Mi madre me tomó por los brazos y de súbito me abrazó cuando entré por la puerta. Me quedé tan perpleja que lo único que hice fue paralizarme en mi lugar, percibiendo su costoso perfume a rosas del bosque. Creo que era primera vez que me abrazaba cuando no había público observando.
-Estas aquí –susurró-, ¡Estas aquí!
Sus ojos verdes merodearon por todo mi rostro y volvió a abrazarme, sus brazos delgados me apretujaron la faja del vestido asfixiándome un poco.
-¡Está aquí, David! –mi mamá habló fuerte, mi padre apareció en la cocina, sostenía su teléfono contra su oreja, su rostro pálido se volvió poco a poco acalorado hasta casi adquirir el mismo tono rojizo de su cabello.
-No oficial, olvídelo, ya está aquí… -dijo mi padre colgando el teléfono. Podía ver por primera vez una emoción diferente que no era de enojo en su rostro.
-Estas aqui –susurró mi madre dandome un poco de espacio personal, limpiando con un pañuelo blanco su nariz, su rostro de porcelana tenía manchas rojas, no tenía ni una gota de maquillaje lo cual era realmente extraño en ella.
No sabía si decirles donde estaba, no me habían preguntado, y algo que había aprendido era que no podía responder algo sin que ellos me preguntaran.
-Voy a prepararte algo de desayuno –mi mamá caminó a la cocina mientras mi papá pasó una mano por su cabello y entró detrás de ella. Era extraño verlos de ese modo, tan desubicados y preocupados, como si no supieran qué hacer.
-Mamá, no tengo hambre –dije, caminé hasta la entrada de la cocina y ellos tenían una conversación en voz baja que se disolvió cuando notaron mi presencia. ¿Qué estaba pasando?, es decir no era primera vez que hacían eso, pero actuaban de una forma demasiado nerviosa, incluso a mi madre se le cayó un tenedor dos veces en el fregadero.
-Ya comí mamá –repetí, sin embargo, ella siguió rompiendo los huevos en un envase y comenzó a revolverlos como si no me escuchara. Mi papá se acercó hasta a mí y me entregó mi bolso, creí que se había perdido en el alboroto del templo.
-Tu teléfono a sonado varias veces –dijo-, quítale la clave, no entiendo por qué tienes el teléfono bloqueado.
Su tono duro como de costumbre, ni siquiera me atreví a mirarlo al rostro.
-Es por seguridad… -me justifiqué, venía incluido en las sugerencias cuando me lo regalaron el año pasado.
-Quítale la contraseña –me interrumpió dando por finalizada la conversación cuando atendió una llamada en el teléfono de la casa.
Afirmé con la cabeza como si él me siguiera prestando atención e iba a quitarle la contraseña a mi teléfono, pero me detuve, ¿por qué debía hacerlo?, es decir, era mi privacidad, ellos no tenían que desconfiar de mí, siempre había hecho los que ellos querían, mi papá no tenía por qué exigirme tal cosa. Me salí de las configuraciones y eso extrañamente se sentía muy bien.
Llevarles la contraria nunca se sintió correcto, hasta ahora.
Abrí los 199 mensajes que tenía en mis notificaciones, todos eran del grupo de la universidad (solo Alex, Jenny, Camila y yo), discutieron lo que pasó en la iglesia, descubrí que Alex no fue porque se había quedado dormido. La conversación seguía en la película de esta noche, no me acordaba que iríamos a ver una película, ni siquiera había pedido permiso, aunque dudaba con todo lo que había pasado que me lo dieran.
De verdad quería verla, bueno, nadie moría por preguntar…
Esperé a que mis padres dejaran de conversar acerca de una emisora de radio que querían levantar en el templo para poder preguntar, sin embargo, surgió otro tema, y luego otro y cada vez que intentaba murmurar algo, el tema volvía a resurgir. Así que esperé hasta que nos sentamos todos en la mesa, mi padre dio las gracias por los alimentos y entonces casi inmediatamente cuando dijo: “amén” yo dije:
-Quiero ir al cine hoy.
