Con una mezcla extraña de emociones, luego del momento de pasión compartida con Marcos y Paula, Samuel necesitó su espacio. Se fue al centro de Barcelona y paseo intentando dejar que su mente y sus pies vagaran como cualquier turista. Había disfrutado mucho de la experiencia, más de lo que hubiera imaginado en caso de que una idea tan loca se le hubiese cruzado por la mente. No por el trío en sí, si no por las personas involucradas. Jamás pensaría que disfrutará compartir a Paula, ya que lo celos le dominaban con una fiereza desconocida hasta el momento, y por dichos celos odiaba a Marcos. Entró en las tiendas de música, de artesanía. En su ir sin rumbo marcado se cruzó con una chica que le resultó familiar. Ella no le vio o no le conoció a primera instancia. Samuel dio media vuelta y la siguió a una distancia prudencial sin que pudiera ser descubierto, en lo que intentaba recordar de dónde le conocía. Esta era una sensación que siempre le causó mucho desagrado, ya fuera que le ocurri
—¿Dónde estabas? —preguntó Marcos al ver llegar a Samuel al bar del hotel. Allí tomaba con Paula: un cubata para cada uno. —¿Y a ti que te importa? —contestó Samuel. —Tienes razón —dijo Marco y le dio la espalda en la silla. Para suavizar la situación, Samuel que comprendió que como de costumbre había sido un borde le tocó el hombro y le mostró la tarjeta de su habitación como quién entrega una propina abundante con superioridad. —Te tengo una sorpresa en mi habitación —dijo y tomó asiento al lado de Marcos, más lejos de Paula. —¿A mí? —preguntó visiblemente sorprendido. —Miedo me das —dijo Marcos con indiferencia. —No es para menos —agregó Paula más intrigada. —Tú mismo —Samuel se encogió de hombros y dejó la tarjeta sobre el mostrador del bar, en medio de ambos. Tras un breve silencio, Marcos agarró la tarjeta: —Vamos allá… —Te traje alguien que una vez se te escapó. Pero déjame algo cuando termines, una sobrita. Ah y por cierto…de nada —dijo Samuel mientras Marcos los d
—¿Por qué Barcelona? —preguntó Samuel desde la ventana del hotel. Afuera comenzaba a anochecer. —Sé que están aquí —contestó Paula. —¿Cómo lo sabes? —Lo sé. —Podemos crear más vampiros como me creaste a mí. Haríamos nuestra propia manada. Seriamos una manada ¿no? En Valencia no encontramos nada. —No estábamos buscando nada en Valencia. —Me dijiste que sí. —Estábamos buscando, pero no. —En Zaragoza tampoco buscábamos, aunque me dijiste que sí. —Adelante —dijo Paula sarcástica—. Ya sabes que me flipa contestar preguntas y que me lleven la contraria. Samuel se paseó por la habitación. Ella prefirió ignorar su evidente disgusto, ya tenía bastante con el suyo propio: la paciencia no era una de sus virtudes. El contar con la eternidad no cambiaba para nada el hecho de que cuando quería algo lo quería ya. Le molestaba la comodidad y la complacencia que Samuel mostraba con su modo de vida. No tenía intenciones de jugar a los novios fugitivos para siempre. Ella tenía un objetivo. —Q
Samuel entró a la habitación que compartía con Paula. De su brazo traía a una chica tambaleante. Paula supo reconocer la debilidad propia de las victimas que eran desangradas poco a poco. En muchas ocasiones compartían las víctimas, tenían sexo cada uno por su parte, pero al final compartían sus presas. En otras ocasiones tenían sexo entre ellos y luego salían de caza juntos. Marcos había vuelto a la vida media hora más tarde, pero estaba evidentemente aturdido, sentado sobre la alfombra en bóxer y con las manos se cubría la cara. —Lo convertiste —reclamó Samuel. —Tal vez sea que te estoy haciendo caso y formando mi propia manada. —Para nada. —Trae acá a tu amiguita —exigió Paula. Samuel retrocedió, le envió a una chica disfrazada de vampiro con mordidas por ambas partes del cuello. La chica avanzó con desgaño y sin voluntad hasta los brazos de Paula, tropezando con la alfombra del suelo, pero sin detenerse. La fórmula para anular la voluntad de Samuel era diferente a la de Paul
