Los cuerpos de los lycans caídos, amigos y enemigos por igual, se acumulaban en las once opulentas salas y los vastos jardines, convirtiendo el suelo en un tapiz macabro. La visión de estos valientes, ahora reducidos a meras sombras de lo que fueron, era un recordatorio sombrío de lo mucho que estaba en juego.—¿¡Alguien sabe algo sobre nuestro Alfa!?—Una valiente guerrera estaba sirviendo de escudo para evitar que los malditos hijos de puta, ingresaran a la mansión para tomar posesión del trono de su Alfa—. ¡Con cada día que pasa esto se descontrola más y más!Ella no tendría problema en seguir defendiendo la mansión de su señor, sin embargo, luego de varios días de guerra, luchando sin parar, ya estaba más que cansada, su poder estaba menguando más rápido de lo que imaginó.En este escenario de desolación, la pequeña manada de Kyrios luchaba con una mezcla de rabia y esperanza. Cada uno de ellos sabía que la defensa de la mansión era más que un acto de supervivencia; era un gesto de
—¡Espía! ¿Nos estamos refiriendo a un miserable traidor infiltrado entre nosotros? —rugió Kyrios, sus ojos centelleando con una furia apenas contenida.—Exactamente eso, Alfa —respondió la ninfa con solemnidad, sus palabras resonando en el aire cargado de tensión—. ¿Cómo si no podrían las tropas de Lord Death conocer con tal precisión nuestras estrategias y movimientos?Kyrios apretó los dientes con fuerza, sintiendo la ira retorcerse en su interior como una bestia salvaje ansiosa por ser liberada. Decidido, extendió la mano hacia la esfera de energía una vez más, pero esta vez, permitió que todo su furor se desatara junto con su poder. El aire se llenó de electricidad y el olor a quemado inundó la estancia mientras canalizaba su ira hacia la esfera. Los miembros de su manada retrocedieron instintivamente, presintiendo el peligro inminente que se avecinaba.Una inmensa acumulación de energía llenó la sala, hinchándose hasta alcanzar su punto de ruptura con un estruendo ensordecedor qu
El jefe de policía irrumpió en la sala de reuniones con un aura de autoridad que llenaba el espacio, su mirada severa barriendo a través de los presentes. Con pasos firmes, se acercó a la mesa principal y golpeó con fuerza los informes, investigaciones y recortes de periódico esparcidos sobre ella. El estruendo resonó en la sala, silenciando cualquier murmullo.—¿Qué es esta mierda? —rugió, su voz atronadora llenando la habitación—. ¿Cómo es posible que este culto de idiotas sea responsable de todos los asesinatos en nuestra zona en los últimos meses?Sus ojos centellearon con una mezcla de furia y frustración mientras escudriñaba a cada uno de los presentes, demandando respuestas. Los agentes de policía se removieron inquietos en sus asientos, sintiendo el peso de su mirada sobre ellos.—¡Alguien tiene que darme una explicación! —exigió, su tono lleno de impaciencia y determinación—. No podemos permitir que esta locura continúe.Beltaine miró preocupada a su mejor amigo que ni aún, a
—¡Maldición!—gritó Beltaine, golpeándose la frente con fuerza al darse cuenta de que había estado escapando de la respuesta todo este tiempo—. ¡Solo estaba evitándolo porque actuaba como un niño irritante!Un empujón por la espalda la hizo tambalearse hacia adelante. Se giró rápidamente, lista para enfrentar a quien fuera que la hubiera golpeado sin siquiera disculparse.Al voltearse por completo, se quedó sin aliento.—¿Bastian un momento? ¿En serio eres tú?Bastian cambió su dirección abruptamente, pasando junto a ella como si fuera una sombra.Beltaine extendió el brazo para detenerlo.—¡Espera! ¡Te estoy hablando, Bastian!Cuando su mano tocó el hombro de Bastian, éste sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.—¡Dios mío!—exclamó Beltaine al verlo de cerca, su rostro completamente demacrado—. ¡Mira cómo estás! ¿Qué te ha pasado? ¿Estás enfermo?El rostro de Bastian estaba pálido y demacrado, sus ojos cansados reflejaban una profunda fatiga, como si hubiera llevado el pes
