Jamás me había sentido tan mal en mi vida, estaba viendo la película, pero veía a los lados con nerviosismo como si mis padres pudieran verme en cualquier momento, ¿y si me encontraba con algún hermano del templo?, mancharía la reputación de mi familia.
Ya estás en el lio, asúmelo. Me repetí, ya lo había hecho, y lo hecho, hecho estaba.
Mentirles a mis padres diciéndoles que me encontraría con los muchachos del templo en el cine, no me hizo sentir mejor, pero se sintió tan bien estar con mis amigos de la universidad. La película fue increíble, todo fue increíble, lo único malo fui yo y mi conciencia intranquila.
Cuando llegué a mi casa mis padres estaban sentados en el sofá de la sala, mi madre tenía los brazos cruzados sobre su pecho y mi padre me miraba fijamente.
Oh, oh.
Era suficiente la tensión en el ambiente para saber que me habían atrapado y estaba realmente metida en problemas. ¿Qué debía hacer ahora?, ¿fingir que no había hecho nada malo? O ¿comenzar a implorar piedad?
-Siéntate, Eva –dijo mi papá. Me había llamado por mi segundo nombre, eso era un golpe con la correa asegurado luego de un sermón.
Tragué saliva sintiendo mi garganta reseca y con paso vacilante tomé asiento en el mueble frente a ellos, de modo que ellos dos podían fijar su mirada desaprobatoria en toda su magnitud sobre mí. Mi respiración comenzó a descontrolarse y clavé la mirada en mis manos.
-¿Dónde estabas? –continuó mi papá. Abrí la boca pero de ella no salió nada, así que aclaré mi garganta e intenté regular mi respiración.
-En el cine…
-Sabes muy bien que te dijimos que no podías ir –interrumpió mi papá elevando el tono de voz.
No debía replicar, debía quedarme callada porque así evitaría que me dieran muy duro con la correa… no hables, no hables…
-No dijiste eso –repliqué.
Mi papá alzó sus casi inexistentes cejas y me miró como si fuera la primera vez que se diera cuenta de mi existencia.
Nunca les había replicado nada.
-No le repliques a tu padre –intervino mi mamá, sus finas cejas arqueadas con la intensión de intimidarme y eso por alguna razón me hizo enfurecer más, dándome más valentía.
-Ustedes dijeron –hablé más calmada- que podía ir al cine.
Mi papá apretó la quijada y se echó hacia adelante colocando una mano empuñada bajo su mentón, sus ojos grises parecían querer taladrar mi cabeza, sin embargo, por primera vez, le mantuve la mirada por lo que tal vez fueron diez segundos, hasta que pude ver su rostro encenderse en ira, bajé la mirada cuando mi padre se levantó del sofá.
-¡Te prohibimos ir con los chicos de la universidad! –No era necesario que gritara porque su voz era muy fuerte- ¡Desobedeciste!
¿Cómo se habían enterado?, de repente me imaginé que uno de los muchachos fue al templo y se encontró con mi padre, mi plan no era muy eficiente.
-Soy una adulta –murmuré en mi defensa, fue cuando mi padre me agarró bruscamente por el brazo levantándome del sofá para acercarme a su cuerpo.
-Una adulta no hace las niñerías que tú hiciste –su voz estruendosa casi me dañó el tímpano-, esas personas pudieron haberte hecho daño.
¿Qué me pudieron haber hecho daño?, el único que me torturaba el brazo era él.
-Son buenas personas –le dije con más firmeza-, anoche ni siquiera pasé la noche aquí y ni siquiera me preguntaron donde estuve.
Mi padre apretó más su agarre y casi pude escuchar a mi hueso gritar de dolor.
-¡Ese no es el punto! –me haló hasta el estudio y cerró la puerta con su pie.
Oh no.
Odiaba esto, porque sabía lo que venía.
Mi padre tomó la correa de cuero colgada del perchero y me empujó para que cayera en el escritorio, se suponía que lo único que podía hacer ahora era aguantarme de la mesa y ahogarme con mis lágrimas.
-El altísimo te aborrece –recitó mi padre-, ¡Demonio que dominan tu cuerpo!, ¡Fuera!
El primer golpe traspasó la fina tela de mi vestido y dejó un cosquilleo en mi trasero que se convirtió en un intenso dolor. Mis manos se aferraron de la mesa y ahogué un grito, las lágrimas empañaron mis ojos.
