Facilona

Su beso es tierno y delicado, su mano acariciaba mi mejilla. Mientras con la otra parecía que trataba de contenerse, apretaba con fuerza mi pierna. Su lengua exploraba mi boca, no podía creer lo que pasaba..., mi entrepierna palpitaba y la loción de Santiago me tenía embobada.

Dijo que sería el último, entonces que sea bien aprovechado.

Me subo a horcajadas encima de él, sin despegar nuestros labios, ¡mierda! Fue inevitable soltar un gemido, sus grandes manos recorren mi cuerpo y siento como su bulto está cada vez más duro.

Ay, padre. Ayúdame...

Me froto encima de él y gruñe, clavando sus dedos en mis caderas. Enredo mis manos en su lacio cabello, pero es él quien termina el beso. Su respiración está agitada igual o peor que la mía. Une nuestras frentes, mientras sus ojos están cerrados.

—Paremos esto, Sahi. No..., no está bien. ¡Maldición que estamos haciendo! —confesó atormentado, dejo un beso en la punta de mi nariz y me bajo de él —, duerme que mañana no verás a este Santiago ot
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