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"Debemos irnos. Hay una guerra entre hombres lobos y vampiros, no solo entre humanos e híbridos".

"Pero yo… no quiero irme", comentó, aferrándome a la idea de perder a Lío para siempre.

"Por favor, confía en mí. No haría nada para lastimarte." Cuando me miró a los ojos, supe que decía la verdad. Sus ojos eran muy transparentes. Cada vez que me miraba, mi piel se erizaba. Sin dudarlo, avanzamos. Aunque lo hacía de forma lenta, nos dirigimos al garaje donde estaba el vehículo.

Me subí en el asiento del copiloto, me puse el cinturón de seguridad, y él arrancó el vehículo rápidamente, saliendo del bosque. Finalmente, nos alejamos de allí.

Mi corazón se volvía cada vez más pequeño al ver cómo los árboles se hacían más pequeños, el paisaje desaparecía de mi vista y el sonido de las ruedas sobre el asfalto me desconcertaba. Más que la vista, mis ojos se llenaron de lágrimas en ese instante. Lloré amargamente porque sabía en el fondo que ya no volvería a ver a Lío. A pesar de darme cuenta de
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