Sola frente a la habitación de Hanriet, Sofía se detuvo un momento, luchando con sus pensamientos. Los sollozos del Joven Lord traspasaban la puerta, tocando una fibra sensible en su corazón. Con una mezcla de determinación y preocupación, Sofía empujó la puerta y entró.—Levántate, quiero que me acompañes a pasear —dijo de pronto ante la mirada acuosa e incrédula del joven Lord. Era un gesto audaz y posiblemente imprudente, pero en ese instante, Sofía no estaba actuando como Lady Sofía, sino como un ser humano respondiendo al sufrimiento de otro. Quizás este acto de bondad inesperado sería el catalizador que Hanriet necesitaba para empezar a sanar, o quizás sería el inicio de complicaciones adicionales. Lo que estaba claro es que Sofía estaba dispuesta a ayudar a alguien que lo necesitaba desesperadamente. Al tomar el brazo de Hanriet, Sofía sintió la tensión en sus músculos, una rigidez que hablaba de su lucha interna y del esfuerzo que le costaba mantenerse erguido ante el peso
En las calles adoquinadas de Capitalia, donde cada paso resonaba con ecos de un pasado glorioso, la residencia de los Cavendish se erigía como una fortaleza de tradición en medio de la modernidad que la rodeaba. A pesar de que los rascacielos de cristal y acero comenzaban a dominar el horizonte, el hogar de los Cavendish comenzó a levantarse imponente como si emergiera de las brumas como un recordatorio de la historia y el poder que una vez tuvieron. Dentro de sus muros, todo comenzaba a cobrar vida. Capitalia era un eco de la nobleza de antaño, una ciudad donde la alta sociedad se aferraba a un sistema en el que los títulos y el linaje lo eran todo. En el corazón de esta sociedad tradicionalista la residencia de los Cavendish, una familia cuyo honor y reconocimiento en el reino se habían forjado a través de una vasta fortuna acumulada con la explotación de minas de hierro y una notable capacidad para adaptarse a las corrientes cambiantes del comercio y la industria. Se levantó nu
Teresa Vivaldi estaba sentada frente a unos agentes que afirmaban ser del banco, aunque había algo en su actitud que la mantenía en alerta. Esa mañana había recibido un mensaje de Sofía, en el que le advertía de la visita para hacerle ciertas preguntas y, si todo resultaba ser verdad, le devolverían el dinero. Atrapada en una oleada de júbilo inesperado, Teresa no había tomado las precauciones que solía tomar. ¿Había bajado la guardia demasiado pronto?—Señorita Vivaldi —empezó el más serio de los dos agentes—, ¿sabe por qué estamos aquí?—Sí, la señora Sofía me informó hace poco —respondió Teresa con una sonrisa forzada.—¿Es amiga de la señora Sofía?—No exactamente. Diría que somos rivales en el amor; ambas queríamos casarnos con César.—¿Y cómo explica que todo su dinero haya terminado en las cuentas de la señora Sofía? Para ser rivales, eso parece bastante inusual, ¿no le parece? Teresa se removió incómoda en su asiento. La pregunta del agente había iluminado una verdad que ell
El corazón de Sofía se apretó de pronto. Pese a que podían ser meros actores, la mirada de su padre parecía sincera; reflejaba el mismo amor que había sentido aquel día que la abrazó mientras lloraba tendida en el césped. Ese amor que ahora él expresaba con una profunda tristeza en su mirada.—Por favor, hija, solo dame la oportunidad de explicarte. Si después de conocer toda la verdad decides no volver a verme, lo aceptaré —Yavier continuó de rodillas, suplicando mientras sostenía su mirada—. No quiero nada de ti, nada, solo pido que me escuches y, si algún día es posible, que me permitas verte y conocer a mis nietos. Por favor, hija. Sofía sintió cómo el peso de años de incertidumbre comenzaba a desmoronarse ante la genuina muestra de vulnerabilidad de su padre. La brisa suave parecía llevarse consigo las palabras de Yavier, dispersándolas en el aire como si fueran semillas de diente de león, buscando terreno fértil en el corazón de Sofía. Ella se quedó en silencio, observando có
