—Bren, sabes que puedes confiar en mí, en lo que sea —repuso su padre, buscando su mirada—. Jamás te he juzgado ni te juzgaré.—Sé que jamás me has juzgado —dijo, tras aclararse la garganta—, pero todos tenemos un límite y creo que, si te cuento qué es lo que me sucede, sobrepasaré el tuyo.Adam frunció el ceño y ladeó la cabeza.—No sé de qué hablas, pero no creo que así sea. Siempre has sido un excelente hijo, un excelente hermano…—No, y tampoco he sido un excelente amigo, un excelente hombre… —replicó con un nudo en la garganta.—Brendan, no te estaría entendiendo. A ver, no sé qué ha pasado en el tiempo que no has estado en Waterford, pero no creo que sea así.—Ni siquiera pasó en Londres —murmuró más para sí que para su padre.—Por favor, hijo. Sé que necesitas soltarlo, se te nota, y por eso te pido que me expliques de qué diablos estamos hablando. ¿Qué es lo que te hace pensar que eres un mal hombre, un mal amigo, un mal hijo?Brendan miró a su padre firmemente mientras se hum
Amy observó la hora en la esquina inferior derecha del ordenador en el que estaba introduciendo todos los pedidos de aquel día y haciendo el balance general de la mañana, antes de despedirse de Eileen y encaminarse hacia su departamento. Se sentía completamente cansada y lo único que quería hacer era llegar a su hogar, en el que la esperaba Nan, repantigarse en el sofá y ver alguna película o serie que le permitiese relajar su mente y a alejar todos sus pensamientos. Sí, realmente lo que quería era poder poner su mente en blanco. Sabía que no podía rechazar lo que pensaba por toda la eternidad, pero al menos necesitaba una tregua de un par de horas como mínimo.Inspiró y soltó el aire con suavidad, al comprobar que solo le quedaban diez minutos para cumplir con su turno. Por suerte, ya estaba terminando con lo que debía hacer antes de salir, lo que haría que no tuviera que hacer horas extras.—¿Qué haces? ¿Te queda mucho? —le preguntó Eileen, saliendo de la cocina con un trapo húmedo
Una vez entró a su departamento, largó su bolso sobre la mesa ratona y se lanzó sobre el sofá, haciendo gritar a Nan a quien no había visto y que se encontraba sentada contra una de las esquinas con las piernas contra el pecho y un libro en las manos.—¿Por qué no miras dónde te acuestas? —preguntó Nan, incorporándose mientras Amy hacía lo propio.—Lo siento, estoy tan cansada que en lo último que se me ocurre pensar es en si mi mejor amiga se encuentra estudiando en el sofá de mi sala. Mil perdones —repuso, blanqueando los ojos.—¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan agresiva?—Estoy cansada —respondió, poniéndose de pie y encaminándose hacia la cocina, en donde puso agua a hervir y comenzó tomó dos tazas de la alacena—. ¿Quieres?—Okey, dame un poco —respondió Nan, cruzándose de brazos y acercándose a su amiga—. Pero a mí no me mientas. Te conozco lo suficiente como para saber que ese malhumor no solo es culpa del cansancio. ¿Qué pasó? ¿Te peleaste con Marcus? —preguntó, haciendo refer
—Amy —la llamó su amiga, sacudiendo su hombro con suavidad—. ¡Amy, despierta!Tras el almuerzo, Amy había decidido que, en lugar de tomar una siesta, vería una de sus películas favoritas, aunque bastante antigua, que a su madre le encantaba y la cual veían juntas siempre que tenían la posibilidad. Se trataba de una comedia romántica que, irónicamente, criticaba los clichés de la comedia romántica, haciendo que cada vez que la veía se desternillara de risa. Sin embargo, en esta ocasión, contrario a otras ocasiones, se había dormido profundamente en una incómoda posición en el sofá. Y Nancy había procurado no despertarla, consciente de la falta de sueño de su amiga. No obstante, había dormido más de cinco horas y la posición en la que se encontraba le acarrearía más problemas que relajación, por lo que decidió, contra su buena voluntad, despertarla. De todos modos, en un par de horas tendrían que cenar y no sabía qué demonios hacer. No pensaba meter mano en la cocina de su amiga, no que