—Lo sé, lo presiento hasta los huesos; cada vez que me dejo atrapar por sus encantos, los síntomas se vuelven insoportables. No es Beltaine, de eso estoy seguro, pero ¿por qué me resulta imposible resistirme cuando ella me seduce y me hace creer que es Beltaine? ¿Por qué diablos mi voluntad se desvanece ante ella?Bastian se enfrentó a su reflejo en el espejo, la imagen de un hombre consumido por la confusión y el deseo. Con un gesto brusco, su puño encontró el cristal, y el sonido del impacto resonó en las paredes del baño como un grito silencioso.—¡Maldita sea! —exclamó con amargura—. Eres un completo desastre, Bastian. Un patético desastre.Cerró los ojos con fuerza, intentando contener las emociones que amenazaban con desbordarse.—Si no pongo fin a esto, nunca podré revelarle a Beltaine lo que siento. Nunca podré decirle que ella es la única que enciende la llama en mi corazón.El eco de sus palabras se desvaneció lentamente, dejando un vacío que se llenó con el peso de una verd
Beltaine contenía las ganas de lanzar un escupitajo directo al ojo de aquel insufrible necio. "¿Acaso se ha creído el rey del mundo para exigir favores a cambio de sus preciadas migajas de información?""¡Carajo! ¿Es que no puede, por una vez, conceder algo sin esperar retribución? ¡Qué fastidio!"Perdida en su mar de pensamientos, no notó cómo Kyrios, astuto como el lobo que era, se deslizaba cerca, atrapándola por la cintura con un movimiento furtivo.—Para obtener mi ayuda, tendrás que colaborar siempre que requiera tu presencia para que yo vaya a mi reino y tienes que demostrar ser una compañera digna del Lord de los Lycans, o sea, yo —declaró con un tono que destilaba arrogancia.Un grito agudo escapó de Beltaine mientras se aferraba a los hombros de Kyrios, quien la arqueaba hacia él en un abrazo que casi la partía en dos.Llevó su mano a la boca, sus rostros estaban peligrosamente cerca, y el embriagador aroma del Alfa comenzaba a confundirla, despertando una atracción inespera
—¡Alto ahí! ¡No te atrevas a avanzar ni un paso más!—exclamó Beltaine, interponiendo su voluntad como un escudo entre ella y Kyrios—. Y ahora, sobre esta peculiar condición tuya… ¿Acaso no bastaría con que yo, en la soledad de mi mente, te conceda el permiso? ¿No es posible que simplemente imagine que te doy luz verde y así se materialice el portal? Prefiero mil veces abrirlo yo misma a que tus manos se paseen por mi piel con esa intención tan… lasciva.Kyrios, señor supremo de los licántropos, sintió cómo su mandíbula se tensaba, su incredulidad se mezclaba con una chispa de diversión.—¡Vaya, vaya! Esta encantadora mujer cabeza de fuego realmente sabe cómo jugar sus cartas para ganar tiempo—murmuró para sí, con una sonrisa torcida asomándose en sus labios. Su mirada, intensa y calculadora, no perdía detalle de la expresión desafiante de Beltaine.—¡De ninguna manera es aceptable!—Kyrios lanzó su mano al aire con un gesto dramático, como si despejara una cortina invisible—. Imagina,
—¡Por los cielos y las estrellas! ¡Una, dos y tres veces malditas sean estas llamas infernales!Kyrios se desplomó en el suelo, sujetándose la boca como si intentara mantener a raya un enjambre de abejas enfurecidas.—¡Maldición, eso fue como besar el mismísimo sol!—rugió, levantándose con una mezcla de indignación y asombro. Sus ojos, dos brasas encendidas, se clavaron en la pelirroja que parecía la mismísima encarnación de la ira divina—. ¡Escúchame bien, hechicera de pacotilla! ¡Casi conviertes mi lengua en cenizas! ¿Tienes idea del sacrilegio que has cometido?Pero su furia se evaporó tan rápido como el rocío al amanecer al ver a Beltaine, su figura era un lienzo de desorden y deseo. Ella seguía recuperando el aliento, temblando bajo el abrazo invisible de la petite mort que se había apoderado de su ser. Tan frágil, tan expuesta, tan… suya.El lobo interior de Kyrios aulló, un temblor sutil pero poderoso.¿Qué brujería es esta? Siempre tan esquiva, siempre tan afilada con sus pala