Capítulo 5 Virgen

Por Emanuel

Ella, luego de sus palabras, se alejó de mí.

Veo cómo se acercó a su pareja y a mi hermano, quién la abrazó sin ningún pudor, y le dio un beso en la coronilla, reiterando cuanto la había extrañado.

A mí me resultaba cada vez más rara esa supuesta amistad y tanto cariño que mi hermano le demostraba a Solange.

Tenía cierta incomodidad y los recuerdos surgían solos, como en una nebulosa, me veo recorrer varias veces, hace más de 6 años, la zona en donde estaban varias discotecas, esas en las que la juventud bailaba hasta bien entrada la madrugada.

Recuerdo que era la madrugada del día en que la mocosa me había brindado ese bailecito.

Yo había estado con unos amigos, tomando cervezas en un pub dónde solíamos ir.

Había tomado bastante, pero no lo suficiente como para no ser consciente de mis actos.

Fue cuando la vi, estaba en la parada de taxis, estaba con otras chicas que yo no conocía.

Frené mi camioneta y toqué la bocina.

Solange me miró.

En ese momento no supe si me había reconocido o no.

- ¡Solange!

Grité cuando bajé la ventanilla.

- ¿Qué?

Me preguntó ella.

-Subí que te llevo.

-Estoy con mis amigas.

-Morena no está, subí.

Le ordené, su impasibilidad, me exasperaba.

- ¿Lo conoces?

Le preguntó una de las chicas que estaba a su lado.

-Sí, es el idiota de mi vecino.

Sus palabras las adiviné, porque ella arrastraba las letras.

¡Estaba borracha!

¡Le podrían hacer cualquier cosa y no se iba a enterar!

-Entonces andá, yo me quedo en la casa de Camila.

Dijo una morocha bastante flaquita y vestida estilo Dark.

No tenía mucho que ver con la sensualidad de la mocosa que tenía por vecina.

- ¡Subí!

Le ordené.

Ella abrió la puerta y levantando mucho la pierna, mi camioneta era alta, subió con torpeza.

- ¿Estás borracha?

Le pregunté con voz acusadora.

- ¡Nooo!

Dijo de mala manera, mientras cruzó una pierna sobre otra, haciendo que su minifalda se subiera demasiado.

Yo hasta me imaginé el color de su tanguita…

Un bocinazo hizo que volviera a prestar atención al tráfico.

Estaba un poco mareado, creo que había tomado más de lo que pensaba.

Manejé con un poco más de cuidado de lo que solía hacerlo.

No hablamos demasiado durante el trayecto, aunque cada tanto la miraba y me preguntaba si se daba cuenta de que estaba mostrando mucho más de lo que debía.

Tenía esa minifalda que por poco se le veía su parte íntima y ese top que le marcaba el pecho tan sensualmente, que, al mirarlo, no podía contener mi erección.

Sin pensarlo demasiado, al estar cerca de nuestras casas, doblé dos cuadras antes…

Estacioné frente a la ligustrina que daba a la mansión de los Vernez, ellos eran un matrimonio mayor, que apenas salían.

Del otro lado había un parque, que a esa hora estaba desierto.

- ¿Llegamos?

Me preguntó mientras se acomodaba el cabello y no supe si me estaba cargando.

- ¿Estás muy borracha?

Le insistí.

-Nop… tomé champagne con una bebida energética y un par de chupitos…

¡Mezcló bebidas!

- ¿Sabés que eso te hace mal?

-Pero es divertido.

- ¿Te querés divertir?

Le pregunté, mientras ella se desabrochaba el cinturón de seguridad.

- ¿Cómo?

Me preguntó.

Juro que no estaba pensando con claridad, aunque era dueño de mis actos.

Yo no tenía cinturón puesto, y me acerqué a ella, rozando sus labios.

- ¿Hoy bailaste para mí?

Ella se sonrojó.

- ¿Cuándo?

¿Quiere disimular?

- ¿No te acordás?

Le pregunté, muy cerquita de su oído.

Sentí como se estremecía y fue mi perdición.

Le tomé la boca y ella me devolvió el beso, mis manos se dispararon a sus pechos y un gemido sonó en mi oído.

-Sos hermosa.

Le dije con mis sentidos nublados.

La camioneta que tenía en ese momento era un modelo grande, su interior era cómodo y sus asientos eran amplios.

Me encontré sobre ella, besándola con frenesí, olvidándome del odio casi atroz que esa mujer me despertaba.

Mi deseo era el que gobernaba esa noche.

Mis caderas se movían solas, la tanguita de ella hacía rato que se la había bajado, la masturbé con ganas, hasta que sentí su desesperación, seguía sin pensar, es que había estado todo el día imaginando tenerla así, mis pantalones estaban desabrochados y en un acto de locura, me enterré en ella.

- ¡Ay!

Se quejó, quedándose quieta.

-Perdón, creo que fui muy brusco.

Sin embargo, en ese instante me di cuenta de lo estrecha que era.

Algo ocurrió…

No podía ser virgen…

Me bailó desnuda esa misma tarde, y lo hizo sin ningún pudor.

