Capítulo 30
—Carlos, tu ayuda es realmente mezquina, esas pomadas apenas cuestan veinte dólares, ¿verdad? —Dije con un ligero tono sarcástico, mirando directamente a sus ojos. Estaba molesta, molesta porque él trataba tan bien a Sara y a mí solo me daba esas pomadas.

Carlos, oculto en la penumbra, dejó escapar una risa fría.

—¿Qué consideras valioso? —Me preguntó. —¿Las pomadas que Néstor te dio son caras, las suyas valen más y las mías solo merecen ir al basurero?

Se inclinó más y más cerca de mí. Sentí la presión y lo empujé, pero él atrapó mi mano y me cuestionó. —Néstor te paga veinte mil dólares al mes y tú le estás agradecida. Te he mantenido durante cuatro años y no lo aprecias en absoluto.

Me sorprendió que él supiera incluso sobre el contrato inicial que Iván había firmado conmigo. Pero, ¿y qué? Puede pagar miles de dólares en gastos médicos para Sara, pero nunca me llevó al hospital, solo me dio esas pomadas.

Giré la cabeza y le repliqué:

—No necesitas sarcarme. ¿Qué importan cuatro
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