Sofía miró intrigada a Yavier, que desnudaba su alma, revelando las capas de traición y engaño que habían marcado su pasado. La historia era digna de una tragedia clásica, con giros inesperados y revelaciones dolorosas. Y el motivo por el que ella no había crecido con él, parecía que en verdad la amaba.—Sí, escapando, ya llegaremos ahí —dijo y continuó—. Mi hermano al enterarse de la traición de Sabina, con quien planeaba casarse. Decidió volvernos poderosos para ir en su contra. Javier Inclán no había conseguido apoderarse del dinero que nuestro padre tenía en el banco. Tampoco el padre de Sir Alexander había aceptado hacer negocios con él, pero sí con nosotros. Descubrimos que los Cavendish no tenían nada que ver con lo sucedido a nuestra familia; todo había sido orquestado por Javier Inclan y Lady Sabina, la mujer que él amaba con locura. —Yavier hizo una pausa, como recogiendo fuerzas para continuar. —¡Fue terrible saber que habíamos querido a la asesina de nuestra familia!—¡Di
Después de que Yavier terminara de contarle toda la historia, Sofía se sentía desbordada de felicidad. Volvió a abrazarlo, esta vez con un amor genuino, sintiendo que él la había amado toda su vida. Una enorme felicidad la invadió al saber que, a pesar de haber crecido en un orfanato, había sido una niña deseada y amada por su padre.—Padre, ahora que nos hemos reencontrado, quiero pedirte algo —dijo Sofía, con una mirada llena de esperanza.—Lo que sea, hija mía —respondió Yavier, dispuesto a concederle cualquier deseo.—No quiero que nos volvamos a separar jamás. Ya estás entrado en años y no me quedan muchos para disfrutar de tu presencia. No necesito que trabajes; solo quiero que permanezcas a mi lado, no como mi guardaespaldas, sino como mi papá. Disfrutando de nuestra compañía, quiero que me cuentes toda tu vida, y yo te contaré la mía. Quiero que mis hijos conozcan a su abuelo, el padre de su mamá. Por favor, papá, concédeme ese gusto. Ven a vivir aquí conmigo. Es más, no te v
En el despacho de la mansión de Sir Alexander en Santa Mónica, Lord Henry exhibía una sonrisa de satisfacción. Ante él, se desplegaban las pruebas que César y Bee, con la ayuda de Airis y el Joven Lord, habían meticulosamente buscado y organizado. Todo estaba documentado con esmero; solo faltaba un último detalle por concretar.—¿Estás convencido de que vendrá? —inquirió Lord Henry, su preocupación evidente—. Me detestan, están convencidos de que yo soy el artífice de las tragedias que han asolado a su familia, tragedias de las cuales yo era completamente ajeno. Sabina me confesó que su padre había adquirido todo aquello tras la ruina provocada por el incendio.—No dudes de que vendrá —aseveró Sir Alexander, cuya salud había experimentado un giro radical gracias al nuevo tratamiento prescrito por el médico y a los entrenamientos diarios supervisados por César y Airis—. Lo recuerdo claramente, aún éramos unos mozalbetes. Ellos se alistaron en el ejército de Su Majestad y nosotros tom
Era la primera vez desde la traición de Sabina que Javier sentía un calor reconfortante en su pecho, una sensación que había creído perdida para siempre. Había amado a Sabina, había estado dispuesto a sacrificarlo todo por ella, sin saber que mientras se entregaba a sus brazos, ella era la mente maestra detrás del exterminio de su familia y la usurpación de su apellido y legado. Y ahora, este joven delante de él, un hijo que le había sido ocultado y que podría haber sido una fuente de alegría en su vida, estaba derritiendo con esa simple palabra: "Padre," el hielo en que se había convertido su corazón.—Eres mi padre biológico y tienes todo el derecho a que te llame así —explicó el joven Lord con una calma que contrastaba con la turbulencia interna de Javier—. No estamos intentando comprar su silencio; al contrario.—¿Qué quieres decir? —Javier preguntó con una mezcla de desconfianza y una esperanza cautelosa, observando cómo el joven Lord le extendía la mano, que él tomó con nervi