Adam se adentró a la oficina que le había otorgado a su hijo, la misma que antaño había ocupado Denise, antes de que decidiera seguir trabajando desde casa, y frunció el ceño al ver como su hijo preparaba su maletín.—Así que es cierto —dijo, cruzándose de brazos y sonriendo de lado.—¿El qué? —preguntó Brendan, alzando la mirada por un segundo, antes de continuar guardando unas cuantas carpetas que tenía sobre el escritorio.—Me dijeron los inversores que decidiste adelantar las reuniones del lunes para hoy sábado —respondió, acercándose al escritorio y tomando asiento en la silla que se encontraba enfrente, cruzándose de piernas en una actitud bastante juvenil para su edad.—Sí, así es.—¿Y eso?—Pues, ¿por qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?—Porque eres Brendan Alan Warren y detestas ir a Dublín.—Eso era antes —respondió, sin darle demasiada importancia, consciente de a dónde quería llegar su padre.—¿Antes de que Amelia Carter viviera allí y accediera a hablar contigo
Tras el desmayo sufrido la tarde anterior, luego de cortar comunicación con Brendan, Amy se encontraba en su cama, siendo atendida por su mejor amiga, quien no dejaba de preguntarle una y otra vez cómo se sentía. Parecía no comprender que, cuanto más le preguntara, más le dolía la cabeza y, por ende, peor se sentía.—Toma, este es uno de los tés que me preparaba mi madre cuando era pequeña. Sirve para aumentar las defensas y el ánimo —dijo Nan, depositando una bandeja sobre las piernas de su amiga, sin importar el malhumor de esta.—No necesito ningún té, Nan. Ninguna infusión rara me ayudará con mi problema. Lo entiendes, ¿no? —preguntó, alzando una ceja.—Lo que tú necesitas es relajarte y esto te ayudará a ello.—No estoy tan segura. Lo que yo necesito es que pase todo de una buena vez. Son las diez de la mañana del sábado, y dentro de seis horas tendré que encontrarme con… con… —Suspiró—, bueno, tú ya sabes con quién. Repito, un té no me ayudará con eso.—No, pero te relajará lo s
Brendan salió de la primera reunión con el corazón desbocado. Si bien había salido todo a la perfección, a pesar de que por momento se había perdido en el transcurso de la conversación con los inversores de la cristalería, había logrado cerrar con ellos un trato millonario que ayudaría a palear las no tan sorpresivas pérdidas de la empresa. No obstante, para que aquello funcionara, debía hablar con su padre y solicitarle que cambiara a Tobias de sector, para resguardar las cuentas de The Warren’s Crystal House, ya que, algo en su interior, le decía que el hecho de que su primo formara parte del equipo de finanzas hacía que existiera un enorme agujero negro por el cual desaparecía el dinero, logrando que las ganancias fueran prácticamente nulas.Suspiró y miró la hora en su teléfono móvil, comprobando que le quedaban más de dos horas para reunirse con Amelia. Había planeado que la reunión durase hasta la hora del almuerzo, sin embargo, esta se había precipitado y allí estaba, en Dublín
Brendan no había podido probar más que dos o tres bocados del almuerzo. No era que la comida hubiese estado mal, por el contrario, sabía increíblemente bien, no obstante, su estómago se encontraba tan revuelto, por culpa de no saber qué sucedería, que sentía que, si continuaba comiendo, no haría más que botar el menú. Por lo que, luego de cuarenta minutos en el restaurante, abonó la cuenta y se encaminó hacia la calle.Durante las siguientes cinco horas que restaban para aquel encuentro, que había esperado por los últimos doce años, se dedicó a vagar por las calles, sin hacer nada más que mirar los escaparates, imaginando ver a Amy en cada esquina, a pesar de que no sabía si sería capaz de reconocerla. ¿Cuánto habría cambiado en ese tiempo? Si bien, durante la última década se habían visto en Navidad, Año Nuevo y las fiestas importantes que involucraban a ambas familias, él había decidido ausentarse de las mismas durante los últimos dos años, por lo que, no tenía ni la más remota idea