Ya han pasado tres días desde que me encerró en esta celda. No duermo y me he negado a comer lo que Vicenzo ha pedido que traigan. Ningún rastro de él. Ha incluso mandado a Sahara para intentar convencerme. Le he repetido lo mismo que dije a Liam anoche, prefiero morir y no pedirle perdón. No me rindo, estoy agotada, no quiero ceder. Siento frío, tengo hambre y estoy extenuado, sin fuerzas.
—¡Hola, preciosa! Una voz masculina, la reconozco.
—Hola, Ivan. ¿Te toca a ti convencerme hoy? Mi voz está rota, no alzo siquiera la mirada.
—Deberías comer, hace tres días que no lo haces… —Intenta hacerme entrar en razón. Se acerca con la bandeja después de haber abierto la celda para sentarse junto a mí.
—No tengo hambre… —Miento. Estoy muriendo de hambre. Llevo las
—Antes tenemos que comer… —Susurra en mis labios a su pesar. Estaba pensando en otra cosa, pero tiene razón. Mi estómago está vacío desde hace días. Retrocedo, lo observo y me doy cuenta de quién es realmente él para mí. Es él quien tiene atrapado mi corazón.Soy suya. Cuando acabamos de ducharnos, dejo que me seque, me vista. No hablamos, no es necesario. Lleva sus dedos debajo de mi barbilla y la levanta hacia él, lo miro, me mira y me sonríe con un extraño resplandor en los ojos, felicidad. Me coge de la mano y me saca dulcemente fuera de la habitación.—Están mis hermanos. —Avisa mientras recorremos el pasillo. Tuerzo la nariz pensando en la idea de estar en el mismo espacio con todos ellos. Estoy solo rodeada de chicos, a excepción de las pocas veces que veo a Sahara. Cuando llegamos a la cocina
Cuando me he despertado estaba sola, lo cual me ha aliviado. No estaba todavía preparada para enfrentarme a él. A cambio ha mandado a Sahara, y mira tú por dónde, la mujer estaba muy dispuesta a contarme la vida pasada de Vicenzo. Le he preguntado por Natasha y me ha contado todo. No creo que fuera casualidad.Él quería que yo lo supiera, pero tenía el valor de decírmelo en persona. Más decidida que nunca a elaborar un plan de fuga, me armo de coraje y pongo en marcha algo que podría ser arriesgado y peligroso.Es el único modo. Tengo que intentarlo. Me he puesto rápidamente unos pantalones cortos y una camiseta y he dicho a Sahara que iba a correr. En parte es verdad, pero solo aparentemente. Se enfadará, pero resistiré hasta el final. Conseguiré engañarlo cuando llegue el momento. Tomo el MP3 que usa Vicenzo cuando va al gimnasio
Tras las dos horas de clase con Sahara decido practicar lo que estoy aprendiendo. El ruso no es un idioma fácil, pero tampoco imposible. Mentalmente repito lo que quiero decirle y voy en busca de Vicenzo. Quiero ver la cara que pondrá.Podría perfectamente esperar su vuelta, pero tengo la exigencia de ir a buscarlo. Una prueba más para que esté tranquilo, de manera que no dude de mí. Mientras atravieso el patio su voz profunda llama mi atención. Me acerco permaneciendo en el umbral de la puerta espiándolo, parece enfadado. Ocupado en una conversación telefónica mira por la ventana mientras se afloja el nudo de la corbata. No puedo negar lo cautivador que es.—Ubeyte vego. —Grita furioso. Se me corta la respiración, me estremezco y retrocedo conmocionada por esas palabras, sé lo que quieren decir: mátalo. Mi corazón se desboca, el p&a
