—Debo salir, papi. Quedé de estudiar en casa de una amiga. ¿No te molesta, verdad? —me acerqué a él y le di un beso en los labios antes de esperar su respuesta.—No, ve —dijo Gabriel con una serenidad que parecía enmascarar un océano de emociones turbias.Sus palabras me tranquilizaron un poco mientras recogía mis cosas y salía de casa. Caminé rápidamente hacia la casa de Nathan, ansiosa por escapar de todo lo que acababa de suceder.Al llegar, toqué la puerta y, para mi sorpresa, Nathan abrió de inmediato como si estuviera esperando mi llegada. Su rostro mostraba una preocupación profunda al verme en ese estado.Sin poder contenerme, comencé a llorar en sus brazos, buscando consuelo en el abrazo reconfortante de mi Matute.—Nathan, no puedo hacerlo. Lo odio, lo odio con todo mi ser —le confesé entre sollozos, sintiendo cómo la rabia y la impotencia se entrelazaban en un torbellino de emociones abrumadoras.Él acariciaba mi cabello con ternura mientras yo me dejaba llevar por la trist
★Alondra.La quietud que se describe al estar en el ojo del huracán es algo hermoso; incluso el aire se siente menos contaminado y el cielo se ve más limpio. Esta sensación de calma y claridad era similar a lo que experimentaba mientras pasaba tiempo con Nathan. Cada momento a su lado era como un remanso de paz en medio de la tormenta que era mi vida.—Gracias —volví a decir, sintiendo la necesidad de expresar mi gratitud una vez más. Sé que a Nathan le molesta que agradezca tanto, pero ¿cómo no hacerlo? Él podría haberme abandonado y haberme dado la espalda, pero en cambio, está aquí, apoyándome y preocupándose por mí.Mientras él metía la cuchara en mi boca con ese delicioso chocoflán, su sonrisa cálida y amorosa iluminaba mi mundo. A pesar de que cuando lo conocí me pareció una persona fría y distante, ahora ya no lo es. Diría más bien que es cálido y comprensivo, capaz de entenderme incluso en mis momentos más oscuros.«Odio saber que debo volver al lado de ese maldito infeliz
Él se quedó viéndome con una seriedad que me hizo estremecer, sus ojos profundos reflejaban una mezcla de preocupación y cariño. Me refugié entre sus brazos, buscando consuelo en su abrazo fuerte y reconfortante mientras mi corazón latía con fuerza, casi como un eco del suyo. Sentía su pecho subir y bajar en un ritmo tranquilo y constante, una melodía hipnótica que me tranquilizaba en medio de la incertidumbre. Me dejé envolver por su calidez, por la seguridad que emanaba de él, y poco a poco me dejé llevar por el sueño, sintiéndome protegida y amada.Al despertar, alrededor de las 7 de la tarde, me sorprendió gratamente descubrir que había tenido la mejor noche de sueño en mucho tiempo. La sensación de estar junto a él, de sentir su presencia reconfortante a mi lado, había disipado mis preocupaciones y me había permitido sumergirme en un sueño profundo y reparador.Después me llevó a casa de Gabriel.Avancé sola hacia la casa, sintiendo un ligero cosquilleo de nerviosismo en el est
—Nathan, me tengo que ir —murmuré mientras me ponía de pie, mirando el reloj en la mesita de noche de madera. Eran las 4 de la mañana, tarde para estar aquí. La luz de la lámpara era suave, daba un ambiente medio triste medio y reconfortante.—Alondra, odio las despedidas y odio que tengas que irte. Todo por ese tipo maldito —dijo mientras me abrazaba por detrás y me daba un beso en el hombro.—¿Te dan celos, Matute? No tengo síndrome de Estocolmo, no te preocupes. Te ves lindo cuando estás celoso, mi Matute —le respondí, sintiendo mi corazón latir más rápido.—No estoy celoso, solo que no me gusta que él te toque. Eres mi chica —me dijo con ternura, y luego soltó una risita mientras me acariciaba la mejilla.Después, anunció que se iba. Por un momento, pensé que estaba bromeando, que no se iba a ir. Pero su cara seria lo confirmó. «¿Me dejará?» No puedo quedarme sola con ese tipo.—No te vayas —le supliqué, tratando de no parecer muy débil.—Tengo un trabajo en otra ciudad y me teng
