Me encontraba en un lugar tan cálido… un espeso líquido que me envolvía y una dulce voz escuchándose a lo lejos… era mi madre… de repente me encontraba en otro sitio… una vela numero 4 sobre un pastel… todo decorado con globos… me mire en el espejo ya no era una niña… y Einar me observaba…
El sonido de un pitido que cada vez se hacía más fuerte, abrí mis ojos encontrando con una luz blanca sobre mi rostro.
Mi vista al principio borrosa que en segundos se acostumbró. Empecé a observar cada cosa hasta que me percaté que mi cuerpo estaba atado a una camilla.
Mi corazón empezó a latir con rapidez.
¿Dónde estaba? ¿y porque estaba atada a una camilla?
Varios cables estaban conectados a mi cuerpo, que sobresalían y se dirigían a una máquina.
— Itaro ella es demasiado poderosa no podemos dejarla sola… —la voz de mujer se escuchaba no tan lejos de donde me encontraba.
— Lo sé solo deberemos enseñarle al igual que los demás… —la
Camine por el estrecho pasillo evitando mirar a las personas que cruzaban por él. Clase de “Normas personas con habilidades”, resople y entre al aula. Encontrándome con dos estudiantes y una señora con lentes, que estaba sentada leyendo un libro. Miré a las personas que estaban allí y mi sonrisa fingida desapareció, puse mis ojos en blanco al ver al soberbio de Brais. El solo sonrió levantando sus pies y apoyándolos sobre una mesa. — ¿Son todos? —pregunto la mujer al percatarse de mi presencia— ejem si creo que si… La mujer hablaba raro y con la voz rasposa algo que era extraño. — Muy bien deberán hacer un trabajo y leer el libro de normas Firewall es la segunda vez que está aquí ejem —dijo la mujer acomodándose los lentes. ¿Acaso tenia la habilidad de hacer todo en cámara lenta? Mire a Brais que parecía querer reírse pero solo sonreía mostrando sus relucientes dientes. — Sus faltas… —dijo la mu
Volví a mirar hacia la ventana que estaba a la cabeza de mi cama, la ventana con forma de circulo que separaba la habitación del exterior. Habían pasado unos días desde que había llegado aquel sitio, había clases donde la mayoría prefería que me quedara a un lado. Algo me parecía absurdo y un mal acto por parte de los profesores responsables. Me mantenía al margen de todo lo que sucedía trataba de pasar el tipo libre encerrada en la habitación. Las visiones eran más seguidas y aparecían solo con mirar a alguien a los ojos. Las pesadillas que tampoco me dejaban descansar y nadie me daba respuestas. Sentía que casi siempre me observada. << Me están poniendo a prueba >> Pero a lo largo de mi corta vida me había acostumbrado a vivir sin utilizar mis habilidades. De repente la puerta de la habitación se abrió y una agitada Eider apareció. — ¡Vamos a que ir a clases! —dijo tratando de recuperar el
Tomé aire como si me hubiese estado ahogando y abrí mis ojos, la luz del sol entraba por una ventana y me había cegado por completo. De pie a mi lado había una mujer y fue en ese momento que tomo mi mano. Un pasillo… el piso estaba empapado de agua… la mujer vestida con un uniforme de color blanco… la enfermera con la mirada sobre unos papeles… ella sin ver el charco… sangre y la mujer desplomada en el suelo… Quite mi mano mi cara de espanto por lo que acababa de ver. — ¡Suélteme! —dije al ver que ella seguía con su mano sobre la mía. Al mirarla a la cara otra vez en mi mente se reproducían esas imágenes. ¿Una caída la había lastimado de aquella forma? ¿O mejor dicho esa caída le iba a provocar algo lamentable? Quería llorar de la desesperación y los nervios que estaba sintiendo en ese instante. Ella se hizo hacia atrás espantada al ver mi reacción, aparte la sabana a un lado y me levante de la cama. Quería irme a casa
Los días pasaban y solo seguía sintiendo el vacío dentro de mi. No era la tristeza o felicidad, era vacío, esa vida vacía que había llevado durante mis años de vida. Observe una vez mirando el paisaje del otro lado de la ventana. No quería salir del cuarto algo que se había vuelto costumbre. ¿Se suponía que iba allí a aprender? Pero nada solo recibía miradas de desprecio y temor por parte de todos. Eider solía llevarme comida a la habitación ya que decía que no era bueno que no comiera. El llamado a la puerta me saco de mis pensamientos, me puse de pie y abrí la puerta. — Eider me pidió que te trajera algo de comida —Brais me miro con una fingida sonrisa extendiendo la bandeja hacia mi— todos están en la práctica faltas tu fantasma. Me quede en silencio y tome la bandeja entre mis manos. — Nadie me quiere en esa estúpida practica —dije dirigiendo mi mirada a la comida. — ¿Y crees que encerrándote aquí lograras a
