Al regresar a casa después de dejar a Sara en la cabaña, tuve una gran discusión con papá, pero nunca imaginé que él se pondría así, el doctor dijo que fue un paro cardiaco, necesitaba estar en un lugar sereno y que no lo alteráramos.
Escuché como mis hermanos y mi madre lloraban en el pasillo del hospital, me culpaba a mí mismo por todo, debí aceptar el irme a vivir con Miriam y aguantarla por un tiempo hasta que encontrara un lugar para vivir.
Siempre fui un chico obediente, siempre hice caso de lo que me pedían, porque ellos no me podían entenderme a mí. Estaba tan enojado porque no me dejaban tomar mis propias decisiones, ni me apoyaban, pero nunca me imaginé que pasara algo como esto.
Mamá me pidió que regresara con mis hermanos a la casa, ella se quedaría hasta el día siguiente.
El jueves por la noche me aliste, le avise a mamá que volvería hasta el domingo por la noche y molesta me dijo que me cuidara, mi autobús salió por la noche y el avión sería en la madrugada. Leí varias veces la dirección que Sara me dejó mientras volaba en el avión, deseaba estar ahí ya para abrazarla, sentir sus labios, ¡Dios! la extrañaba tanto. Tome un taxi que me llevo guiándonos por la dirección, era un lugar muy apartado de la ciudad, cuando llegue le pagué al taxista y me alegré que quedara más o menos para mi regreso al aeropuerto y el hotel. Mire el gran portón, era la única casa a los alrededores, toque el timbre y ahí fue cuando escuche su voz. “¡Aldo!” Gire para mirar a la chica más bel
Ya adentro ambos me miraron muy serios y empezaron a explicarme. “Necesitamos apoyo Aldo, la granja quedará arruinada si no hacemos algo pronto”. Yo los observe comentando. “Estoy trabajando en ello”. Mi mamá habló. “No hay tiempo y necesitamos una solución rápido”. Los mire en silencio, algo no me gustaba en esta conversación. Mi madre siguió hablando. “El alcalde nos puede apoyar, tiene suficientes recursos, pero pide algo a cambio”. Ella miró a mi padre y siguió. “Quiere que tú y Miriam se casen”. Trague grueso, no teníamos fondos y mi padre pidió un préstamo hace medio año. Yo no tenía opciones. “Necesito pensarlo”. Mi madre
Por la noche cuando la gente se fue, me retiré a mi cuarto, Elena y Frank se quedaron con mamá y Miriam, que a partir de ahora viviría con nosotros como mi prometida. Salí por la ventana rumbo a la casa del árbol, cuando entre observe todas las fotos destrozadas. Cerré mis ojos duramente y mis lágrimas empezaron a caer mientras repetía. “La perdí, la perdí”. Cuando me calme tome las fotografías y comencé a pegarlas de nuevo las coloque en su lugar y las observé durante mucho tiempo hasta que me dormí. Por la mañana desperté con los gritos de Elena, me levanté y bajé de la casa, caminé por el sendero hasta encontrarla junto a Frank. “Mamá te está buscando, es algo sobre la granja”. Subí de nuevo y me di un baño largo, de verdad que lo necesitaba, al salir encontré a Miriam recostada en la cama con ropa interior muy atrevida, sonreí sarcásticamente. “Si crees que tú y yo tendremos sexo estas muy equivocada”. Ella se levantó intrigada. "¿Por qué no?". “Acepte casarme contigo, pero nunca hable de tener relaciones, no pienso meterme contigo”. Ella empezó a gritar con su voz chillante. “¡Aldo, estamos casados, es lo que hace una pareja casada!”. Se acercó a mí, observo mi tatuaje en el pecho. “¿Es por ella? ¿Es por Sara?”. Me reí a carcajadas. “Claro que es por Sara, la amo y siempre la amare a pesar de estar casado contigo no la voy a dejar de querer y tú CAPITULO 36 ANA
El padre de Miriam había escapado del pueblo por desfalco a empresas, robar el dinero del pueblo y otros delitos que eran investigados, Miriam se quedó sin el dinero que su padre le daba para gastar, mi madre también tuvo que vender muchas de las joyas que Miriam le compró para devolverle el dinero. Día tras día se volvía más insoportable para todos en la casa, peleábamos por el amor y atención que le daba a mi hija, por dinero que ella quería gastar, pero nosotros no teníamos, entre muchos otros problemas, a veces cuando discutimos mi madre se metía y no le iba nada bien, Miriam despotricaba contra ella para después desaparecer por días. Regresaba arrepentida llorándole a mi madre que la volviera a aceptar y ella la perdonaba, yo solo la soportaba por la amenaza de irse con mi hija, ante la ley ella tenía más derechos que yo por ser la madre.
Tiempo después… Otro día más con problemas en la granja, Salí de la oficina para ir a casa del señor Ruiz, tenía problemas en la casa, como siempre el recurría a mí, me gustaba ayudarlo, era como un abuelo para mí que me aconsejaba y adoraba a mi pequeña Ana. Su esposa murió hace un año y él quedó muy solo, con el tiempo nosotros nos hicimos su familia. “Papito ¿A dónde vas?”. Ana me miró mientras guardaba mis herramientas en la camioneta. “Voy con tito ¿Quieres ir?”. Ella gritó feliz aceptando, ella amaba al hombre, desde niña lo llamó abuelito, pero como todavía no habla correctamente pronunciaba Tito, con el tiempo el apodo se quedó de cariño. Llegue a la casa, me estacione y Ana bajó corriendo a la casa alegre, yo fu
Él se rió. “Me has impresionado más de una vez por la forma en que amas a mi hija”. Después de un tiempo preguntó. “¿Qué te detiene para estar con ella? La mujer con la que te casaste es una m****a”. Hice una mueca ante sus palabras que eran correctas, lo único bueno de Miriam es mi pequeña Ana y agradecía que no fuera como ella, mi pequeña era noble y de un gran corazón. Ana quería a su madre a pesar de que Miriam siempre la rechazaba, era una de las tantas discusiones que teníamos en casa. Él me siguió mirando al ver que yo estaba en silencio. Joel suspiro profundo. “Si la amas… lucha por ella Aldo, porque el tiempo se te acaba”. Joel miró hacia la puerta para ver si había
Después del entierro fuimos a la cabaña para acompañar a Celeste y Sara un rato, tuve la oportunidad de darle mis condolencias a Sara cuando el tipo la dejó por un momento, pero como siempre Miriam apareció echando todo a perder. Nos fuimos de ahí porque mi hija necesitaba descansar, me hubiera gustado quedarme un poco más pero tanto mi madre y Miriam no lo permitirían y la verdad no quería discusiones ese día. Cuando llegamos a casa baje de la camioneta solo para entregarle a mi pequeña Ana a Elena pidiéndole que la cuidara, ella me sonrió tristemente y entendió muy bien a dónde iba, cuando tenía malos ratos que era muy seguido, me perdía bebiendo en la casa del árbol hasta quedarme dormido de borracho. Elena entró a la casa con mi hija, mi madre y Miriam me gritaban desde la puerta de entrada haciendo reclamos,