Le tomé el pecho, sin querer pensar en mucho más, pero sintiendo un placer que nunca en mi vida había sentido, ella me seguía devolviendo los besos, que parecían estar marcados a fuego, era demasiado apasionada como para ser virgen.

Sin que lo viera venir, tuve un orgasmo tan potente, que creía que no terminaría nunca más de eyacular.

Lo recuerdo hasta hoy, porque esa noche muchas veces viene a mi mente.

Sin salir de su interior, seguí besándola.

-Sos muy hermosa.

Le repetía.

-Estoy hipnotizado por tu belleza.

Su carita me miraba asombrada, mientras su boca respondía con fervor, dejándose gobernar por la mía.

Mi miembro creció nuevamente y mis embestidas eran casi salvajes, me pareció que ella se quejaba, pero yo no podía dominarme y estaba escuchando sus gemidos, en un momento sus uñas se enterraron en mi espalda y su boca mordió mi hombro, mientras que sentí como su interior se empapaba con su eyaculación, esa tan femenina que lubricaba toda su zona y yo volví a explotar de placer.

Pocas chicas eyaculaban, más allá de tener orgasmos y pocas eran tan apasionadas, ni siquiera mi novia tenía ese ardor.

-Sos la mejor que existe.

Le dije, pensando en los dos poderosos orgasmos que sentí.

En ese momento, ya estando los dos más tranquilos, me di cuenta del terrible mordiscón que tenía en mi hombro derecho.

-Me mordiste.

Le dije acusándola y pensando que fue demasiado fácil sacarme las ganas de ella, hasta me molestó que se haya entregado de esa manera.

-Perdón… es que… no pude controlar lo que sentía.

Me dijo con sencillez y no creí que fuera sincera, recuerdo que pensé que me había dejado esa marca a propósito, para crearme algún tipo de problema con mi novia, de hecho, si me veía, le tendría que poner alguna excusa.

Hasta que salí de ese interior que me hizo sentir tan espectacular, porque entre las dos veces que eyaculé, no había salido de ese paraíso de pasión, tan caliente y húmedo como aguas termales, pero mucho más placentero…

Al mirar mi pene, lo veo lleno de sangre.

Me di cuenta de que verdaderamente no supo controlarse, porque no tenía experiencia.

Luego pensé, casi con orgullo, que me quedé con la virginidad de mi antipática y sexi vecina.

Aunque en el interior de mi camioneta, no me parecía tan antipática, ni tan engreída.

-Eras virgen.

Le dije, como si eso fuera un detalle menor, algo sin importancia.

-Sí, tengo 16 años, aunque la mayoría de mis amigas debutaron hace rato, yo… estaba esperando sentir algo especial y tus besos y tus caricias lo fueron.

¿Qué me quiso decir?

¿Le gusto tanto?

Nunca pensé que yo le podría gustar a esta antipática pibita.

Mi ego creció como la espuma.

Me limpié con unos pañuelos descartables que suelo tener en la guantera de mi camioneta y hasta fui caballero, porque también la limpié a ella.

Solange miraba atentamente mis movimientos y de pronto me sonrió, su sonrisa era cálida y no me gustó lo que me hizo sentir.

- ¿Qué?

Le pregunté con sequedad.

-Nada… sos muy lindo.

Hasta el día de hoy recuerdo cada detalle y cada sensación, eso me molesta bastante, porque siento que no soy el dueño de la situación, ni de lo que mi cuerpo desea.

- ¿Te parezco lindo?

Le había preguntado y hasta me parecía infantil esa palabra.

-Sí, mucho.

-Disfrutame, nena.

La volví a besar y ella me devolvió cada beso, estaba amaneciendo y pronto saldría algún vecino, por lo que me apuré a penetrarla y solamente pensaba en terminar de sacarme las ganas de tenerla en mis brazos, ni pensaba esperarla a que tenga su orgasmo, pero ella de pronto comenzó a gemir y a moverse con un ritmo único, y nuevamente sentí su explosión y su líquido squirt, calentó hasta la última célula de mi ser y eyaculé con alma y vida.

¡Cómo gocé con ese cuerpo!

Unos pocos minutos después de pasado el momento, me acomodé la ropa, casi sin mirarla, esa chica era el diablo, ejercía sobre mí una atracción que yo no tenía intención de sentir, por eso iba a doblegar cada impulso que sintiera.

-Bueno, ya debutaste, ahora acomodate la ropa.

Le dije, como si le hubiera hecho un favor.

Sí gozó tanto, se lo hice ¿No?

Antes de bajar, ella buscó mi boca, yo apenas le devolví el beso, ya había pasado el momento de besarnos, no tenemos una relación ni nada que se le parezca, no quería que se confundiese.

Bajó en la puerta de mi casa, antes de que yo guardara mi camioneta.

No esperé ni que ella abriera la puerta de su hogar, porque el portón de mi garaje ya estaba abierto.

Recuerdo que, al acostarme, algo me molestaba.

Al rato me quedé dormido, aunque estaba un poco inquieto.

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