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La noche cayó sobre nosotros con su manto oscuro y estrellado. Después de la cena, nos sentamos en el porche de la casa, disfrutando del aire fresco nocturno. Las estrellas brillaban en el cielo, y el único sonido que rompía el silencio era el suave canto de los grillos.

Lio y Damián se sentaron uno a cada lado de mí, y sus manos encontraron las mías. Era un gesto reconfortante y cariñoso que me hacía sentir segura y amada.

Damián rompió el silencio. "No puedo evitar pensar en nuestro futuro, en la familia que construiremos juntos".

Lío ascendió. "Tienes razón, Damián. Seremos una familia fuerte y unida. Y lo haremos funcionar, pase lo que pase".

Miré a los dos hombres que tenía a mi lado y sonreí. "Sé que enfrentaremos desafíos, pero no importa lo que vengamos, siempre estaremos juntos. Eso es lo que más valoro: el amor que compartimos".

La conversación se desvaneció mientras disfrutábamos de la serenidad de la noche. No necesitábamos palabras para expresar lo que sentíamos. Nuestro
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