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-¡Altísimo! –expresé en un grito pegando la cabeza del espaldar de la cama de la impresión.

 Debía de estar realmente media dormida porque ni siquiera me dolió.

 Prendí la luz de la lampara que se encontraba en la mesa de noche, y me di cuenta de que era Keller, ¿Cómo rayos había entrado a mi habitación?, tal vez estaba soñando. Él mantenía esa débil sonrisa que siempre me envolvía y me mantenía encantada, caminando hasta mi lado y se arrodilló a un costado, sus ojos azules destilando brillosos.

¿Me iba a proponer matrimonio?

 -Keller -dije sin aliento-, ¿qué haces en mi habitación?

 Mi corazón latía con fuerza, nunca un hombre había entrado a mi habitación conmigo dentro, sentía que el corazón se iba a salir por mi boca.

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