Mi vecino, mi tormento
Mi vecino, mi tormento
Por: Miri Baus
Capítulo 1 Bruno

Por Emanuel

Estaba esperando que se abriera el portón del garaje de la casa de mi padre, cuando en la puerta de la casa de nuestros vecinos, veo a Solange, charlando, como siempre con Morena, su amiga.

Digo como siempre, pero me refiero a que ellas son amigas desde que las conozco, sin embargo, hacía muchos años que no veía a la señorita maleducada.

Aunque en su momento le hice tragar toda su estupidez.

Miré de reojo, seguía siendo bella, bellísima, sexi, sensual y todos los adjetivos que se me pudieran ocurrir, pero también era malcriada, déspota, antipática, y terriblemente estúpida.

Ya se lo dije una vez, era la tonta que vivía al lado de la casa de mis padres.

Si bien hacía muchos años que no la veía, estaba seguro de que seguía siendo igual que antes.

Morena se despidió de ella en el momento en que yo estaba entrando a la mansión familiar.

-Hola mamá ¡Feliz cumpleaños!

-¡Gracias! Te esperaba por la noche, con Gloria.

-Quedate tranquila, que ella va a venir, yo pasé un momento, por si necesitaban algo.

Digo mientras le entregué un hermoso ramo de rosas rosas, las preferidas de mi madre.

-Hijo, siempre sos maravilloso.

Mi madre realmente cree que soy el mejor del mundo, siempre nos adoró, tanto a mi hermano como a mí, aunque con Ricky están algo distanciados.

Él se abrió camino por su cuenta con otra empresa, lejos de nuestro rubro y si bien colabora con la empresa familiar, no es constante y discute bastante con mi padre por ese asunto.

Ricky es socio de una importante cadena de gimnasios, que se hallan dispersos en los puntos top de toda la capital y en las ciudades más importantes del país, siempre en barrios cerrados o de cierta categoría.

Sus gimnasios son reconocidos en muchos aspectos y las cuotas que cobraban no las podían pagar cualquier empleado.

A mi padre le molestaba que en lugar de dedicarse en un 100% a nuestros negocios, haya prescindido, en parte, de nosotros.

Hace mucho que pienso que Ricky está ocultando algo, o que ese tema va a ser la ruptura de nuestro grupo familiar.

Por mi parte, tampoco puedo decir mucho.

Me ponen como ejemplo en las empresas, pero mi vida privada es un fracaso total, cubierta de desesperanza.

Me casé con la mujer que me impusieron mis padres, fusionamos varias empresas con los padres de mi esposa.

Sin embargo, puedo decir que yo le tenía cierto cariño, no puedo decir que estaba enamorado como un loco por ella, aunque en un momento creí que habíamos logrado cierta armonía.

Nos casamos porque ella estaba embarazada, mejor dicho, adelantamos el casamiento por ese motivo, porque de todas maneras nos hubiésemos casado igual.

Todo marchaba medianamente bien.

Cuando me casé tenía 23 años recién cumpliditos y un flamante título de abogado, mi mujer era hermosa, su familia era la ideal para unirnos a ella, aunque luego descubrimos que no lo era tanto, ya que estaban casi en la ruina y pretendieron engañarnos.

Claro que yo, personalmente, le levanté todos los muertos, como se dice normalmente, es decir, pagué unas cuantas deudas millonarias, aunque eso no fue gratis para ellos, porque hoy por hoy, el 80% de sus acciones, están a mi nombre.

Claro que al estar casado con Gloria, todo quedaba en familia…

Nació mi hijo, y todo marchaba aparentemente bien, el primer año de matrimonio creí que esa era mi vida ideal, hasta que me enredé con una secretaria de una de mis empresas.

Mi hermano apenas aparecía por el lugar y mi padre me permitía hacer y deshacer.

Fue un amorío de paso, pero me sirvió para darme cuenta de lo aburrido que era mi matrimonio y de lo fría que era, últimamente, Gloria en la cama.

Cuando lo pensé dos minutos, creo que ella cambió desde el momento en que quedó embarazada.

Recuerdo que al principio pensé que era por su estado, pero luego de que naciera Bruno, nada cambió.

No nos llevábamos tan bien, aunque su familia parecía adorarme, claro, los salvé de la ruina y su hija estaba casada con un hombre que se hizo cargo de la situación, ella vivía como una reina y nos presentamos juntos en todos los eventos familiares y sociales.

Todo marchaba medianamente bien, aunque yo, con mucha discreción, cada tanto me tiraba una cañita al aire.

En mi casa, Gloria era la gran señora, una dama que siempre estaba impecable, se ocupaba de nuestro hijo, que lamentablemente era un niño bastante débil, solía enfermarse a menudo y hemos pasado muchas madrugadas con nuestro pequeño en una clínica, hasta que se mejoraba, pero nunca lo hacía en un 100%, solía tener recaídas y los médicos no encontraban la razón.

Suponía, en ese momento, que eso, en parte, también desgastó nuestro matrimonio.

Hasta que en una de sus internaciones, nos llegó la peor de las noticias, tenía una especie rara de leucemia, que no era detectable a simple vista o con unos pocos análisis, es que cada vez profundizaban más los estudios, porque estábamos todos preocupados, incluso los médicos.

-Solamente el 10% de los niños tiene este tipo de leucemia.

