Audrey se aferró a su hermano hecha un mar de lágrimas el cual no dejaba de fluir a través de sus bellos ojos, ayudándola a dejar salir ese miedo que tenía a causa de los sucesos recientes y que le estaban provocando mucho estrés e incertidumbre.— Lo siento, siento que te enteras así — mencionó Gregory apartándose levemente, para poder verse reflejado en esos ojos tan iguales a los suyos que poseía su pequeña hermana, mientras acunaba su rostro con cariñoSe sentía algo culpable al verla en ese estado, pero lo hacía por su bien, él sabía que su hermana no recibiría daño alguno y un susto como aquel era lo mejor para alejarla para siempre de Bleid Wolfang.Bleid, por otro lado, en ese momento tenía a su mejor amigo y socio tomado del cuello, furioso, por la forma que este había impedido que fuera tras Audrey.—¡Dame un motivo para que no te rompa, tu maldito cuello de una vez por todas!El brujo tenía claro que Bleid no estaba bromeando en cuanto a romper su cuello; sin embargo, parec
—Esto te va a doler— mencionó Ravel, una vez logró acercarse, el lobo solo asintió.—El dolor que me provocan esas heridas no es nada comparado con el dolor que se instauró en mi pecho.—Eso no es bueno— le respondió el brujo, quien tras terminar de curarlo se alejó — te ayudaré a verla, pero necesitas dejar de sangrar, la única manera es que me dejes usar uno de mis hechizos sobre ti.—Sabía que te gustaba, pero no a ese grado brujo.Ravel rodó sus ojos al escuchar que Wolfang bromeaba, eso significaba que todavía había una oportunidad para que todo volviera a su cauce.—No dejaré que utilices tu magia en mí, si realmente quieres ayudarme, debes hacer que yo entre a la mansión Wolfang y que la vea a ella, ella puede curarme, no sé cómo lo hace, pero sé que así es.El brujo asintió, soltando un suspiro mientras se llevaba las manos a su cabeza, despeinándose.Le había dicho que lo haría, pero pasado el tiempo no lograba ver cómo, si bien en ese momento se encontraba en una cabaña muy
Bleid lo sabía perfectamente por qué, aunque cuando fue encerrado era demasiado joven, el año después de escapar de la prisión donde lo tenían los Vangelis, viajó a Sicilia donde estuvo en una manada.Sintió por primera vez lo que era el celo de los iguales, como las feromonas sacaban la parte más primitiva de ellos, como se convertían en las bestias que realmente eran y se dejó llevar por la pasión experimentando lo que significaba ser un alfa, pero jamás sintió lo que sentía con ella, esa necesidad de protegerla, de cuidarla de atesorarla como el más valioso de los tesoros.Entre ellos no existía el celo, Audrey era humana, o algo así, ya cada vez lo tenía menos claro, le dijeron que un Alfa jamás podría sentirse completo sin una omega y ahí estaba él, sin añorar la pasión animal del celo, porque no lo necesitaba con ella, él la deseaba todo el tiempo, era mucho más que deseo, él moría de amor por ella, imaginar su vida sin su esposa ya no era posible.Aunque por un momento en ese a
Pero eso no importaba, no en ese momento que las caderas Bleid se bamboleaban impactando en el centro mismo de la joven, ahora su único miedo era ser él mismo el causante de su muerte y eso sería… No, él no quería pensar en eso, no en ese preciso momento que sus cuerpos parecían dos imanes atrayendo, una y otra vez, mientras sus cuerpos sudados, se frotaban uno contra otro, precipitando a ambos al vacío.— ¡Bleid!— Gimió Audrey al sentir como se precipitaba, como era imposible frenar la forma en que él placer se incrementó casi como una explosión, alcanzando su punto más alto y haciendo que el orgasmo se extendiera por todo su cuerpo mientras sus uñas se clavaban en la espalda de su esposo.Sentir esas uñas en su espalda era una delicia, al igual que esas pequeñas mordidas que ella le daba de vez en cuando, en ese momento Bleid se encontraba perdiendo el control de su cuerpo, la sensación de placer, de lujuria contenida, y sobre todo de pertenencia eran demasiado fuerte llevando al gr