-Tus amigos están únicamente en el templo –continuó-, los demás solo te quieren hacer daño. ¡Demonios que dominan tu cuerpo!, ¡Fuera!
El golpe hizo que las lágrimas se derramaran por mis mejillas, mis uñas se aferraban del escritorio con demasiada fuerza. Lo único que podía sentir era odio, odio hacia mi papá, odio hacia mis amigos, odio hacia el templo y odio hacia mí por desobedecer.
-¡¿Volverás a hacerlo?! –Gritó-, ¡Responde!
-No –susurré.
Y le vinieron otros cinco fuertes golpes que solo se detuvieron cuando caí al suelo sin las suficientes fuerzas para mantenerme de pie, todo mi cuerpo dolía y exclusivamente mi trasero ardía de dolor.
Segundos, minutos, horas… no sabía cuánto tiempo había pasado hasta que escuché a mi padre subir con mi mamá a su habitación, dejándome ahí tirada en la oficina como un perro.
Las lágrimas seguían saliendo de mis ojos, recordaba que en castigos anteriores lloraba muy fuerte para que mi padre supiera que había aprendido la lección, pero ahora, me negaba a sollozar, de alguna manera me sentía diferente, tal vez estaba agotada de esto, ¿hasta qué edad ellos gobernarían mi vida?, ya era adulta y seguía sintiéndome como su pequeña niña.
Con todo el rencor que tenía en ese momento, me disponía a subir a mi habitación, pero escuché un pequeño golpe en la ventana de la cocina que me detuvo, fue tan débil que creí que habían sido imaginaciones mías, sin embargo, cuando me asomé pude ver a alguien en la ventana…
Keller.
Abrí la ventana, y volteé a mis espaldas para asegurarme de que mis padres no hubieran bajado por las escaleras, no estaba de humor para recibir otro castigo. Keller analizó mi rostro y su semblante cambió de felicidad a la preocupación.-¿Qué pasó?Negué con la cabeza y mi respiración comenzó a entrecortarse, respiré profundo, no podía llorar otra vez, me negaba a hacerlo.-¿Qué haces aquí, Keller? –susurré, miré otra vez a mis espaldas porque escuché un sonido, pero fue el baño de la habitación de mis padres.Keller agarró mi brazo, lo miré con una pregunta en mis labios, pero entonces me di cuenta de que veía la marca roja en mi antebrazo donde mi papá me había agarrado, si así estaba mi brazo, no podía imaginar mi trasero.
-¿Qué? –expresé en un aliento. Dylan alzó una ceja y sonrió levemente.-Que si la película te aburre.Oh.Había escuchado mal.-No, es solo que… mi amiga –comencé a inventar- Camila, me dijo que debíamos terminar el trabajo de mañana, no me acordaba de eso. Tengo que irme…Maldición, era una terrible mentirosa.-Si quieres te acompaño… -dijo Dylan.-No –dije demasiado rápido-, yo no sé cuánto tomará terminarlo, pero quédate aquí, viendo… la película.Dylan me acompañó a la salida y yo me despedí de todos con un gesto de mi mano, por suerte cuando preguntaron por qué me iba, Dylan intervino repitiendo mi excusa, al menos así, no me tocaba repetirlo.Temía que se me s
En la universidad, el tema principal fue la película increíblemente genial que vimos, no paramos de hablar de eso, y era seriamente agradable poder saber de lo que ellos hablaban e intervenir un poco. Hoy teníamos clases hasta el mediodía, luego tal vez me quedaría en mi casa limpiando un poco mientras mi mamá se iba a la reunión de los del templo.-Kati –dijo Jenny-, ¿por qué siempre usas vestido?Me imaginaba que ellos tenían muchas preguntas respecto a mí, pero como yo nunca fui realmente social ni abierta tal vez se cohibían. Hoy estaba de un excelente humor, así que respondí con total sinceridad.-Mi madre me compra solo vestidos, no es como si tenga opción –decirlo se sintió extrañamente bien, no la encubrí haciéndola quedar como la buena madre ejemplar, sino como la verdadera Isabelle de Jones que era en realidad; controladora.-¿Si te regalo un pantalón para tu cumpleaños, lo usarias? –dijo Camila. Iba a responder un “claro” au
-¡Altísimo! –expresé en un grito pegando la cabeza del espaldar de la cama de la impresión.Debía de estar realmente media dormida porque ni siquiera me dolió.Prendí la luz de la lampara que se encontraba en la mesa de noche, y me di cuenta de que era Keller, ¿Cómo rayos había entrado a mi habitación?, tal vez estaba soñando. Él mantenía esa débil sonrisa que siempre me envolvía y me mantenía encantada, caminando hasta mi lado y se arrodilló a un costado, sus ojos azules destilando brillosos.¿Me iba a proponer matrimonio?-Keller -dije sin aliento-, ¿qué haces en mi habitación?Mi corazón latía con fuerza, nunca un hombre había entrado a mi habitación conmigo dentro, sentía que el corazón se iba a salir por mi boca.
