También es mio

•Samuel•

No lo pensé más y la saqué en brazos de la quinta, el vigilante me gritaba que llamaría a su señor.

¡Me valía mierda!

Abro la puerta del copiloto en un moviendo rápido y la subo en mi coche y salgo a toda velocidad de ese lugar. La escucho llorar, pero no salen palabras, ¿qué mierda estaba haciendo todo este tiempo?, su hermoso cabello rubio está más opaco, su piel luce algo pálida y ni hablemos de su peso, sentía que cargaba una pluma.

Está mal, muy mal y mi Hijo también lo debe estar, no quiero ni pensar lo que debía estar pasando, encerrada en su casa. ¿Qué clase de personas son esas? ¿Qué padre deja a su hija caer en ese estado?

Observó que se trataba de calentar con sus manos, elevó un poco más la calefacción y estiró mi brazo a la parte trasera tomando un saco.

—Póntelo.

—G-gracias, Samuel —se cubre con el saco y trata de peinar su cabello—, puedes prestarme tu teléfono, para llamar una amiga.

—¿Para qué llamarás a una amiga, Zachary?

—No quiero molestarte, ni que creas
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