Muchos siglos atrás.Ralf Velkan caminaba de un lado al otro del pasillo, los nervios eran algo a lo que un hombre como él no estaba acostumbrado y mucho menos el terror que sentía a que su amada esposa sufriera algún daño.Pero todos esos nervios se calmaron en el instante en que escuchó el llanto de ese bebé tras la puerta de la habitación.La partera observaba al bebé incrédula, era tan extraño lo que estaba viendo, tanto la mujer como el supuesto padre de ese niño eran muy morenos y ese bebé parecía nacido de la misma luna.— ¿Mi bebé está bien? — preguntó la mujer agotada, ella solo quería recibir en sus brazos a la pequeña criatura que acababa de parir.— Ella está sana, es una niña, pero hay algo extraño en ella— aseguró la partera limpiando al pequeño bulto en sus brazos para envolverlo en una cobija y llevándoselo a la madre.Fuera lo que fuera no era asunto suyo, pero estaba segura de que aquello no sería fácil de ocultar y que el señor Velkan no lo dejaría pasar, era un hom
Era extraño ver a Gregory Vangelis regresando tan tarde a su casa, o tal vez era temprano, depende de con qué ojos se mirara, porque apenas estaba empezando a amanecer y es que fue dejar a su hermana en casa y recibir un mensaje urgente de que habían conseguido la información que tanto necesitaba lo que lo llevó a salir de nuevo corriendo hacia uno de los cuarteles de la orden.Sin embargo, ya estaba bajando del coche y dirigiéndose a la puerta, donde obviamente él no sabía que no podía entrar, al menos no hasta que Bleid abandonara la habitación de su esposa.Ese era el motivo por el cual Ravel se encontraba ahí esperándole, sabía que Gregory Vangelis se daria cuenta de su presencia.—Sal de una vez a menos que desees tu muerte.Ravel salió de entre las penumbras sonriendo.—Por supuesto que no es lo que deseo, lo que deseo es verte —mencionó el brujo aclarándose la garganta al darse cuenta de cómo sonaba lo que acababa de decir — más bien vengo a hablar contigo sobre mi amigo y tu f
Definitivamente, Ravel estaba deseando que algo pasara y que le hiciera alejarse de ese hombre, sus ojos eran tan hermosos como si se tratara de dos lunas llenas, plateadas y llamativas, tanto que se acercó mucho más al hombre frente a él.— No vuelvas a tocarme — exigió Vangelis acercándose peligrosamente al rostro de ese hombre — cuando descubra cómo exterminar al bestia de tu amigo, lo haré y luego terminaré contigo también, no eres más que escoria, estoy seguro de eso, aunque todavía no sepa de qué clase."Gracias a los dioses por ser un imbécil"Masculló en su mente él brujo al cazador al hablarle de esa manera y rompió el extraño hechizo que se había creado en torno a ellos.—Lo volveré a hacer si lo deseo, pero por ahora me alejaré — le respondió Ravel, quien veía como su amigo bajaba de la torre saltando hacia uno de los techos cercanos, por la rapidez con la que lo vio bajar, le dejó claro que algo le pasaba.La forma en que palpitaba su corazón y la excitación que sentía con
La loba blanca no contestó a la pregunta de Bleid, pero se acercó a él sin ningún miedo, y frotó su hocico contra él en un gesto cariñoso al cual Bleid no pudo responder, no porque no quisiera, sino porque ya había caído en la ausencia absoluta, perdiendo el sentido y quedando tendido en el suelo mientras un extraño sueño iba invadiendo y adueñándose de su subconsciente.— El crimen que cometiste esta noche es imperdonable.Se dejó escuchar en ese profundo claro del bosque una voz femenina, era la silueta de una mujer que se acercaba con paso firme al hombre arrodillado que parecía dejar algo en el suelo del claro a la par que se encontraba consumido por la rabia.Era difícil ver más allá de aquella forma femenina y conocer la imagen de la mujer que hablaba, ya que una extraña luz la rodeaba cegando al otro hombre.— Ella me engañó y yo no podía dejar que…— trato de excusarse el hombre.Pero antes de que él pudiera terminar de hablar, el sonido de sus huesos al romperse lo hicieron ca