A quien quería esa noche Paula era a Samuel. Samuel que de seguro había logrado conquistar a Lara o Rebeca. Esperó a que llegara y cuando entró a su habitación, ella entró detrás de él. La tarjeta de entrada de Paula calló al suelo. Samuel se agachó a recogerla y ella aprovechó para pisotearle la mano. Los huesos crujieron bajo sus tacones. —No vuelvas a desobedecerme. No vuelvas a atentar contra mis planes. Él encontró placer en el dolor que Paula le causaba y con los ojos brillantes le miró desde el suelo. —¿Todavía estás enojada por lo del perdedor ese? —Todavía no entiendes que no es por él, que es por mi —retiró el pie de la mano del chico. Con la otra mano él se ajustó los huesos que volvieron a su lugar mientras se incorporó. Entonces ella lo empujó contra el armario mientras le lamió el cuello. —Cuéntame… —No hay mucho que contar —dijo Samuel—. Allí todos son vampiros falsos. No creo ni que sepan que existimos. Paula le desabrocha el cinto y zafa el pantalón. Samuel s
Con el teléfono de Lara en su poder Samuel descubrió que había otra fiesta. Y esta vez no era en el repulsivo “El cuello de la víctima”. Para la fiesta los tres habían decidido adoptar un personaje como “Los Fakes” y por tanto vestirse como ellos. Paula se adueñó de Rebeca, o sea de su personaje. Para entrar en situación habían leído sus mensajes, sus correos, revisado sus fotos y visto todo lo que pudieron de “Crónicas vampíricas” y “Los originales”. Samuel decidió que continuaría siendo Klaus y Marcos escogió a Elijah. Paula además se fue de compras, un poco de relax en medio de tanto estrés. Se agenció una peluca rubia de rizos abundantes, de pelo natural. No de esas que brillan tanto que son capaces de encandilar a cualquiera. Los tres aguardaron cerca del lugar donde era la fiesta. Una casa de tres plantas con aspecto un tanto lúgubre. Inspeccionaron los alrededores y esperaron que entraran los primeros invitados. Las primeras fueron dos chicas. El procedimiento era sencil
Después de su conversación con Drácula y como parte de su paseo, Paula fue hasta el baño. Unas chicas entraron, ella sacó su pintalabios y se retocó el maquillaje. —Dice Elena que estuvo con él —dijo la de pelo negro entrando al inodoro. La otra rubia se quedó fuera junto a las picas esperando—. Pero no lo sé. Antes decía que había estado con futbolistas del Barça, antes de todo esto, y que sí no lo decía era porque no quería romper matrimonios. Era de esas que invitan a fiestas exclusivas de futbolistas. —¿Y si le iba tan bien por qué decidió convertirse en vampira? —preguntó la rubia. —Pues porque dice que era su vocación. —Madre mía, una trolera debe ser —dijo la rubia echando una mirada desinteresada a Paula—. Seguro la botaron de esas fiestas, si es que alguna vez la invitaron. Si estuvo con él y lo conoce tan bien te dijo si es un vampiro de verdad. Uno de los de verdad, verdad. Es lo que yo he escuchado. —¿Quién te dijo eso? —preguntó la pelinegra saliendo del inodoro dire
Luego de acostarse con él, sin decir nada tampoco, Paula abrió la puerta para que Marcos se fuera. Y el chico tan obediente como siempre iba a salir cuando Samuel hecho una furia Samuel lo devolvió adentro. Marcos cayó contra la pared. Paula se cruzó de brazos en medio de la habitación, realmente sorprendida. ¿Qué diablos hacía Samuel fuera? ¿Había pasado la noche allí expiándola? ¿O era una simple coincidencia? Marcos se recuperó del impacto y le devolvió el empujón a Samuel que cayó contra una mesita de noche. —¿Qué cojones crees que haces, Samuel? —preguntó Paula. —¿Sigues follando con este? —dijo Samuel y como contraataque levantó a Marcos por el cuello contra la pared, sus pies daban pequeñas patadas en el aire. Con un puñetazo en las costillas Marcos se liberó del agarre. Cayó al suelo en cuclillas y tosió: —Lo que me sorprende es que todavía se acueste contigo —contestó Marcos. —Yo estaba primero —dijo Samuel. —Exacto. Eso te convierte en el cornudo. Samuel atacó a Ma