El jefe de policía irrumpió en la sala de reuniones con un aura de autoridad que llenaba el espacio, su mirada severa barriendo a través de los presentes. Con pasos firmes, se acercó a la mesa principal y golpeó con fuerza los informes, investigaciones y recortes de periódico esparcidos sobre ella. El estruendo resonó en la sala, silenciando cualquier murmullo.—¿Qué es esta mierda? —rugió, su voz atronadora llenando la habitación—. ¿Cómo es posible que este culto de idiotas sea responsable de todos los asesinatos en nuestra zona en los últimos meses?Sus ojos centellearon con una mezcla de furia y frustración mientras escudriñaba a cada uno de los presentes, demandando respuestas. Los agentes de policía se removieron inquietos en sus asientos, sintiendo el peso de su mirada sobre ellos.—¡Alguien tiene que darme una explicación! —exigió, su tono lleno de impaciencia y determinación—. No podemos permitir que esta locura continúe.Beltaine miró preocupada a su mejor amigo que ni aún, a
—¡Maldición!—gritó Beltaine, golpeándose la frente con fuerza al darse cuenta de que había estado escapando de la respuesta todo este tiempo—. ¡Solo estaba evitándolo porque actuaba como un niño irritante!Un empujón por la espalda la hizo tambalearse hacia adelante. Se giró rápidamente, lista para enfrentar a quien fuera que la hubiera golpeado sin siquiera disculparse.Al voltearse por completo, se quedó sin aliento.—¿Bastian un momento? ¿En serio eres tú?Bastian cambió su dirección abruptamente, pasando junto a ella como si fuera una sombra.Beltaine extendió el brazo para detenerlo.—¡Espera! ¡Te estoy hablando, Bastian!Cuando su mano tocó el hombro de Bastian, éste sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.—¡Dios mío!—exclamó Beltaine al verlo de cerca, su rostro completamente demacrado—. ¡Mira cómo estás! ¿Qué te ha pasado? ¿Estás enfermo?El rostro de Bastian estaba pálido y demacrado, sus ojos cansados reflejaban una profunda fatiga, como si hubiera llevado el pes
—Lo sé, lo presiento hasta los huesos; cada vez que me dejo atrapar por sus encantos, los síntomas se vuelven insoportables. No es Beltaine, de eso estoy seguro, pero ¿por qué me resulta imposible resistirme cuando ella me seduce y me hace creer que es Beltaine? ¿Por qué diablos mi voluntad se desvanece ante ella?Bastian se enfrentó a su reflejo en el espejo, la imagen de un hombre consumido por la confusión y el deseo. Con un gesto brusco, su puño encontró el cristal, y el sonido del impacto resonó en las paredes del baño como un grito silencioso.—¡Maldita sea! —exclamó con amargura—. Eres un completo desastre, Bastian. Un patético desastre.Cerró los ojos con fuerza, intentando contener las emociones que amenazaban con desbordarse.—Si no pongo fin a esto, nunca podré revelarle a Beltaine lo que siento. Nunca podré decirle que ella es la única que enciende la llama en mi corazón.El eco de sus palabras se desvaneció lentamente, dejando un vacío que se llenó con el peso de una verd
Beltaine contenía las ganas de lanzar un escupitajo directo al ojo de aquel insufrible necio. "¿Acaso se ha creído el rey del mundo para exigir favores a cambio de sus preciadas migajas de información?""¡Carajo! ¿Es que no puede, por una vez, conceder algo sin esperar retribución? ¡Qué fastidio!"Perdida en su mar de pensamientos, no notó cómo Kyrios, astuto como el lobo que era, se deslizaba cerca, atrapándola por la cintura con un movimiento furtivo.—Para obtener mi ayuda, tendrás que colaborar siempre que requiera tu presencia para que yo vaya a mi reino y tienes que demostrar ser una compañera digna del Lord de los Lycans, o sea, yo —declaró con un tono que destilaba arrogancia.Un grito agudo escapó de Beltaine mientras se aferraba a los hombros de Kyrios, quien la arqueaba hacia él en un abrazo que casi la partía en dos.Llevó su mano a la boca, sus rostros estaban peligrosamente cerca, y el embriagador aroma del Alfa comenzaba a confundirla, despertando una atracción inespera
