A Marcos le molestaba la intensidad de la luz en las retinas, el ruido del ambiente del hotel le aturdía como si estuviera en el centro de Barcelona. Pero se le hacía mucho peor del ruido de los recuerdos que se agolpaban los unos contra los otros interponiéndose, mezclándose aun cuando no tenían nada en común. Lo mismo recordaba el dolor repentino de su muerte, la oscuridad, la nada en el limbo y de vuelta a la realidad como un viaje relámpago. Si los viajes entre dimensiones existían debían de sentirse así. En un momento estabas en una dimensión y al otro en la otra. En n momento era un chico normal conociendo a una chica guapa y al otro un vampiro. Paula le había contado que estuvo muerto media hora, que el tiempo solía variar un poco, pero que generalmente oscilaba entre los veinte minutos y la hora. ¿A cuántos había convertido? Sin saber por qué el piso y la alfombra le parecían el lugar más cómodo de la habitación. allí estaba en bóxer. El chico al que había dejado sentado p
Marcos fue instalado por Paula en la habitación 386. Ella hizo la reserva y cuando Marcos le preguntó por el dinero ella con un gesto le indicó que ya estaba cubierto. Un gesto despreocupado. Al parecer no le importaba el dinero. ¿Vendría de una familia rica de chupasangres? Luego llegó Samuel con su historia ofreciéndose para enseñarlo a salir al sol. Todo era una patraña que terminó con él bajo una tumbona acurrucado como un niño pequeño intimidado por la oscuridad, solo que este caso era por la luz del sol. Y en esos escasos segundos se machucó a sí mismo por estúpido, por dejarse embaucar. Nunca había pasado tanto miedo en su vida. De no ser rescatado por Paula habría muerto, por segunda vez en una semana y esta vez de forma definitiva. Por supuesto que Marcos no se creyó que era una broma pesada de Samuel. Era lo que era, un intento de asesinato frustrado. El dolor de curarse era fuerte, pero se alegró de sufrirlo. Marcos calló porque sobre todas las cosas quería vivir. Ya se
—Necesito ir a mi casa, Paula —dijo Marcos al entrar en su habitación.Ella le indicó dónde estaba la llave del Land Rover y continuó bebiendo su vino caro.—¿No quieres saber a dónde voy?—A ver cuéntame, Marcos. ¿A dónde vas? —preguntó Paula con tono de fastidio.—A mi casa.—¿Y...? Vamos, habla. ¿A qué vas a tu casa? ¿Llamo a la prensa?—Ya sé que no te importa un mierda, pero mi vida está de cabeza y no sé que hacer. Por suerte mi madre, es decir por desgracia está muerta, pero al no tener familia no tengo que dar eplicaciones.—¡Hurra! —se burló Paula y bebió—. Bien por ti.—El caso es que no sé que hacer con mi vida. Recojo mis cosas y las traigo para acá. Continúo pagando la hipoteca, aunque solo podré hacerlo por un año ya que no tengo trabajo. Y…—Marcos, Marcos, Marcos —le interrumpió Paula—. Detente ahí. Si parece que me importa una mierda, es porque me importa una mierda. Abres la puta boca y lo único que escucho es Bla, bla, bla.—Ya, claro. No sé ni para que me molesto —
El inicio de la noche en el “Under Club” iba sin grandes sorpresas. Samuel era alo previsible. Bailaba con un poco de torpeza bien pegado a Lara, así además de disimular que el baile no se le daba del todo bien, provocaba los celos de Marcos. Y Marcos se hubiera puesto celoso si no fuera porque ya había determinado que se concentraría en Paula y al ver que Lara también disfrutaba del numerito como si quisiera decirle sin palabras. No supiste ganarte todo esto. Pero no era Lara precisamente un trofeo el que ganar. Era bellísima, eso sin lugar a dudas, pero el hecho de que buscara siempre a los chicos malotes para luego sufrir por ellos era de ser tonta y tóxica. En una ocasión coincidieron en el ascensor, ella iba con la nariz roja y el rímel corrido, había llorado. Marcos logró sacarle una sonrisa y le invitó a un chocolate. Ella dudó, pero finalmente accedió. Marcos puso una peli y a los veinte minutos el teléfono de ella sonó. Primero lo apartó, pero en la segunda llamada salió
