Capítulo 302
Carlos subió al coche sin mirarme ni una sola vez. Incluso ahora, tenía los ojos cerrados.

No podía ver claramente qué emoción reflejaban sus ojos.

De repente, sentí ganas de reír. Sabía perfectamente qué es lo que quería.

Pensé que no era necesario dar vueltas:

—Quiero que me ayudes, que Ana y Néstor estén bien.

Carlos abrió los ojos de golpe, y su mirada afilada se clavó en mí.

Una sensación de dolor recorrió mi pecho involuntariamente, y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Al mencionar a Néstor, Carlos frunció el ceño.

—Te lo dije ayer, estás pidiendo demasiado.

Lo miré sin rodeos.

—Porque lo que tú quieres también lo puedo darte.

Carlos dejó escapar un resoplido de desdén. Apoyó una mano en su cabeza y me miró de lado.

Era un perfil atractivo, pero su expresión despectiva me hacía sentir como si me estuviera evaluando, como si estuviera juzgando mi valor para decidir si hacer este trato o no.

—¿Así que esa es tu actitud al pedir ayuda?

Apreté los dientes, mordí mi labio
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