—¡Alto ahí! ¡No te atrevas a avanzar ni un paso más!—exclamó Beltaine, interponiendo su voluntad como un escudo entre ella y Kyrios—. Y ahora, sobre esta peculiar condición tuya… ¿Acaso no bastaría con que yo, en la soledad de mi mente, te conceda el permiso? ¿No es posible que simplemente imagine que te doy luz verde y así se materialice el portal? Prefiero mil veces abrirlo yo misma a que tus manos se paseen por mi piel con esa intención tan… lasciva.Kyrios, señor supremo de los licántropos, sintió cómo su mandíbula se tensaba, su incredulidad se mezclaba con una chispa de diversión.—¡Vaya, vaya! Esta encantadora mujer cabeza de fuego realmente sabe cómo jugar sus cartas para ganar tiempo—murmuró para sí, con una sonrisa torcida asomándose en sus labios. Su mirada, intensa y calculadora, no perdía detalle de la expresión desafiante de Beltaine.—¡De ninguna manera es aceptable!—Kyrios lanzó su mano al aire con un gesto dramático, como si despejara una cortina invisible—. Imagina,
—¡Por los cielos y las estrellas! ¡Una, dos y tres veces malditas sean estas llamas infernales!Kyrios se desplomó en el suelo, sujetándose la boca como si intentara mantener a raya un enjambre de abejas enfurecidas.—¡Maldición, eso fue como besar el mismísimo sol!—rugió, levantándose con una mezcla de indignación y asombro. Sus ojos, dos brasas encendidas, se clavaron en la pelirroja que parecía la mismísima encarnación de la ira divina—. ¡Escúchame bien, hechicera de pacotilla! ¡Casi conviertes mi lengua en cenizas! ¿Tienes idea del sacrilegio que has cometido?Pero su furia se evaporó tan rápido como el rocío al amanecer al ver a Beltaine, su figura era un lienzo de desorden y deseo. Ella seguía recuperando el aliento, temblando bajo el abrazo invisible de la petite mort que se había apoderado de su ser. Tan frágil, tan expuesta, tan… suya.El lobo interior de Kyrios aulló, un temblor sutil pero poderoso.¿Qué brujería es esta? Siempre tan esquiva, siempre tan afilada con sus pala
—Alfa, parece que ha hecho un esfuerzo sobrehumano para llegar hasta aquí, ¿me equivoco?Con un gruñido bajo, Kyrios, atrapado en el umbral de su transformación, asintió con la cabeza, su mirada fija en el horizonte de su vasta morada.—Convoca a los maestros del cifrado y a los sabios de la paleografía.La guerrera frunció el ceño, una sombra de duda cruzando su semblante.—¿Cómo dice, mi señor? ¿Qué asunto requiere de tal congregación?—He hallado una marca de unión entre mates, uno que desafía toda lógica en el reino humano.La sorpresa elevó las cejas de la subordinada, un gesto que delataba su incredulidad.—¿Una marca de unión… inusual, mi señor?—Exactamente. Un emblema que se aferra a la carne de los mortales, trascendiendo incluso la muerte. El testimonio de haber sido escogidos como mates.—Eso es, sin duda, insólito. Disculpe mi osadía, Alfa, pero… ¿cuál es la razón de esto? No parece haber justificación…Con los brazos cruzados sobre su pecho, Kyrios adoptó una postura imp
Con un gemido ahogado, Beltaine hundió su rostro en los cojines del sofá, sumida en un mar de cavilaciones.—¡Por todos los cielos, lo que me saca de quicio es la falsa cortesía de ese desgraciado! —exclamó, mientras sus dientes trituraban la uña del pulgar con furia contenida—. ¡Maldita sea su estampa!De repente, una sensación insólita y al mismo tiempo conocida se arrastró por su muslo derecho, como si un río de fuego recorriese su piel. No hubo ni un ápice de tiempo para prepararse; el vacío se rasgó y de su negrura brotó Kyrios, tan imperturbable como la muerte misma.El chillido de Beltaine debió de oírse hasta en los rincones más remotos del planeta.—¡Diantres, no irrumpas así, como si nada! —gritó, llevándose una mano al pecho, donde su corazón martilleaba en un frenesí desbocado, y lo fulminó con la mirada.—Aún no he descubierto cómo anunciarte mi llegada —respondió Lord Kyrios con una calma exasperante, desempolvándose tras levantarse del suelo, pues había emergido directa