mordida despiadada, sellándola con el lazo de mates, un pacto de sangre y eternidad. Uno sagrado, ancestral e irrompible.

Beltaine experimentó la invasión de los colmillos del Alfa, un tormento que se transformó en un éxtasis arrollador que surgió de las profundidades de su ser. Un calor que le e
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