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Hoy, el niño que no habla por fin ha hablado. Pero estaba solo en el cuarto y nadie le ha oído.

Ha ocurrido hace un momento, mientras jugaba con el hámster de Barnabás, el hámster

permanecía quieto sobre su mano. Tan solo los bigotes se le movían un poco, con esa especie de

temblequeo típico de los roedores. Él ha ido levantando la mano muy despacio, por miedo a que

el hámster se asustara, se ha acercado el animalillo a la cara y a media voz le ha susurrado:

–Te quiero mucho.

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–¡Lynne! ¡Lynne! ¡Ha ocurrido una cosa terrible! –chilla Imi nada más llegar a casa.

Como de costumbre, Lynne atiende la llamada de su impaciencia y va a su encuentro con

ternura.

–¿Qué te ha pasado esta vez?

–¡La directora del café se ha enfadado conmigo y ya no me habla!

–¡Dios mío! ¡Ya te dije que no la contradijeras!

–Pero ¡si yo no la he contradicho!

–Y ¿entonces por qué se ha ofendido? ¿Qué le has hecho?

–¡Nada! Hoy ha venido al café con un nuevo corte de pelo que le sentaba realmente fatal, es la

verdad,
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