Mi papá se sobresaltó un poco y mi mamá frunció el ceño.
Oh, creo que lo había gritado.
-¿Con quién? –mi papá picó con su tenedor su tortilla, su cabeza baja con su mirada fija en la comida era sinónimo de que no le importaba mucho el asunto, creo que la esperanza resurgía en mi pecho.
-Con Alex, Camila y Jenny –agregué sin respirar, tenía que calmarme, oculté mis manos temblorosas bajo la mesa.
-No conozco a esas personas –respondió alzando sus ojos grises por lo que tuve que bajar la mirada, mirarlo a los ojos era como desafiarlo indiscretamente.
-Son mis amigos de la universidad –dije-, ellos han venido a hacer trabajos aquí, ¿recuerdan?
Solo nos habíamos reunido tres veces para los trabajos en grupo, en los cuales ellos se habían comportado a la perfección, ni siquiera hicieron el atisbo de un chiste, aunque creo que se debía a que mi padre estaba casualmente leyendo una revista en el mueble.
Mis padres cruzaron una mirada entre sí y pude ver por el gesto de mi madre que no estaba ni en lo más mínimo de acuerdo.
-Puedes ir con tus amigos del templo –dijo mi mamá llevando su taza de té a sus labios.
-Mamá, Diara está casada y los demás no querrán ver esa película –dije, a ellos les gustaba las películas de acción y la que yo quería ver era drama, de seguro como eran mayoría no querrían entrar a ver esa película.
-Entonces vean otra –dijo mi papá.
Mi cabeza comenzaba a doler, tenía demasiada impotencia porque yo solo quería ver esa película con mis amigos de la universidad, ¿Cuál era el problema en eso?
-Quiero ver esa –insistí-, no haremos nada malo, solo saldré con ellos, veremos la película y luego estaré aquí antes de las nueve.
-No —dijo mi padre dando por finalizada la discusión.
Mordí el interior de mi mejilla e intenté respirar hondo.
-Yo quiero ir al cine.
Mi papá terminó de comer y el tenedor sonó contra el plato de porcelana, sobresaltándome un poco. Su rostro se había vuelto rojo, creo que el tema ya le había fastidiado.
-Katiana Eva Jones –regañó mi padre-, o vas al cine con los muchachos del templo o no vas. Tú decides.
Mordí fuertemente mi mejilla y mis ojos se aguaron, quería gritar, de verdad explotaría. Pero solo tomé agua y respiré unas cuantas veces hasta calmarme un poco… como siempre hacía.
-Voy a bañarme, no me siento bien –dije levantandome de la mesa.
-No has comido –dijo mi madre.
-No tengo hambre, te lo dije antes de que comenzaras a cocinar.
-Bien, pero si estás haciendo una dieta, tienes que complementarlo con ejercicio, pasar hambre no te volverá delgada –mi madre tomó mi comida y la colocó en el plato de mi papá, entonces me retiré a mi habitación.
Peleé con el cierre ajustado de mi vestido y luego con el amarré del corsé, tenía tanta frustración que lo terminé rompiendo, solté un gruñido y lo terminé de despedazar, y solo cuando vi mi preciado vestido en el suelo me di cuenta de lo que había hecho, maldición, mi mamá me castigaría. Coloqué el cadáver de tela dentro de una bolsa y lo oculté en la parte de arriba de mi closet, tenía que botarlo, tal vez cuando saliera más tarde lo haría.
Me bañé en el agua fria, tal vez así apagaría la ira que sentía mi cabeza, ¿Por qué no podía salir con mis amigos?, no haría nada malo, siempre hacía lo que ellos querían, ni siquiera me preguntaron donde había pasado la noche… claro sabía que me amaban, pero odiaba que me sobreprotegieran tanto.
Me acosté en mi cama una vez que me cambié, mirando el techo, había vivido casi toda mi vida aterrada de que mis padres me castigaran o de decepcionarlos, era su niña perfecta, ¿pero de qué me servía, si igual ellos no confiarían en mí lo suficiente como para dejarme salir?
