Junto con Eider entramos al comedor, el lugar donde poco había concurrido. Desde que me había despertado sentía una extraña sensación en mi pecho.
Eider y yo no habíamos hablado sobre lo ocurrido la noche anterior, pero nuestra relación seguía intacta incluso mejor.
—¡Aquí! —exclamó un sonriente Tigor desde la mesa.
Las dos nos acercamos hacia su mesa donde también se encontraban los demás chicos del equipo.
Me senté al lado de Eider enfrente de Tigor y Brais, Cloe al vernos sonrío pero no dijo nada.
—¡No me sentare en la misma mesa que ella! —exclamo Uxia levantándose de su lugar.
Todos miramos a la pelirrubia que parecía enojada.
— ¿Podrías no gritar y dejar de hacer tanto escandalo? —dijo Brais mirándola con seriedad.
—¡Qué casualidad que Dacia esta siempre que alguien desaparece! ¡Van dos desaparecidos! —grito ella llamando la atención de todos— ¿Sospechoso verdad?
Fruncí mi ceño y mire con enojo a Uxia.
Un rayo de sol daba justo sobre mi rostro, miré a mi alrededor y recordé porque estaba allí. Una extraña sensación acompañada del dolor que sentía en mi cuerpo por la mala posición en la que había dormido. Me puse de pie y no encontré mis tenis. Juraba que los había dejado por ahí, no le di tanta importancia y Sali recorriendo los pasillos. Era tan extraño lo mucho que alumbraba el sitio los rayos de sol. La comisura de mis labios caídos y mi garganta que no quería emitir palabra. << Estoy triste >> Camine y para mi suerte no vi a nadie, hasta que llegue al exterior sintiendo el césped rozar la planta de mis pies. Camine hasta llegar a la playa. El agua… era lo único que me generaba tranquilidad en esos momentos. Sin importar la ropa que tenia encima me metí al mar, el agua no estaba fría si no templada. Me gire mirando hacia la gran casa y deje caer mi peso hacia atrás. Sentía el ag
—No quiere hablar con nadie hace días que no me dirige la palabra… la profesora Merila vino a verla pero —escuchaba a lo lejos la voz de Eider murmurando. —Pero hace casi una semana esta asi… —dijo Cloe que apenas se escuchaba su voz. Abrí mis ojos para luego observarlas por un momento. —¿No iras hoy tampoco a la práctica? —pregunto Eider a lo que solo negué con mi cabeza. Volví a acurrucarme para cerrar mis ojos. Los últimos días habían sido los más intensos de todos, no me sentía yo misma y mucho menos con energía. Me puse de pie y me metí al baño, cepillé mis dientes y me di una ducha. A penas sentía que podía mantenerme de pie. Había ido a la enfermería cuatro veces y nada no encontraban explicación a lo que me estaba sucediendo. Miré por la ventana hacia el bosque y comí un poco del desayuno que había traído Eider. Otro día más que decidía quedarme encerrada en la habitación. Tome uno de los libros que me h
Era la tercera vez que volvía a cambiar de posición en la cama. Pero el sueño no llegaba. Mi mente no estaba tranquila y mucho menos sabiendo que alguien había querido atentar contra nuestras habilidades. << Un propósito malo… >> Nada bueno podía pensar con eso y relacionado a las plumas negras. Mire a Eider que dormía profundamente y Sali de la habitación, recorriendo los pasillos y otra vez encontrándome afuera de la casa. ¿Por qué te arriesgas Dacia? Solo el pensamiento que afuera estaría mejor que adentro me hacía tener el valor para ir afuera. Me senté sobre el césped y una mala idea había sido salir solo con el pijama de verano. Levante mi cabeza observando el cielo oscuro estrellado, esas hermosas estrellas tan brillantes y relucientes. El pensamiento que muchas veces aparecía en mi mente vino a mi. Ese era otro mundo y se podía percibir tan solo con el aire que respiraba. Per
Al entrar al salón de practicas la mayoría ya se encontraba practicando para la competencia. Varias miradas cayeron sobre nosotros. Nos acercamos a donde se encontraba nuestro equipo. —¿Wow donde estuvieron? —pregunto Tigor sonriente. Mire a Brais que miro con seriedad a su amigo. —Son quemaduras de sol… creo tengo una pomada en mi mochila —comento Cloe volviéndose a la banquilla donde dejábamos nuestras pertenencias. —¿Cómo se hicieron eso? —Eider se acercó a mí mirando con una ceja levantada. Tragué saliva y negué con mi cabeza. —¡Empiecen! —exclamo Brais mirando a los demás. Cada uno se dirigió a su lugar y Cloe me extendió un pequeño pote. Tome el pote y puse un poco sobre mis dedos y me acerque a Brais. El relajo el ceño y empecé a aplicar la pomada. Sentía varias miradas sobre nosotros pero solo pensaba en que esa pomada aliviaría el ardor. Me hice hacia atrás y apareció Eider quitá