Aprovechando la información que Ana me proporcionó sobre la tumba vacía registrada a nombre de Strella Mayer, desplegué mis habilidades como hacker para acceder a los estados de cuenta de Gabriel desde mi ordenador principal.Descubrí una serie de pagos importantes a un internado en Georgia. Al profundizar en la investigación, un informante reveló que una de las niñas inscritas tenía el apellido Mayer. Mientras él avanzaba un paso, yo ya había dado dos, trazando un plan para manipular la situación a mi favor.Informé a los guerrilleros en esa ciudad sobre la presencia de hijos de magnates empresariales en el internado. Este movimiento, calculado con precisión, distraería a Gabriel cuando descubriera el secuestro de su hija. Previsiblemente, pronto exigirían un rescate por ella, lo que además de mantener ocupado a Gabriel, serviría para debilitar esa organización criminal. También tendría el efecto secundario de alejar a Gabriel de Alondra, cumpliendo así con mi doble objetivo.Des
El discurso del diputado fue, como siempre, lleno de promesas de campaña y demás, mientras su esposa cargaba entre sus brazos a su pequeña hija y el niño estaba parado al lado de ella, tomándole la mano. Siempre aparentando ser la familia ejemplar, pero ella no se veía tan feliz, eso lo sabía yo.Ana parecía muy atenta al discurso, lo cual despertó mi curiosidad.—No sabía que te interesaba la diplomacia —le pregunté a Ana, tratando de saciar mi intriga.—No, pero Nethan y yo tenemos nuestras sospechas de que el diputado no es lo que aparenta —respondió Ana en un tono bajo y enigmático.—Es amigo de Gabriel, así que no creo que sea lo que aparenta —comenté.—¿Son amigos? —preguntó Ana con sorpresa en su voz.—Sí, creo que tienen algunos negocios juntos, junto a una psicóloga de apellido Santillán. La empresa de Gabriel se encarga de la fabricación de fármacos, la heredó de sus padres, y creo que Alexander es socio o algo así. La verdad es que no sé mucho del tema, ya que no le daba im
—¿Muerta? —Él dio unos pasos hacia atrás, aparentemente negándose a aceptar esa suposición, su rostro mostraba una mezcla de incredulidad y desesperación.—¡No puede ser! —exclamó con angustia en su voz. —Mi hija no puede estar muerta.El oficial de policía intentaba mantener la compostura frente a la desesperación de Gabriel.—Señor, si esa niña es su hija... Si lo es, puede pasar a recoger su cuerpo a la morgue —le dijo el oficial.No imaginé en ningún momento que él se preocuparía tanto por su hija.Simplemente se quedó mirando fijamente aquella imagen, y luego sus labios esbozaron una sonrisa nerviosa. No sabía si estaba feliz o simplemente incapaz de expresar sus sentimientos.—Venga conmigo, lo llevaré a la morgue —le ofrecí al ver su gesto perdido.Me miró intensamente, como si me culpara de alguna manera por la muerte de su hija.Desvié la mirada y di media vuelta, comenzando a caminar hacia la morgue con él siguiéndome de cerca.En ese momento, sentí una furia incontrolable y
—Ya te mostré mi placa y, además, te dije que conozco a tu madre. Puedo llevarte con ella para que puedas decirle todo lo que tu papá te ha dicho. Sé que ella se encargará de desmentir cada palabra que ha salido de su boca y demostrarte que te ama —expresé con calma, tratando de transmitir confianza a la pequeña.—Gracias, pero no. Me quedaré en este lugar hasta que papá venga por mí —respondió Strella, con convicción en su voz, aunque sus ojos reflejaban incertidumbre.—¿En verdad quieres quedarte en este sitio? —pregunté con curiosidad, notando su mirada perdida mientras observaba a su alrededor.Ella giró la cabeza, observando desconcertada todo el lugar. No parecía saber dónde estaba, pero cuando se dio cuenta de que estábamos en la morgue, dio un brinco y se refugió en mis brazos.—Fantasmas —gritó la pequeña mientras temblaba, sus palabras cargadas de miedo y angustia.Sonreí de lado y la abracé con ternura, sintiendo su tembloroso cuerpo. Con cuidado, la llevé fuera de ese lúgu