Capítulo 73
—¿Tan ansiosa está la señora Díaz por recibirme en su casa? —Su tono era sarcástico.

El calor de la ducha ya no lograba calentarme. Su traje, frío al tacto, se pegaba a mi piel, y sentí un escalofrío intenso.

Levanté la vista y, temblando por el cambio de temperatura, le respondí: —¿Quién te dijo que podías venir? ¡Prometiste no entrar a mi casa sin permiso!

No me contestó; en cambio, me sujetó fuertemente de la muñeca y me empujó hacia adentro, haciéndome chocar contra la fría pared.

—¿Qué estás haciendo, Carlos? —protesté, forcejeando.

Él se inclinó levemente, con una sonrisa que mezclaba peligro y atractivo. Aunque no podía negar que era apuesto, el miedo en ese momento dominaba cualquier otra sensación.

En el instante en que sus ojos encontraron los míos, sus labios se apoderaron de los míos, con un beso cargado de alcohol y urgencia, despojando mis labios de toda delicadeza. Su aliento, empapado en una humedad embriagadora, se derramaba sobre mi mejilla; el aroma del licor e
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