Sali de la casa con mis pies desnudos apreciando la noche. Pensando en todo lo que estaba pasando. Definitivamente me había imaginado algo distinto pero las cosas habían sucedido de esa manera. Hasta que el sonido de las hojas me saco de mis pensamientos, una silueta estaba de pie sobre el límite que dividía el bosque del césped. Mire al muchacho que parecía pertenecer a los más jóvenes del lugar, era de menor estatura, y su bata de color azul que se me hacía bastante familiar. A paso lento me acerque hacia él y él se giró mirándome con una sonrisa. —Hay algo allá —el señaló entre medio de los árboles. —No puedes ir allí —dije al ver que apenas se veía algo entre los árboles. —¡Pero hay algo lo vi! —exclamo para luego caminar introduciéndose en el bosque. Observe con desconfianza hacia el bosque pero no podía dejar que el chico se metiera más. — ¡Ven aquí! —exclame tratando de tampoco levantar la voz demasiado.<
Estuvimos asi por un largo tiempo como si no fuese la única persona que necesitaba un abrazo. —Es peligroso que estemos aquí afuera —dijo el mirándome a los ojos a lo que solo asentí. Él se puso de pie y extendió su mano para ayudarme a levantar. Al apoyar la planta de mis pies el ardor se esparció. —¡Ah! —exclame al sentir el roce de la arena. —Ven… —el paso sus brazos y me levanto. Entramos a la casa y fue cuando vimos a los profesores aparecer. Las luces comenzaron a encenderse y fue cuando caí en la cuenta otra vez. Alguien había desaparecido y yo lo había visto. Brais me miro y yo aparte mi mirada. —Creo que puedo caminar… —dije con la voz entrecortada— por favor Brais… El dudo pero al final me dejo de pie pero paso uno de sus brazos por mi cintura. Hasta que como por arte de magia y teniendo en cuenta la diferencia de como transcurría el tiempo el sol del amanecer apareció. Mire a Brais y l
Todas las entradas y salidas estaban vigiladas por unos hombres todos con unas mascaras extrañas. La seguridad había aumentado, las cámaras en todos los salones y profesores recorriendo los pasillos. Pero mi mente no estaba tranquila habían demasiadas incógnitas y ninguna respuesta certera. Sobre el famoso escudo y sobre mi habilidad, y esas temibles bestias. Habían demasiadas preguntas y pocas respuestas. Mis noches ya no estaban esas pesadillas pero si un recuerdo insistente que lo único que me hacía sentir era culpa. No había hecho nada por aquel joven y eso estaba como un recuerdo vivo de mi conciencia. Y en el único que podía confiar por más que me costara creerlo era en Brais. Él había visto a esas criaturas y lo que sucedió estando juntos también necesitaba una explicación. Empecé a buscar a Brais por todas partes hasta que terminé en el salón donde practicaban con el elemento fuego. —Vaya sorpresa el fan
Ambos nos separamos y cruzamos nuestras miradas, sus ojos con las pupilas dilatas y los míos probablemente llorosos. — ¿Escudos? —dijo el mirando a su alrededor— todo esto para demostrar que somos escudos… Él se puso de pie ofreciéndome una de sus manos para ponerme de pie. Mi corazón latía rápido y mis manos estaban temblando. — ¡Es una estupidez! —grito Brais enojado. — Hoy en día existen pocos escudos… —Tavia apareció desde las sombras— pero es más fuerte cuando ambos se protegen… Esa vez mis sollozos eran más fuertes y el miedo que había sentido poco a poco iba desapareciendo. — Dacia… —la mujer de cabellos blancos se acercó a mí. Retrocedí hacia atrás para apartarme de ella, mire hacia mis piernas y por ella subían dos serpientes. — ¡Ah! —Brais tomo mi mano. Y como por arte de magia las serpientes desaparecieron. — ¡Louis ya terminamos! —exclamo Itaro dirigiéndose hacia él. — La debilidad de