—¿Qué pasa? —preguntó Samuel deteniéndose un momento, mostrándole los colmillos ensangrentados—. ¿No tienes hambre? ¿O estás muy titismiqui? —Creo que estaba medio enamorado —agregó Paula. Samuel y Paula chupaban a cada lado del cuello de la chica, desde lejos como espectador, Marcos. Así permaneció un rato hasta que decidió unirse al banquete, se agachó en la entrepierna y se alimentó de su muslo mirando a Paula directamente. Al percibir que de Rebeca no quedaba más, la soltaron casi al unísono, y la chica cayó al suelo como un cascaron vacío. —Ahora que ya estamos saciados me pregunto: ¿Esto era necesario? —dijo Marcos limpiándose las manos. —Es una “Fake” y ni tan siquiera está tan buena —dijo Samuel. —Buena sí que estaba —dijo Paula —. La verdad que estaba muy buena —dijo mirándola en el suelo caída. Con el cabello rubio esparcido parecía una fotografía—. Ella tenía razón, tal vez debimos invitarla a una orgía. No había prisa en realidad. —¿Necesario? Tú eres gilipollas. Ha
El resto de la noche Samuel se la pasó como perro con bicho, esperando que Paula volviera a su lado y, con algún gesto aunque fuera insignificante, le compensara por el plantón que le dio en medio del salón. Eso no sucedió. Paula volvió ala mesa que compartían los tres, pero era como si no estuviera. Con aires de inalcanzable y meditación se limitó a observar a los pintorescos personajes del lugar. Su única interacción fue con el tal Drácula que permaneció en su trono como un rey con movilidad reducida. Marcos, seguramente con tal de alejarse del ambiente cargado de la mesa, bailó con alguna chica y conversó con otras. No averiguó nada de provecho, de eso estaba seguro Samuel, de haber sido así hubiese regresado ostentado su premio. A simple vista, la conclusión era sencilla: Eran los mismos imitadores, algunos más elegantes, solo eso. La fiesta terminó a las cuatro de la madrugada, lo que a Samuel le pareció una fiesta insufriblemente larga. # # # # # Al volver al Hotel, cada
Con una mezcla extraña de emociones, luego del momento de pasión compartida con Marcos y Paula, Samuel necesitó su espacio. Se fue al centro de Barcelona y paseo intentando dejar que su mente y sus pies vagaran como cualquier turista. Había disfrutado mucho de la experiencia, más de lo que hubiera imaginado en caso de que una idea tan loca se le hubiese cruzado por la mente. No por el trío en sí, si no por las personas involucradas. Jamás pensaría que disfrutará compartir a Paula, ya que lo celos le dominaban con una fiereza desconocida hasta el momento, y por dichos celos odiaba a Marcos. Entró en las tiendas de música, de artesanía. En su ir sin rumbo marcado se cruzó con una chica que le resultó familiar. Ella no le vio o no le conoció a primera instancia. Samuel dio media vuelta y la siguió a una distancia prudencial sin que pudiera ser descubierto, en lo que intentaba recordar de dónde le conocía. Esta era una sensación que siempre le causó mucho desagrado, ya fuera que le ocurri
—¿Dónde estabas? —preguntó Marcos al ver llegar a Samuel al bar del hotel. Allí tomaba con Paula: un cubata para cada uno. —¿Y a ti que te importa? —contestó Samuel. —Tienes razón —dijo Marco y le dio la espalda en la silla. Para suavizar la situación, Samuel que comprendió que como de costumbre había sido un borde le tocó el hombro y le mostró la tarjeta de su habitación como quién entrega una propina abundante con superioridad. —Te tengo una sorpresa en mi habitación —dijo y tomó asiento al lado de Marcos, más lejos de Paula. —¿A mí? —preguntó visiblemente sorprendido. —Miedo me das —dijo Marcos con indiferencia. —No es para menos —agregó Paula más intrigada. —Tú mismo —Samuel se encogió de hombros y dejó la tarjeta sobre el mostrador del bar, en medio de ambos. Tras un breve silencio, Marcos agarró la tarjeta: —Vamos allá… —Te traje alguien que una vez se te escapó. Pero déjame algo cuando termines, una sobrita. Ah y por cierto…de nada —dijo Samuel mientras Marcos los d
