Capítulo 2

Dos meses atrás...

Me siento un poco confundida, a pesar de que abro los ojos, los vuelvo a cerrar.

No puedo lograr dormirme, me siento un poco rara. A pesar de todo, decido ponerme de pie. Hay un olor particular, que despierta mis sentidos y en ese momento el olor a vainilla y a bosque; invade mis fosas nasales.

—¿Qué es eso..? —murmuró para mí mismo.

Decido ir a investigar de qué se trata, me pongo de pie con algo de torpeza, debido que aún estoy somnolienta y me cuesta trabajo tener que despertarme.

En cuanto piso el largo pasillo de la casa, puedo sentir una presencia a través de la ventana.

Decido correr, mis padres y mi hermano están dormidos.

Son como las 4 de la mañana, por eso me sorprende todo este pequeño alboroto que siento.

La curiosidad me gana. Me encuentro en el gran patio, ahora estamos acomodando con mi familia, y me subo sobre una montaña de escombro .

Pero no veo nada, me estoy por dar la vuelta, cuando escucho un crujido. Alarmada, vuelvo a mirar hacia el frente, encontrándome con nada.

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Me repito internamente.

Pero mis instintos, deciden aparecer y voy corriendo para encontrarme detrás de los árboles.

Veo una sombra, hay alguien encapuchado, puedo ver desde tres metros de distancia.

Mi cuerpo entero tiembla pero lo disimulo.

—¿Tienes miedo..? —comentó una voz que nunca antes había escuchado.

<<¡Si, mucho..!>>

Pero por algún motivo, su olor me atrajo.

Al parecer él era la persona que portaba todo ese aroma peculiar.

—¿Q-quién eres..? — quise saber enfrentándolo, intentando que mi voz no sé quebrara, al último.

—El tiempo, te lo dirá. Por ahora pequeña lobita, solamente vine a visitarte y a conocerte.

—¿Por qué me quieres conocer a mi..?

Empezó a reírse divertido y yo no le entendí el chiste. Me incline y le arroje una piedra.

—¡Oye,! ¿por qué hiciste eso..? —protestó y frunció el ceño.

O eso es lo que supuse.

Porque desde esta distancia no pude ver nada.

—¿Por qué te reíste?, yo ni siquiera entiendo quién eres. Y porque estás en mis tierras. Ahora mismo me puedo transformar y hacerte pedazos.

—Huy qué miedo, la pequeña hermana del próximo jefe...

—En realidad, él va a ser el futuro alfa. Así que no te metas con mi familia —comenté decidida

—Lástima que tú eres la lobita débil, ¿O me equivoco?

Suspiré, sabía que era adoptada pero que alguien me lo dijera esa manera tan brusca me hacía sentir débil.

Además, es que sabía ese detalle que muy pocas personas podían saberlo.

—No es problema tuyo. De igual forma soy fuerte..

—¿Muy fuerte..? —murmuró acercándose a mi cuerpo. El cual temblaba.

Estaba tan cerca, podía escuchar los latidos perfectamente de su corazón. Trago saliva en seco, y siento que en cualquier momento: me voy a desmayar.

—Me alegra que tengas tan buena autoestima mi amiga. Pero de igual forma ya nos veremos más adelante.

Se dió la vuelta, y se perdió entre los árboles y al parecer se había transformado.

Empecé a seguir el rastro, mirando con curiosidad y con un poco de miedo. Entre medio los árboles había un poco de pelo, el cual era de un color negro.

—Es... oscuro.

Lo tomé entre mis manos, para el olfato. Exactamente era el; porqué motivo me había sentido tan atraída a ese extraño olor.

No lo sabía, de igual forma me dí la vuelta para poder seguir durmiendo ya que estaba agotada.

No pude dormir muy bien.

Y de pronto se hizo de madrugada, a esa hora empezó a molestar mis ojos. Así que no tuve más remedio que despertar están prohibidas las cortinas, así de esa manera tenemos que madrugar, erán órdenes

Suspiré, diciendo en este momento está en la casa de mi tía junto con ella.

Podía sentir un poco más normal, ya que los omegas éramos casi más humanos que lobos.

Nuestra formación, es un poco más tarde a que los demás.

Lo peor de todo, es que me incomodaba notoriamente no tener el vínculo que toda la familia tenía.

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Me senté sobre la silla, y vi como mi madre se sonríe con mi hermano mayor.

Seguramente están hablando por el vínculo, con el mientras que yo no lo tenía debido a que no era de su sangre.

Cabizbaja, tomé mi taza de té y mi madre me miró con pena. Había hablado hasta cansarse conmigo: no me sintiera excluida que ella me amaba como su madre.

—Hola ¿Cómo estás mi amor..?

Me pregunto con una sonrisa, mientras me depositaba un trozo de pastel en un pequeño plato.

—Gracias mamá. Estoy bien.

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