Para la fiesta los tres habían decidido adoptar un personaje como “Los Fakes”, Paula iría de Rebeca Mikaelson, Samuel decidió que sería Klaus Mikaelson y Marcos escogió a Elijah Mikaelson. Sin que fuera algo planificado, escogieron ser hermanos, al menos sus personajes. Samuel le miró con cara de desaprobación cuando comunicó su decisión sobre ser Ellijah, pero él no le dio importancia, Samuel era así. Luego de que Paula se agenciara dos móviles de dos chicos invitados con sus respectivos QR entraron a la casa. Marcos deseaba tener algún día el poder del control mental que tenían Paula y Vanesa, era una habilidad que podía resolverle muchos problemas. Verla usarlo, aunque fue de lejos fue mejor que un partido entre Madrid y Barça. La casa era una mansión, tenía el aspecto ideal para los allí reunidos, ya fueran “fakes o no fakes”. Mientras caminaban por el salón Samuel tomó a Paula por la cintura y la llevó a la pista a bailar una lenta. Marcos ocupó asiento reservando una mesa pa
Sin decir más, luego del sexo, Paula abrió la puerta para que Marcos se fuera. Marcos sonrió sorprendido, una chica realmente dura, pero la conquistaría. Marcos intentó salir cuando un empujón de Samuel lo devolvió adentro. Marcos cayó contra la pared. Se incorporó con rapidez, con más rapidez con la que su cerebro analizaba lo ocurrido. Samuel había esperado fuera para sorprenderle. Había sospechado, estaba celoso, otra victoria más. En ello pensaba mientras le devolvía el empujón a Samuel que cayó contra una mesita de noche. —¿Qué cojones crees que haces, Samuel? —preguntó Paula calmada. Y a Marcos volvió a sorprenderle su sangre fría. —¿Sigues follando con este? —preguntó Samuel a Paula mientras levantó a Marcos por el cuello contra la pared. Los pies de Marcos intentaban caminar en el aire. Con un puñetazo en las costillas de su adversario se libró del agarre, cayó al suelo, tosió. —Lo que me sorprende es que todavía se acueste contigo —contestó Marcos con la voz afectada.
A Marcos que no sabía qué esperar, no se le ocurrió que podía tratarse de Vanesa. Corrió a ella, revisó su pulso, estaba desmayada, pero viva. ¡Qué alivio! Estaba esposada a los barrotes del cabezal de la cama y con lencería sexy, las piernas desnudas. Solo a samuel se le podía ocurrir hacer un regalo así y esperar que a alguien le gustara. Si es que era eso lo que pretendía. No tenía forma de saberlo.Marcos le sacudió tirando de los hombros para despertarla. ¿Qué le había hecho para tenerla así? “Alguien que se te escapó”, le había dicho. “Déjame algo”. Ahora tenía sentido. ¿Dónde la había encontrado? ¿Cómo había conseguido llevarla hasta allí? ¿Por qué? ¿Qué sabía? De pie junto a la chica se pasó la mano por la cara. Era Samuel tan condenadamente listo que había descubierto sus verdaderos sentimientos por la chica a pesar de sus esfuerzos por disimularlo aquella noche. Era tan condenadamente listo que siempre iba un paso por delante y terminaría matando la todas las mujeres que le
—El secuestrador —dijo ella contrayendo el cuerpo, poniéndose a la defensiva. —Yo mismo —contestó Samuel—. A diferencia de Marcos no soy un remilgado. Yo no temo ensuciarme las manos. A diferencia de Marcos y por lo que escuché detrás de la puerta, es lo que tengo en común contigo: que hago lo que haga falta por la gente que quiero. Lo que pasa, Marcos, es que tú nunca has sido ni serás la gente por la que ella o yo hacemos cosas. Tú eres al que le hacen cosas, al que le pasan por encima para llegar a esas cosas. —Tú no me conoces —dijo ella. —Tienes razón no te conozco, pero algo sé. Estás lejos de ser una vampira ordinaria para estar con Leonardo. —¿Qué? —preguntó Marcos. ¿Leonardo, el famoso y buscado Leonardo era el novio de Vanesa? —Tu cara en este momento no tiene precio —dijo Samuel a Marcos—. ¿Dónde está Leonardo? ¿En casa esperándote? —preguntó a ella y luego volvió a mirar a marcos con condescendencia—. Del que te ponías celoso es Leonardo. Es el vampiro al que Paula es