Capítulo 301
Por un momento, en mi mente comenzaron a surgir demasiadas palabras de consuelo para mí misma.

Seguir el ejemplo de Carmen tampoco estaría mal; no importaría cuántas mujeres estuvieran cerca de Carlos, yo podría ser simplemente la Sra. Díaz de nombre, sin tener ningún peso real, como si no fuera tan difícil.

Mi obstinación, mi terquedad, mi falta de sensatez, ya me habían costado la pérdida de mi madre, y no me atrevería a ser tan imprudente nuevamente.

No puedo perder a Ana, no puedo perder a Néstor, no puedo permitir que les pase nada.

Pensando en la casa nueva que había preparado con tanto cuidado estos últimos días, una sollozo involuntario escapó de mi garganta. Al levantar la vista, el cielo, que aún parecía relativamente despejado, ya tenía gotas de lluvia cayendo al suelo.

La madre de Ana bajó las escaleras y al verme, justo cuando iba a hablar, sus ojos se encontraron con los míos, llenos de lágrimas.

Se sorprendió, y su paso se volvió tan inestable que estuvo a punto de
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