Mi teléfono sonó, y atendí antes de que el tono comenzara a sonar.
-¿Aló?
-¿Vas a ir; si o no? –la voz de Camila sonó del otro lado de la linea. Miré la hora en mi reloj de mesa mostraba que era apenas las 10:12 de la mañana.
-¿A qué hora es la función?
-A las siete –respondió-, Alex está comprando las entradas por internet, recuerda que es el estreno, necesitamos tu confirmación para comprarla: ¿si o no?
Me senté en la cama y pasé una mano por mí húmedo cabello, comencé a murmurar un “no”, pero mi lengua se enredó conectándose con el ferviente deseo de rebeldía y dije:
-Si, si voy.
Jamás me había sentido tan mal en mi vida, estaba viendo la película, pero veía a los lados con nerviosismo como si mis padres pudieran verme en cualquier momento, ¿y si me encontraba con algún hermano del templo?, mancharía la reputación de mi familia.Ya estás en el lio, asúmelo. Me repetí, ya lo había hecho, y lo hecho, hecho estaba.Mentirles a mis padres diciéndoles que me encontraría con los muchachos del templo en el cine, no me hizo sentir mejor, pero se sintió tan bien estar con mis amigos de la universidad. La película fue increíble, todo fue increíble, lo único malo fui yo y mi conciencia intranquila.Cuando llegué a mi casa mis padres estaban sentados en el sofá de la sala, mi madre tenía los brazos cruzados sobre su pecho y mi padre me miraba fijamente.Oh, oh.Era suficiente la tensión en el ambiente para saber que me habían atrapado y estaba realmente metida en problemas. ¿Qué debía hacer ahora?, ¿fi
Abrí la ventana, y volteé a mis espaldas para asegurarme de que mis padres no hubieran bajado por las escaleras, no estaba de humor para recibir otro castigo. Keller analizó mi rostro y su semblante cambió de felicidad a la preocupación.-¿Qué pasó?Negué con la cabeza y mi respiración comenzó a entrecortarse, respiré profundo, no podía llorar otra vez, me negaba a hacerlo.-¿Qué haces aquí, Keller? –susurré, miré otra vez a mis espaldas porque escuché un sonido, pero fue el baño de la habitación de mis padres.Keller agarró mi brazo, lo miré con una pregunta en mis labios, pero entonces me di cuenta de que veía la marca roja en mi antebrazo donde mi papá me había agarrado, si así estaba mi brazo, no podía imaginar mi trasero.
-¿Qué? –expresé en un aliento. Dylan alzó una ceja y sonrió levemente.-Que si la película te aburre.Oh.Había escuchado mal.-No, es solo que… mi amiga –comencé a inventar- Camila, me dijo que debíamos terminar el trabajo de mañana, no me acordaba de eso. Tengo que irme…Maldición, era una terrible mentirosa.-Si quieres te acompaño… -dijo Dylan.-No –dije demasiado rápido-, yo no sé cuánto tomará terminarlo, pero quédate aquí, viendo… la película.Dylan me acompañó a la salida y yo me despedí de todos con un gesto de mi mano, por suerte cuando preguntaron por qué me iba, Dylan intervino repitiendo mi excusa, al menos así, no me tocaba repetirlo.Temía que se me s
En la universidad, el tema principal fue la película increíblemente genial que vimos, no paramos de hablar de eso, y era seriamente agradable poder saber de lo que ellos hablaban e intervenir un poco. Hoy teníamos clases hasta el mediodía, luego tal vez me quedaría en mi casa limpiando un poco mientras mi mamá se iba a la reunión de los del templo.-Kati –dijo Jenny-, ¿por qué siempre usas vestido?Me imaginaba que ellos tenían muchas preguntas respecto a mí, pero como yo nunca fui realmente social ni abierta tal vez se cohibían. Hoy estaba de un excelente humor, así que respondí con total sinceridad.-Mi madre me compra solo vestidos, no es como si tenga opción –decirlo se sintió extrañamente bien, no la encubrí haciéndola quedar como la buena madre ejemplar, sino como la verdadera Isabelle de Jones que era en realidad; controladora.-¿Si te regalo un pantalón para tu cumpleaños, lo usarias? –dijo Camila. Iba a responder un “claro” au
-¡Altísimo! –expresé en un grito pegando la cabeza del espaldar de la cama de la impresión.Debía de estar realmente media dormida porque ni siquiera me dolió.Prendí la luz de la lampara que se encontraba en la mesa de noche, y me di cuenta de que era Keller, ¿Cómo rayos había entrado a mi habitación?, tal vez estaba soñando. Él mantenía esa débil sonrisa que siempre me envolvía y me mantenía encantada, caminando hasta mi lado y se arrodilló a un costado, sus ojos azules destilando brillosos.¿Me iba a proponer matrimonio?-Keller -dije sin aliento-, ¿qué haces en mi habitación?Mi corazón latía con fuerza, nunca un hombre había entrado a mi habitación conmigo dentro, sentía que el corazón se iba a salir por mi boca.
