Ayer Morgan le contó a Imi que en la isla de Jersey crece una hierba muy especial. Las vacasque pastan con ella producen una leche deliciosa, y del sabor de la nata.Sirviéndose de esta leche y de una excelente mezcla de café cubano, una cafetería tradicional deCovent Garden prepara el mejor capuchino de todo el Reino Unido.Imi y Jordi sienten una enorme curiosidad por probarlo.Ahora acaban de entrar en esta vivaz cafetería de Monmouth Street, por todas partes reina ungran desorden, la gente fuma y, a primera vista, las mesas no parecen excesivamente limpias.Imi y Jordi se acercan a la barra. El camarero lleva la barba larga y sus rastas huelen amarihuana (Jordi se da cuenta, Imi no).–¿Qué queréis? –pregunta el chico expeditivamente.–Dos capuchinos y dos brownies bien calientes –pide Jordi con su marcado acento español.Imi nota en seguida que el camarero no limpia la boquilla del vapor antes de levantar la espumaa la leche y no puede resistirse a la tentación de hacérselo n
Ahora Imi está lleno de rabia y dolor. Quieto sobre el puente de Embankment, no deja dellorar. Todos pasan a su lado con indiferencia, sin mirarlo siquiera. Tal vez tengan miedo de suslágrimas, o tal vez estén envidiosos porque, desde hace ya demasiado tiempo, son incapaces dellorar. Los ingleses son así. Muy corteses. Si te tropiezas con uno por la calle, es él quien te pidedisculpas. Y dicen continuamente «lo siento». Pero casi nunca es verdad.Es hora punta, hay un montón de gente con prisa que está atravesando el puente. En medio detodos ellos, Imi no se ha sentido nunca tan solo. Esa es la razón por la que, en ese momento,necesita abrazar a alguien y corre hasta la librería en la que trabaja Morgan.Quiere compartir su dolor, ha aprendido a hacerlo en el orfanato. Una eficaz técnica desupervivencia. Una red de protección necesaria ante la ausencia de padres.Morgan lo ve entrar jadeando y va a su encuentro de inmediato.Imi se lo cuenta todo. Su voz está rota por el llanto
El jet privado del señor Carruthers acaba de aterrizar en Zúrich, una ciudad-teatro en la que elespectáculo de la perfección está en escena sin alteración desde hace ya siglos, para un públicoformado exclusivamente por gente rica, representando una y otra vez con éxito un impecabilidadalejadísima del corazón.En Zúrich, en esa fortaleza del bienestar, en esa ciudad perfumada por el viento y predilecta deldestino, todo sucede de manera tan previsible y tranquilizadora que la muerte accidental de unpalomo, que yace aplastado entre los rieles del tranvía, es motivo de aflicción para lostranseúntes, un acontecimiento insoportable que hace necesario convocar de manera urgente alpersonal del servicio urbano de medio ambiente, para que lo limpien de inmediato, eliminando atoda prisa, de la calle, la espantosa presencia de aquel cadáver desmembrado, que turba, mancha yarruina la armoniosa serenidad de su alrededor.A Julian Carruthers le gusta aterrizar en el aeropuerto de Zúrich, pe
Morgan y Susan se hallan de nuevo en Lyme Regis. Están recorriendo juntos el muelle por elque Meryl Streep desaparece al final de una célebre película de los años ochenta, quieren sentir lassalpicaduras de las olas sobre el rostro. El agua está gélida, el viento es fuerte. Morgan siente lasgotas de mar resbalarle por las mejillas e incluso dentro de los labios. Tienen un sabor amargo,que estimula pensamientos tristes.–Esos cabrones de Proper Coffee han despedido a Imi porque se ha negado a tirar a la basuracomida todavía en buen estado. Es una injusticia absoluta. ¡Habría que ir a los sindicatos yhacérselo pagar caro!Susan se muestra escéptica:–¿Crees realmente que serviría para algo?Morgan quisiera contestarle, quisiera decirle que los abusos de poder existen gracias a personascomo ella, y que acostumbrarse a las injusticias hace imposible cualquier revolución.En cambio, permanece en silencio.Es una noche realmente extraña esta. Mucho más oscura y más espesa de lo habitu