—¿Por qué Barcelona? —preguntó Samuel desde la ventana del hotel. Afuera comenzaba a anochecer. —Sé que están aquí —contestó Paula. —¿Cómo lo sabes? —Lo sé. —Podemos crear más vampiros como me creaste a mí. Haríamos nuestra propia manada. Seriamos una manada ¿no? En Valencia no encontramos nada. —No estábamos buscando nada en Valencia. —Me dijiste que sí. —Estábamos buscando, pero no. —En Zaragoza tampoco buscábamos, aunque me dijiste que sí. —Adelante —dijo Paula sarcástica—. Ya sabes que me flipa contestar preguntas y que me lleven la contraria. Samuel se paseó por la habitación. Ella prefirió ignorar su evidente disgusto, ya tenía bastante con el suyo propio: la paciencia no era una de sus virtudes. El contar con la eternidad no cambiaba para nada el hecho de que cuando quería algo lo quería ya. Le molestaba la comodidad y la complacencia que Samuel mostraba con su modo de vida. No tenía intenciones de jugar a los novios fugitivos para siempre. Ella tenía un objetivo. —Q
Samuel entró a la habitación que compartía con Paula. De su brazo traía a una chica tambaleante. Paula supo reconocer la debilidad propia de las victimas que eran desangradas poco a poco. En muchas ocasiones compartían las víctimas, tenían sexo cada uno por su parte, pero al final compartían sus presas. En otras ocasiones tenían sexo entre ellos y luego salían de caza juntos. Marcos había vuelto a la vida media hora más tarde, pero estaba evidentemente aturdido, sentado sobre la alfombra en bóxer y con las manos se cubría la cara. —Lo convertiste —reclamó Samuel. —Tal vez sea que te estoy haciendo caso y formando mi propia manada. —Para nada. —Trae acá a tu amiguita —exigió Paula. Samuel retrocedió, le envió a una chica disfrazada de vampiro con mordidas por ambas partes del cuello. La chica avanzó con desgaño y sin voluntad hasta los brazos de Paula, tropezando con la alfombra del suelo, pero sin detenerse. La fórmula para anular la voluntad de Samuel era diferente a la de Paul
A quien quería esa noche Paula era a Samuel. Samuel que de seguro había logrado conquistar a Lara o Rebeca. Esperó a que llegara y cuando entró a su habitación, ella entró detrás de él. La tarjeta de entrada de Paula calló al suelo. Samuel se agachó a recogerla y ella aprovechó para pisotearle la mano. Los huesos crujieron bajo sus tacones. —No vuelvas a desobedecerme. No vuelvas a atentar contra mis planes. Él encontró placer en el dolor que Paula le causaba y con los ojos brillantes le miró desde el suelo. —¿Todavía estás enojada por lo del perdedor ese? —Todavía no entiendes que no es por él, que es por mi —retiró el pie de la mano del chico. Con la otra mano él se ajustó los huesos que volvieron a su lugar mientras se incorporó. Entonces ella lo empujó contra el armario mientras le lamió el cuello. —Cuéntame… —No hay mucho que contar —dijo Samuel—. Allí todos son vampiros falsos. No creo ni que sepan que existimos. Paula le desabrocha el cinto y zafa el pantalón. Samuel s
Con el teléfono de Lara en su poder Samuel descubrió que había otra fiesta. Y esta vez no era en el repulsivo “El cuello de la víctima”. Para la fiesta los tres habían decidido adoptar un personaje como “Los Fakes” y por tanto vestirse como ellos. Paula se adueñó de Rebeca, o sea de su personaje. Para entrar en situación habían leído sus mensajes, sus correos, revisado sus fotos y visto todo lo que pudieron de “Crónicas vampíricas” y “Los originales”. Samuel decidió que continuaría siendo Klaus y Marcos escogió a Elijah. Paula además se fue de compras, un poco de relax en medio de tanto estrés. Se agenció una peluca rubia de rizos abundantes, de pelo natural. No de esas que brillan tanto que son capaces de encandilar a cualquiera. Los tres aguardaron cerca del lugar donde era la fiesta. Una casa de tres plantas con aspecto un tanto lúgubre. Inspeccionaron los alrededores y esperaron que entraran los primeros invitados. Las primeras fueron dos chicas. El procedimiento era sencil