Me quité los zapatos aguantándolos en mi mano para no manchar la encimera y con torpeza, me subí al marco, Keller me sostuvo de los brazos y me acomodó en sus brazos, como si se tratara de unos recién casados. No pude evitar soltar una pequeña carcajada, Keller me sonrió mientras demostraba su fuerza sosteniendo todo mi peso con un brazo mientras con el otro cerraba la ventana.-Eres muy fuerte –susurré. Keller se encogió de hombros obviamente él lo sabía. Me cargó hasta la camioneta estacionada a una casa antes de mi casa, me acomodé en el asiento de copiloto y él tomó asiento en el del conductor.- ¿Debería usar la peluca? –pregunté cuando logramos salir de mi calle, lo admitía, era muy emocionante tener que salir de esta forma, escapándome cuando estaba castigada, ¿acaso iría al infierno por eso?, de seguro que sí, pero si Keller estaba ahí, no me importaba.-Solo si tú quieres… puedes ser Ana, sin peluca –dijo tocando su equipo táctil de sonid
- ¡Tú eres mi maldito problema! –le gritó Keller, seguidamente ambos se empujaron y terminaron en un enredo de abrazos y carcajadas alegres dejándome totalmente confundida.Keller volteó y colocó una mano en mi cintura para acercarme hasta el chico de ojos claros. No entendía muy bien su amistad, por lo menos sentía alivio que no fueran enemigos de verdad y fuera a golpearse.-Catira, él es Peligro -dijo Keller-, solo un imbécil sin importancia.Me incomodé que le hubiera dicho “imbécil”, sin embargo, Peligro no pareció importarle. Su rostro eran puros rasgos duros, y cuando me sonrió, pude ver que tenía unos dientes de oro.-Soy… Ana –estreché la mano que me tendió, hoy era solo Ana, Kati se había quedado en mi casa.Peligro me analizó de arriba abajo sin disimular y me volvió a mostrar sus dientes de oro.-Te queda mejor Catira –replicó-, toma algo, siéntense.Nos sentamos en los esponjosos muebles
Jenny me guiñó un ojo cuando pasé junto a ella, parecía tener esa sonrisa traviesa que siempre tiene cuando hace comentarios atrevidos, sin embargo, no me dijo nada, a lo mejor estaba feliz de que el maquillaje hubiera funcionado.Llegamos a una parte que eran resguardadas por guardias, al ver a Keller, se apartaron a un lado y le dieron un saludo, sin embargo, Keller no respondió y comenzó a subir las escaleras sin dejar de sostener mi mano, aferrándome como si fuera algo muy preciado para él o por lo menos así lo sentía yo.Quería que fuera así.En la parte de arriba había varias habitaciones, vaya, esta casa era enorme. Llegamos a una puerta blanca con un letrero dorado que decía: «No entrar».-¿A Peligro no le importará que estemos aquí? –pregunté. No quería que viniera y realmente se