6

Mi madre me tomó por los brazos y de súbito me abrazó cuando entré por la puerta. Me quedé tan perpleja que lo único que hice fue paralizarme en mi lugar, percibiendo su costoso perfume a rosas del bosque. Creo que era primera vez que me abrazaba cuando no había público observando.

 -Estas aquí –susurró-, ¡Estas aquí!

 Sus ojos verdes merodearon por todo mi rostro y volvió a abrazarme, sus brazos delgados me apretujaron la faja del vestido asfixiándome un poco.

 -¡Está aquí, David! –mi mamá habló fuerte, mi padre apareció en la cocina, sostenía su teléfono contra su oreja, su rostro pálido se volvió poco a poco acalorado hasta casi adquirir el mismo tono rojizo de su cabello.

 -No oficial, olvídelo, ya está aquí… -dijo mi padre colgando el teléfono. Podía ver por primera vez una emoción diferente que no era de enojo en su rostro.

 -Estas aqui –susurró mi madre dandome un poco de espacio personal, limpiando con un pañuelo blanco su nariz, su rostro de porcelana tenía manchas rojas, no tenía ni una gota de maquillaje lo cual era realmente extraño en ella.

 No sabía si decirles donde estaba, no me habían preguntado, y algo que había aprendido era que no podía responder algo sin que ellos me preguntaran.

 -Voy a prepararte algo de desayuno –mi mamá caminó a la cocina mientras mi papá pasó una mano por su cabello y entró detrás de ella. Era extraño verlos de ese modo, tan desubicados y preocupados, como si no supieran qué hacer.

 -Mamá, no tengo hambre –dije, caminé hasta la entrada de la cocina y ellos tenían una conversación en voz baja que se disolvió cuando notaron mi presencia. ¿Qué estaba pasando?, es decir no era primera vez que hacían eso, pero actuaban de una forma demasiado nerviosa, incluso a mi madre se le cayó un tenedor dos veces en el fregadero.

 -Ya comí mamá –repetí, sin embargo, ella siguió rompiendo los huevos en un envase y comenzó a revolverlos como si no me escuchara. Mi papá se acercó hasta a mí y me entregó mi bolso, creí que se había perdido en el alboroto del templo.

 -Tu teléfono a sonado varias veces –dijo-, quítale la clave, no entiendo por qué tienes el teléfono bloqueado.

 Su tono duro como de costumbre, ni siquiera me atreví a mirarlo al rostro.

 -Es por seguridad… -me justifiqué, venía incluido en las sugerencias cuando me lo regalaron el año pasado.

 -Quítale la contraseña –me interrumpió dando por finalizada la conversación cuando atendió una llamada en el teléfono de la casa.

 Afirmé con la cabeza como si él me siguiera prestando atención e iba a quitarle la contraseña a mi teléfono, pero me detuve, ¿por qué debía hacerlo?, es decir, era mi privacidad, ellos no tenían que desconfiar de mí, siempre había hecho los que ellos querían, mi papá no tenía por qué exigirme tal cosa. Me salí de las configuraciones y eso extrañamente se sentía muy bien.

Llevarles la contraria nunca se sintió correcto, hasta ahora.

 Abrí los 199 mensajes que tenía en mis notificaciones, todos eran del grupo de la universidad (solo Alex, Jenny, Camila y yo), discutieron lo que pasó en la iglesia, descubrí que Alex no fue porque se había quedado dormido. La conversación seguía en la película de esta noche, no me acordaba que iríamos a ver una película, ni siquiera había pedido permiso, aunque dudaba con todo lo que había pasado que me lo dieran.

De verdad quería verla, bueno, nadie moría por preguntar…

 Esperé a que mis padres dejaran de conversar acerca de una emisora de radio que querían levantar en el templo para poder preguntar, sin embargo, surgió otro tema, y luego otro y cada vez que intentaba murmurar algo, el tema volvía a resurgir. Así que esperé hasta que nos sentamos todos en la mesa, mi padre dio las gracias por los alimentos y entonces casi inmediatamente cuando dijo: “amén” yo dije:

 -Quiero ir al cine hoy.

 Mi papá se sobresaltó un poco y mi mamá frunció el ceño.

 Oh, creo que lo había gritado.

 -¿Con quién? –mi papá picó con su tenedor su tortilla, su cabeza baja con su mirada fija en la comida era sinónimo de que no le importaba mucho el asunto, creo que la esperanza resurgía en mi pecho.