Una joven… caminando por una calle solitaria… una casa oscura… escaleras… alguien detrás de ella… sangre y un grito ahogado… — ¡Ah! —grite sintiendo la respiración agitada. Miré a mi alrededor y no vi a Eider acostada en su cama. Hasta que ella cruzo por la puerta del baño acercándose a mi con una mirada preocupada. — ¿Te encuentras bien? —solo asentí— hoy me desperté mucho antes que tu… sentí que me observaban… — ¿Qué hora es? —me gire en busca del despertador sobre la mesa de noche. Maldije al ver que no había ningún reloj. — ¡El entrenamiento! ¡sabía que algo teníamos que hacer! —Eider se levantó de la cama y se volvió al baño. Últimamente las pesadillas habían sido mas constantes que de costumbre, lo mas curioso era que las personas que aparecían nunca las había visto en mi vida y lo peor de todo eran las desgracias que veía. Me puse la ropa mas cómoda que tenia y Eider toda arreglada con sus peinados elabo
Luego de hacer unos ejercicios que nos ayudaban a nuestras energías nos dirigimos hacia el salón de prácticas. Volvimos a entrar a la gran casa y nos dirigimos por el mismo camino que nos llevaba al lugar de reuniones y a un lado estaba el salón. Brais se acercó y abrió la puerta, y otra vez la magia. Un lugar grandísimo apareció en frente nuestro. Parecía una cancha de básquetbol, pero era larga y no tenia gradas solo unos banquillos y solo pistas. De repente era césped, el techo dejaba pasar luz natural pero todo estaba iluminado con luces blancas. Parecía otro mundo dentro de otra habitación sus dimensiones eran irreales. Pisamos el césped y a lo lejos se veían murallas, altas murallas, plataformas que subían y bajaban, agua, fuego y demás cosas que representaban todos los elementos. — ¡Vamos! —dijo Brais que parecía haber tomado el papel de líder del equipo. Caminamos detrás de Brais hasta que llegamos a un sitio do
Seguí a la profesora Merila pero me sentía conmocionada por lo que acababa de pasar. No podía controlar mi mente y mucho menos lo que sentía. Subimos unas escaleras que daban al exterior y parecía ser el último piso del edificio. Al entrar al despacho de la profesora Merila daba la misma impresión que cuando entrabas a una biblioteca, altas repisas rodeaban el lugar y la cantidad de libros incontables. En el centro de la pequeña habitación justo en frente de un balcón que daba vista al exterior, había un pequeño sillón y una mesita a un lado. — Siéntate querida —dijo ella señalando el sillón. Tome asiento y ella se sentó en el sillón de enfrente. — Vengo observándote hace tiempo cariño y se que es difícil he hablado con Tavia e Itaro pero ambos tienen una idea que no comparto —explico ella acomodándose los lentes. — No se la verdad que esperan de mí y solo quiero irme a casa —dije bajando la mirada a mis manos sobre mi regazo.<
El tacto sobre su suave mejilla, el hormigueo que recorría mi mano y de repente mi mente reproducía una escena como un recuerdo vivido. Veía a Eider… caminaba con tranquilidad… de repente empezó a correr… en un segundo aparece en una pradera… el sol es bastante reluciente… la sonrisa de Eider… Aparte mi mano y abrí mis ojos, mi pecho subía y bajaba como si hubiese aguantado la respiración. — Dacia… —mire a Eider que me miraba preocupada. Las emociones que sentía eran de felicidad, y tranquilidad, la paz que necesitaba mi alma. << Algo feliz… por primera vez >> Lleve una mano a mi boca y solo sentía el nudo en la garganta que no me dejaba emitir palabra. Mis ojos se llenaron de lágrimas porque sentía el cosquilleo recorrer mi brazo hasta la palma de mi mano. — Lo hice… no tuve miedo —dije entre sollozos. Eider sonrió y se abalanzó hacia mi. De repente la misma escena volvía a reprod