Me quité los zapatos aguantándolos en mi mano para no manchar la encimera y con torpeza, me subí al marco, Keller me sostuvo de los brazos y me acomodó en sus brazos, como si se tratara de unos recién casados. No pude evitar soltar una pequeña carcajada, Keller me sonrió mientras demostraba su fuerza sosteniendo todo mi peso con un brazo mientras con el otro cerraba la ventana.-Eres muy fuerte –susurré. Keller se encogió de hombros obviamente él lo sabía. Me cargó hasta la camioneta estacionada a una casa antes de mi casa, me acomodé en el asiento de copiloto y él tomó asiento en el del conductor.- ¿Debería usar la peluca? –pregunté cuando logramos salir de mi calle, lo admitía, era muy emocionante tener que salir de esta forma, escapándome cuando estaba castigada, ¿acaso iría al infierno por eso?, de seguro que sí, pero si Keller estaba ahí, no me importaba.-Solo si tú quieres… puedes ser Ana, sin peluca –dijo tocando su equipo táctil de sonid
- ¡Tú eres mi maldito problema! –le gritó Keller, seguidamente ambos se empujaron y terminaron en un enredo de abrazos y carcajadas alegres dejándome totalmente confundida.Keller volteó y colocó una mano en mi cintura para acercarme hasta el chico de ojos claros. No entendía muy bien su amistad, por lo menos sentía alivio que no fueran enemigos de verdad y fuera a golpearse.-Catira, él es Peligro -dijo Keller-, solo un imbécil sin importancia.Me incomodé que le hubiera dicho “imbécil”, sin embargo, Peligro no pareció importarle. Su rostro eran puros rasgos duros, y cuando me sonrió, pude ver que tenía unos dientes de oro.-Soy… Ana –estreché la mano que me tendió, hoy era solo Ana, Kati se había quedado en mi casa.Peligro me analizó de arriba abajo sin disimular y me volvió a mostrar sus dientes de oro.-Te queda mejor Catira –replicó-, toma algo, siéntense.Nos sentamos en los esponjosos muebles
Jenny me guiñó un ojo cuando pasé junto a ella, parecía tener esa sonrisa traviesa que siempre tiene cuando hace comentarios atrevidos, sin embargo, no me dijo nada, a lo mejor estaba feliz de que el maquillaje hubiera funcionado.Llegamos a una parte que eran resguardadas por guardias, al ver a Keller, se apartaron a un lado y le dieron un saludo, sin embargo, Keller no respondió y comenzó a subir las escaleras sin dejar de sostener mi mano, aferrándome como si fuera algo muy preciado para él o por lo menos así lo sentía yo.Quería que fuera así.En la parte de arriba había varias habitaciones, vaya, esta casa era enorme. Llegamos a una puerta blanca con un letrero dorado que decía: «No entrar».-¿A Peligro no le importará que estemos aquí? –pregunté. No quería que viniera y realmente se
Alcé la vista hacia él, sus ojos azules permanecían fijos en mí, como si midiera mi reacción, pero solo en mi mente estaba la voz de mi padre diciendo: “¡Solo tu esposo puede tocarte!”, mi padre lo sabría, estaba segura de que se enteraría de esto, tan solo pensarlo me angustiaba, increíblemente ese era el único pensamiento nítido que tenía en mi mente y sentía que comenzaba a hiperventilar.-Keller, solo mi esposo podrá tocarme –susurré tomando su muñeca para que no siguiera introduciéndola. Su expresión fue de incredulidad, entonces sacó su mano de mis pantalones y dio un paso hacia atrás sin dejar de parecer como si lo hubiera abofeteado, como si no esperara que yo lo iba a rechazar.Permanecimos en un incómodo silencio por un momento, únicamente viéndonos fijamente hasta que él dijo algo desconcertado:-Ninguna chica a tu edad es virgen, ¿lo sabes?-Yo no soy como las chicas de mi edad, Keller, ¿no te habías dado cuenta? –le repliqué baj