Dijo el médico que estaba hablando con nosotros, estábamos los dos devastados.

-El niño se va a salvar, pero requiere un trasplante alogénico, de un donante, es decir de uno de sus progenitores hematopoyéticos.

Prosiguió hablando el médico que era el especialista en ese tipo de enfermedades.

-Su hijo tiene leucemia linfoblástica aguda, también llamada, LLA.

-Usted dijo que se podía salvar si los donantes somos algunos de nosotros dos.

Le dije al médico.

-Sí, es cuestión de hacerles los análisis para saber quién de los dos es compatible.

Gloria estaba muy pálida y temblaba, no era para menos, nuestro pequeño hijo estaba muy grave.

Nos hicimos ambos los análisis correspondientes.

Entiendo que apuraron los resultados.

Estábamos en la habitación con nuestro retoño, cuando se acercó el médico y nos pidió, menos amable que de costumbre, que fuéramos a su consultorio.

-Señores no me gusta perder tiempo.

No entendí su comentario.

-¿Son los  progenitores?

Gloria se retorcía las manos, y yo, como un imbécil, no entendía porque estaba de repente tan nerviosa.

-Sí.

Le contesté con seguridad.

El médico solamente miraba a Gloria.

-¿Sabe que está en riesgo la vida de su hijo, qué pende de un hilo?

Le preguntó casi furioso.

Gloria lloraba sin control.

-Señora ¿Es consciente de que la vida del niño pende de un hilo?

Repitió.

-No entiendo.

Le dije al médico y yo tampoco estaba siendo amable.

Él profesional sacó unos papeles de una carpeta que estaba en su escritorio.

-Señora, usted es sumamente egoísta.

-¿Qué sucede? ¿Por qué trata así a mi esposa?

El médico osa sonreír casi con desprecio.

-Estos análisis no mienten.

Dice con un gesto grave.

-¿Habla usted o lo hago yo?

Le preguntó el médico a Gloria, casi sin paciencia.

-Lo lamento…

Me dijo Gloria.

-¿De qué estás hablando?

-Pensé que iba a ser yo la que pudiera brindarle todo para el trasplante.

-No te preocupes, no sos menos madre por eso, yo…

Le dije para contenerla.

-Señora, ya basta de perder tiempo, ¡Es la vida de su hijo!

-Ema… no sos el padre de Bruno.

Dijo bajando su cabeza.

-¿Qué?

Eso no me cabía en la cabeza.

Me casé con ella por cientos de acuerdos económicos, sí, que al final muchos fueron puro engaños.

Pero también lo hice porque ella estaba embarazada.

¿Todo fue un engaño?

¿Nos vieron la cara a mi familia y a mí?

Recuerdo haber mirado a Gloria con mucha bronca y que pese a no ser el padre de Bruno, sólo pude pensar en esa criatura, que sentía como si fuera mi verdadero hijo.

-¡Llamá ya al padre! ¡Que se haga cargo de Bruno!

-Es que no sé si va a querer…

Me dijo llorando.

-¿Sos idiota? No es cuestión de que quiera o no, es la vida de su hijo.

Dije con odio, antes de salir del consultorio.

En ese momento tuve ganas de irme al diablo, pero lo pensé dos segundos y volví a la habitación del niño, que no tenía la culpa de nada.

Mi suegra no entendía mi cara, yo ni siquiera la miré.

Gloria apareció al rato y le pidió a su madre que nos dejará solos, que necesitaba hablar conmigo.

-Que tu madre se quede, que lo sepa.

Gloria terminó confesando la verdad.

Horas después apareció el padre de Bruno, yo me fui, no tenía porqué compartir nada con ellos.

El pequeño se salvó, gracias a Dios.

Era un angelito, que no tenía la culpa de nada.

Realmente estaba impactado por la noticia, pero lo que más me enfureció fue que Gloria pretendió ocultar la verdad a pesar de la salud de su hijo.

Prefirió llevar todo hasta las últimas consecuencias.

Al padre yo lo conocía de vista, era un “amigo” de ella.

Ya poco me importaba, mi orgullo estaba herido, no por amor, la despreciaba demasiado para que me duelan sus mentiras, me molestaba que expuso, por el tiempo que perdió, a Bruno.

Gracias a Dios el niño se salvó, mi matrimonio está en veremos, porque aunque pasaron algunos años de ese momento, nunca me divorcié, había mucho en juego y decidí acomodar todo los papeles primero.

Sé que cada día que pasa, Gloria se pregunta si es el último día en nuestra casa y ese es el peor castigo que le puedo brindar, ella adora mi mansión, porque en realidad, hasta esa casa que alguna vez estuvo a nombre de los dos, ya no lo está.

Estamos en el último tramo de todas las negociaciones, Gloria está a punto de quedarse en la calle.

Perdió hasta lo poco que aportó al matrimonio, su familia la odia y mi familia la odia aún más.

Mis padres la desprecian, pero siguen viviendo de las apariencias, de lo que no tienen idea, es que yo tengo resguardado hasta el último centavo que pusimos para salvar las empresas Vanucci y que la familia Vanucci se está hundiendo cada día, no por mi culpa, es que ellos llegaron a ese punto porque gastan más de lo que ganan y debo decir, a mi favor, que hace falta derrochar mucho para gastar tanto dinero.

Ya no es mi problema.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP