24. Sí, claro que quiero.

— Se quedó distrayendo a mi hermano para que no pudiera seguirnos — fue la única respuesta de la chica mientras entrelazaba sus finos dedos entre las hebras del cabello de Bleid — Vamos, me muero por ser tu esposa.

—Yo también me muero por ser tu esposo y poder llamarte mía— respondió Bleid sosteniendo a su pequeña y traviesa luna que en ese momento parecía dispuesta a meterle prisa y lo había conseguido.

Por lo que tras un par de besos y rozar su nariz con la de ella de manera cariñosa, los pasos de Bleid Wolfang se dirigieron de manera rápida hasta el interior de la capilla, donde ya los esperaba un sacerdote, junto a un par de monjas y monaguillos que empezaron a cantar lo que hizo que Bleid y la joven se disculparan por la forma que ambos habían entrado.

—Perdón… — se disculpó Bleid, para después voltear y sonreír de manera traviesa a su joven prometida y susurrarle algo al oído.

Gregory Vangelis, no tenía tiempo que perder, por lo que, tras alejar al tal Ravel amigo de la maldit
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