 -Con Alex, Camila y Jenny –agregué sin respirar, tenía que calmarme, oculté mis manos temblorosas bajo la mesa.

 -No conozco a esas personas –respondió alzando sus ojos grises por lo que tuve que bajar la mirada, mirarlo a los ojos era como desafiarlo indiscretamente.

 -Son mis amigos de la universidad –dije-, ellos han venido a hacer trabajos aquí, ¿recuerdan?

 Solo nos habíamos reunido tres veces para los trabajos en grupo, en los cuales ellos se habían comportado a la perfección, ni siquiera hicieron el atisbo de un chiste, aunque creo que se debía a que mi padre estaba casualmente leyendo una revista en el mueble.

 Mis padres cruzaron una mirada entre sí y pude ver por el gesto de mi madre que no estaba ni en lo más mínimo de acuerdo.

 -Puedes ir con tus amigos del templo –dijo mi mamá llevando su taza de té a sus labios.

 -Mamá, Diara está casada y los demás no querrán ver esa película –dije, a ellos les gustaba las películas de acción y la que yo quería ver era drama, de seguro como eran mayoría no querrían entrar a ver esa película.

 -Entonces vean otra –dijo mi papá.

Mi cabeza comenzaba a doler, tenía demasiada impotencia porque yo solo quería ver esa película con mis amigos de la universidad, ¿Cuál era el problema en eso?

 -Quiero ver esa –insistí-, no haremos nada malo, solo saldré con ellos, veremos la película y luego estaré aquí antes de las nueve.

 -No —dijo mi padre dando por finalizada la discusión.

 Mordí el interior de mi mejilla e intenté respirar hondo.

 -Yo quiero ir al cine.

 Mi papá terminó de comer y el tenedor sonó contra el plato de porcelana, sobresaltándome un poco. Su rostro se había vuelto rojo, creo que el tema ya le había fastidiado.

 -Katiana Eva Jones –regañó mi padre-, o vas al cine con los muchachos del templo o no vas. Tú decides.

 Mordí fuertemente mi mejilla y mis ojos se aguaron, quería gritar, de verdad explotaría. Pero solo tomé agua y respiré unas cuantas veces hasta calmarme un poco… como siempre hacía.

 -Voy a bañarme, no me siento bien –dije levantandome de la mesa.

 -No has comido –dijo mi madre.

 -No tengo hambre, te lo dije antes de que comenzaras a cocinar.

 -Bien, pero si estás haciendo una dieta, tienes que complementarlo con ejercicio, pasar hambre no te volverá delgada –mi madre tomó mi comida y la colocó en el plato de mi papá, entonces me retiré a mi habitación.

 Peleé con el cierre ajustado de mi vestido y luego con el amarré del corsé, tenía tanta frustración que lo terminé rompiendo, solté un gruñido y lo terminé de despedazar, y solo cuando vi mi preciado vestido en el suelo me di cuenta de lo que había hecho, maldición, mi mamá me castigaría. Coloqué el cadáver de tela dentro de una bolsa y lo oculté en la parte de arriba de mi closet, tenía que botarlo, tal vez cuando saliera más tarde lo haría.

 Me bañé en el agua fria, tal vez así apagaría la ira que sentía mi cabeza, ¿Por qué no podía salir con mis amigos?, no haría nada malo, siempre hacía lo que ellos querían, ni siquiera me preguntaron donde había pasado la noche… claro sabía que me amaban, pero odiaba que me sobreprotegieran tanto.

 Me acosté en mi cama una vez que me cambié, mirando el techo, había vivido casi toda mi vida aterrada de que mis padres me castigaran o de decepcionarlos, era su niña perfecta, ¿pero de qué me servía, si igual ellos no confiarían en mí lo suficiente como para dejarme salir?

 Mi teléfono sonó, y atendí antes de que el tono comenzara a sonar.

 -¿Aló?

 -¿Vas a ir; si o no? –la voz de Camila sonó del otro lado de la linea. Miré la hora en mi reloj de mesa mostraba que era apenas las 10:12 de la mañana.

 -¿A qué hora es la función?

 -A las siete –respondió-, Alex está comprando las entradas por internet, recuerda que es el estreno, necesitamos tu confirmación para comprarla: ¿si o no?

 Me senté en la cama y pasé una mano por mí húmedo cabello, comencé a murmurar un “no”, pero mi lengua se enredó conectándose con el ferviente deseo de rebeldía y dije:

 -Si, si voy.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo