Capítulo 124
Todavía no fui directamente a buscar a Carlos, sino que llamé a Ana.

Cuando ambas llegamos a la oficina de Carlos, ya era tarde en la tarde.

Al abrir la puerta de la oficina, lo primero que vi fue al hombre reclinado en la silla de su escritorio, con los ojos cerrados, descansando.

Estaba bañado en la suave luz anaranjada del atardecer, y su camisa blanca lo hacía parecer especialmente suave.

Tenía la cabeza ligeramente levantada, y su perfil, normalmente afilado, ahora se veía menos severo.

En su cuello largo y fuerte había una marca de beso de un color marrón oscuro, que se veía aún más prominente a contraluz del sol poniente.

Era evidente cuánto esfuerzo había puesto anoche para besarlo.

En ese momento, Carlos lucía muy atractivo, pero Ana no parecía apreciar la vista. Al entrar, apenas había caminado unos pasos cuando tropezó con la pata de la mesa de café frente al sofá.

Carlos abrió los ojos de forma alerta, y al ver a la extraña, sus ojos se llenaron de u
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