Capítulo 3
Por la noche, pensé que Fernando se quedaría hasta tarde con Leticia y Ana, pero para mi sorpresa, entró en mi habitación.

Abrazándome y besándome, preguntó:

—Cariño, ¿puedo...?

—No, el médico dijo que tengo que descansar al menos tres meses.

Lo aparté de encima.

—Y no estoy de humor, me cuesta salir de la pérdida de mis niños.

Señalé las fotos que tenía detrás.

Sus pupilas se contrajeron por un momento y se levantó de la cama con el rostro pálido.

—¡No vuelvas a mencionarlos!

—Ya están muertos, pasa página.

Luego dio un portazo y se fue.

Era la primera vez que se enojaba conmigo.

Sabía que tenía miedo.

Era un instinto humano. ¿Cómo no iba a tener miedo después de matar a cuatro niños?

Tumbada en la cama, tracé un plan en mi mente.

Fernando no volvió a entrar, solo dijo que iba a dormir en el otro dormitorio.

No tardé en oírle abrir la puerta.

Lo espié sinlenciosamente y vi que entraba en la habitación de Leticia.

Leticia no me decepcionó. Sí que tenía prisas por llevarlo a su cama.

Salí sin hacer ruido para acercarme a la puerta de Leticia.

Se oían gemidos desde el interior.

—Fer, por fin puedo verte todos los días, te echo mucho de menos.

—Lety, yo también te he echado de menos, venga, quítate la ropa.

La voz de Fernando exigía urgencia.

Yo metí mi celular en la puerta y filmé todo lo que hacían.

A primera hora de la mañana siguiente, Leticia me envió un par de fotos íntimas de ella y Fernando.

Y luego añadió con suficiencia: —¿Ves? Fernando solo me quiere a mí.

—Enhorabuena, estás más cerca de ser la Sra. Gutiérrez.

En realidad, sabía que Fernando no se divorciaría de mí fácilmente.

Al fin y al cabo, mi familia aún estaba financiando sus proyectos.

No se atrevería a divorciarse de mí.

De pronto, apareció Fernando.

Ella se calló inmediatamente.

Yo agarré la mano de Fernando.

—Cariño, mañana es domingo, ¿vamos a la sala de escape?

Se lo pensó un momento antes de decir: —Está bien.

Me mofé para mis adentros.

Estaba cayendo paso a paso en la trampa que le había tendido.

A su lado, los ojos de Leticia brillaban de rabia, pero no podía decir nada.

Pronto llegó el día siguiente y Fernando me llevó a la sala de escape.

Fernando solía venir a jugar conmigo.

Sin embargo, era miedico y siempre tenía que formar equipo con alguien.

Pero esta vez el tema era “Recuperar a nuestro hijo”.

Era la historai de una pareja que iba en busca de su hijo fallecido.

Así que con dos personas era suficiente.

La cara de Fernando se puso pálida cuando escuchó el tema.

—Sheila, ¿y si cambiamos de tema?

Inmediatamente le quité la idea diciendo: —No, solo me apetece este, tranquilo, yo te protegeré.

Al final, se vio obligado a entrar conmigo.

Nada más entrar, se oía el llanto de un bebé.

Fernando estaba tan asustado que cayó de rodillas en el acto.

Lo agarré.

—Cariño, es solo el primer nivel, vaya, ¿solo acaba de empezar y ya estás tan asustado?

—No... estoy asustado.

Se apresuró a ponerse en pie.

Le esperaban cosas más emocionantes.

Había comunicado al personal con antelación de que aumentaran el nivel de terror.

A continuación llegaba el segundo nivel con una misión individual.

Le dije a Fernando que lo llevara a cabo, y no tardé en oír sus gritos.

Innumerables niños le gritaban “Papá, ¿por qué me mataste?”.

Estaba tan asustado que no paraba de decir: —¡No se acerquen, yo no les hice nada!

Y se desmayó del susto.

Le llevé al hospital y, cuando recobró sentido, me dijo que nunca más volvería a ir.

Le contesté: —Bien.

No había problema, si no quería ir a sala de escape, yo haría de fantasma para asustarlo en casa.

Mi intención era que sintiera miedo todas las noches, y que recordara nuestros hijos fallecidos en todo momento.

Por la noche, me disfracé y fui a su habitación con una muñeca en brazos.

Ya apagué el diferencial. Y en cuanto a Leticia, estaba fuera por algo.

Fernando gritó de terror cuando me vio.

—¡Soy un demonio, o me cuentas cómo mataste a tus hijos o te arrastro conmigo al infierno!

Se agarró la cabeza y no paraba de temblar.

—Los... arrojé al suelo.

—¿Cómo sé si estás diciendo la verdad?

—Tengo pruebas... Las pruebas están en mi ordenador.

Terminó la frase y se desmayó.

Qué gallina.

Enseguida fui a su estudio, pero tenía una contraseña en su ordenador.

Este ordenador contenía mucha información de trabajo que nadie más conocía, salvo su hermana Lucía y él mismo.

Al día siguiente, Fernando fue a la oficina a primera hora de la mañana, mientras que yo fui a casa de Lucía.

Ella estaba con una fiesta en su casa y estaba tan ocupada que solo me dedicó una mirada.

No se llevaba bien con Fernando, así que yo tampoco le caía bien.

Si no fuera porque el anciano Gutiérrez les pidió que dirigieran juntos la empresa, tampoco conocería esa contraseña.

Le susurré: —¿Quieres el puesto del heredero?

Solo entonces dejó de bailar e hizo que el mayordomo se despidiera de todos.

—¿Qué querías decir con eso?

Lucía me miró sentada en el sofá.

En la familia Gutiérrez, solo ella y Fernando eran los candidatos para ser herederos.

El anciano Gutiérrez era justo con los dos.

Pero solo uno podría ser el heredero.

Fernando era más capaz que Lucía.

—El día uno del mes que viene, el abuelo anunciará al heredero, yo te puedo ayudar a conseguir el puesto, pero a cambio, tú me dices la contraseña del ordenador de Fernando.

—¿Por qué debería confiar en ti? ¿Qué estás tramando?

Me miró con desdén.

—¿Y si te digo que Fernando mató a mis cuatro hijos? Mi plan es vengarme de él el día que se anuncie el heredero.

Abrío los ojos en grande al oír mis palabras.

Seguí contándoselo todo para que finalmente confiara en mí.

Ella no pudo guardarse las ganas de insultar a su hermano: —Fernando es un maldito cabrón.

Sí, yo opinaba lo mismo.

Mató a cuatro de mis hijos. No se saldrá con la suya.

Después de acordar las cosas, me fui.

Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue ir al estudio para encender el ordenador y conectar el USB.

Realmente contenía pruebas de que Fernando mató a mis hijos. Ese loco había grabado la escena, y no sé con qué propósito lo hizo.

Pero ahora por fin tenía la prueba.

Estaba muy nerviosa mientras esperaba a que se copiara el vídeo, temiendo que entrara alguien.

De repente, el sonido de la puerta abriéndose me sobresaltó.
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