Observo cómo aparentemente todo parece perfecto. Desayunan dispuestos alrededor de la mesa, entre conversaciones y carcajadas. Qué pena que sea solo una ilusión. Son dementes. Vicenzo afirma quererme, pero se comporta como el hombre sin corazón que es. Un hombre que te quiere no se comportaría en ese modo, nunca te pondría las manos encima. Por mucho que sienta algo muy fuerte por él, no me dejaré engañar.Sigo desayunando en silencio. No he hablado mucho en estos días. He observado, escuchado y razonado. Por su parte, no ha sido de muchas palabras, como si quisiera distanciarse. No me mira, no me sonríe. Se comporta como si yo no existiera. Qué coraje, encima cree que tiene derecho a adoptar una actitud similar.—Nos vemos a la hora de comer. —Declara levantándose. Se coloca la chaqueta con la mirada puesta en mí confiando en que di
Por fin soy libre. Enseguida podré llamar a mi padre y retomar mi vida. Sueño con esto desde hace mucho tiempo, me parce increíble que esté a punto de hacerse realidad. Cuando vuelva a casa iré a la policía y lo contaré todo. Vicenzo Barone tiene que pagar por todo lo que ha hecho. Si bien siento algo por él, no soy capaz de llevar esta vida. Él nunca me respetará, pretenderá que yo haga lo que él quiere.No puedo permitirle una cosa así. Mientras sueño con la vuelta a casa, la puerta se abre. Me vuelvo ilusionada y es entonces cuando me quedo de piedra. Mi corazón ha dejado de latir. Mi peor pesadilla se encuentra ante mí. Su mirada feroz lo dice todo.—¡Tú! —Vocea apuntándome con el dedo.—Te has burlado de mí. Todas esas gilipolleces que me has hecho creer…
—Entre nosotros solo hay atracción, no amor. —Respondo poco convencida. Lo sé que no es solo atracción, pero tengo miedo de reconocer que existe entre nosotros un amor tan retorcido y enfermizo. Con una mano me paraliza y con la otra me acaricia dulcemente el rostro.—La atracción no te hace enloquecer quitándote la respiración. No te desvela por la noche para contemplar a la dulce criatura que tienes junto a ti, no te hace desear apartarte del resto del mundo y cambiar para estar a su lado… — Susurra mientras nuestras miradas se encuentran. Lo observo incapaz de responder. Tiene razón. Con el pulgar me acaricia los labios y yo contengo la respiración. Quiere besarme, arrastrarme nuevamente al olvido.Peligro. Sigo sus movimientos y permanezco a la espera. Lo hará, quiero que lo haga. Sus labios se acercan a los míos, los roza, muerde el labi
—Esta noche tengo asuntos que atender en uno de mis locales y tú vienes conmigo. —Comunica durante la cena. Últimamente no confía en mí, ni siquiera cuando estamos solos. Había dicho que no saldría de aquí y que no me vería a nadie. No tiene sentido. Algo me dice que no es casual, quiere que vaya por algún preciso momento. Repentinamente adquiere una expresión amable y eso quiere decir que algo se le ha ocurrido, me hará daño.Llevo el vestido rojo que Vicenzo me ha dejado en la habitación. Es simple, con las mangas de encaje, largo hasta las rodillas. El idiota me ha dejado también un par de zapatos rubio de tacón y un bolso de mano de satén rubio. Soplo como una gata un mechón rebelde y me observo en el espejo.¿Qué puedo decir? Por lo que parece sabe lo que me queda bien. Salgo de la habitaci&oac
—¡Estamos en Rusia, hace un frío terrible y se ve que me estoy congelando! — Respondo rápidamente llena de rabia. —¡Deja de actuar así, no tienes ni el más mínimo respeto por mí!—¿Tú quieres que te respete?, ¡dime que no lo has dicho! —Comento riendo con tristeza. Su cerebro se ha evaporado, eso seguro. ¿Cómo puede pretender respeto después de todo lo que ha hecho? Digo yo, me ha secuestrado, me ha tratado de la peor manera posible, ¿y exige respeto? El coche frena bruscamente y salgo disparada hacia adelante. Por suerte las manos se apoyan en el salpicadero atenuando de esta manera el golpe.—¡Debes respetarme! Me agarra por los brazos y me zarandea mientras nos miramos a los ojos. Su rostro está enrojecido y tiene los ojos fuera de las órbitas. Tiene la frente sudada y jadea.