Capítulo 65
Carlos tenía la mirada fija, sus pupilas negras y su cuerpo temblando.

Su mirada atravesaba el tumulto de personas en la celda, recorriendo todo el espacio hasta encontrarse con la mía.

Vi cómo su mano junto a su costado se cerraba lentamente en un puño, como si hubiera escuchado algo que no podía creer, como si ya no me reconociera. Me miraba con desconcierto.

Yo lo miraba, sonriendo, mientras lágrimas brillantes resbalaban por mis mejillas. Lo llamé: —¡Carlos, te odio!

Me empujaban de un lado a otro. Mi cuerpo ya no sentía nada; solo los recuerdos de nuestro pasado juntos invadían mi mente.

Siempre me había gustado ser juguetona con él. Cuando estaba a su lado, me sentía como una gatita, acurrucándome y llamándolo —mi amor—. Me sonrojaba cuando le pedía que me besara.

Lo amaba tanto, estaba dispuesta a darle todo.

Las lágrimas seguían cayendo sin control, y Carlos, al final, no pudo resistir más. Dio grandes pasos hacia mí.

De una patada, derribó al guardaespaldas más cercano
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