Ahora Margaret está de nuevo sola en su museístico salón-biblioteca, meditando. Piensa queella a ese muchacho húngaro amigo de Morgan ni siquiera lo conoce. Desde luego, es una historiaparticularmente injusta. Pero ella ¿qué tiene que ver con el asunto? Ella es una intelectual y notiene responsabilidad social alguna. Está convencida de que la tarea de una escritora es la dehechizar, la de describir el mundo y desvelarlo a quienes no logran verlo realmente.Más que una revolucionaria, siempre se ha considerado una obstetra, capaz, con sus palabras, dehacer nacer en los otros mucho más amor y mucho más interés por la vida.Desde luego, podría contar la historia de Imi, y darla a conocer a millones de personas. Pero¿por qué debería luchar ella por sus derechos? Ni que fuera una sindicalista.Desde hace tiempo su casa se ha convertido en una bola de cristal ideal, un lugar aislado delmundo, de la maldad y de la vulgaridad. Eso es, ella se ha equivocado al dejar entrar a Morgan enu
Ahora Margaret está muy nerviosa, va y viene caminando por su salón; quiere planearlo todohasta el mínimo detalle. No deja de pensar en las palabras más convenientes para dar jaque mateal señor Carruthers; y cuando cree haberlas encontrado, se las repite en voz alta. Pero nunca leparecen del todo adecuadas. ¡Qué caramba! No resulta fácil desafiar a duelo a una personasemejante.Margaret se detiene. Coge en sus manos el teléfono, llama la librería y pide que le pasen conMorgan. La cajera lo localiza sirviéndose del pequeño micrófono que tiene delante.–¿Señora Marshall?–Buenos días, Morgan. Escucha, ¿podrías hacer que ese chico húngaro se pasara por mi casa?Mañana, a las seis en punto. Ni un minuto antes. ¡Y que espere abajo donde el portero hasta queno le diga yo que suba!–¡Naturalmente, señora Marshall! ¿Ha decidido usted echarle una mano?–Voy a intentarlo, pero ahora no puedo explicarte nada. Otra cosa, ¿tenéis en la tienda algúnlibro sobre Sophia Loren? Una biografía bie
Imi acaba de llegar ahora al portal de Margaret y está mirando con estupor el enorme Bentleynegro aparcado allí delante. Es tan bonito que logra resplandecer incluso en la oscuridad de lanoche. Precisamente en ese momento, el señor Carruthers sale del portal y pasa a su lado.Imi lo reconoce y piensa: «¡Caramba, pero si es el faraón!».Carruthers no se percata de su presencia. Tiene prisa, se mete en su automóvil de lujo y, en eltramo de calle que separa Sloane Street del restaurante Zaika, habla con su secretaria:–Señorita, no tengo mucho tiempo. Tome nota. Primero: quiero que ordene usted de inmediatouna transferencia de 500.000 libras esterlinas a favor del señor Imre Tóth (deberíamos tenertodavía todas sus datos bancarios, ha sido empleado nuestro). En el concepto escriba«asesoramiento artístico» y prepare una falsa factura que firmaremos nosotros con un garabatocualquiera. Segundo: llame el director de área de Inglaterra y comuníquele que a los directores dela filial de
Ahora Imi está solo en uno de los mugrientos vagones de la Circle Line. Podría regresar deinmediato a casa, pero decide, en cambio, bajarse en la estación de Embankment. Quiere correrhacia el puente de Vauxhall. Quiere volver a ver la casa de Batman, y cuando por fin se laencuentra delante, admira hechizado sus miles de ventanas encendidas flotando en el oscuridadcomo luciérnagas. Detrás de una de esas ventanas tendrá pronto su casa.El St George Wharf es realmente grandioso. Es sin duda uno de los más hermosos edificios delmundo. Imi lo está mirando lleno de deseo cuando se acuerda de que la señora Marshall le harestituido su libro con la dedicatoria.Entonces lo abre. En la primera página Margaret ha escrito algo con una grafía elegante. Es unafrase breve, pero es la verdad. Está escrito:Querido Imi, bienvenido a la ciudad de los huérfanos.Imi lee aquellas palabras y contempla Londres.Ocurre todo en un único instante, como cuando reina la oscuridad y se enciende una luz. D