Audrey se había quedado dormida esperándolo y sintiéndose muy estúpida por las lágrimas que bañaban su rostro.¿Y si ese hombre no sentía lo mismo por ella?¿Y si solo estaba jugando con su corazón?Ella sabía que era irracional estar tan enamorada de alguien que prácticamente acababa de conocer, sabía que las cosas deberían ir más despacio, pero era incapaz de negar la necesidad de tenerlo cerca, esa sensación que recorría su cuerpo con una sola de sus miradas y cuando él la besaba o tocaba, ella se olvidaba del mundo que la rodeaba.Ya había perdido las esperanzas de que Bleid llegara, pero aquel golpe la hizo despertar rápidamente y levantar la mirada en dirección a un enorme bulto en el suelo.Corrió al darse cuenta de quién era y sintió que sus manos se mojaban con algo.— Bleid…— dijo ella preocupada y levantándose para encender la luz suave de la mesita de noche encontrándose sus manos manchadas de sangre.Si hubiera algo que pudiera describir lo contrario al amor que sentía era
Le había costado mucho esfuerzo quebrar al alfa que atraparon en la última cacería; sin embargo, tras casi doce horas de tortura, al fin había gritado un nombre o mejor dicho un apellido.—Da Rossa…Alfred volteó a ver a Gregory quien sonrió terminando de fumarse su cigarrillo y apagándolo de un pisotón en el suelo, le hubiera gustado apagarlo en el cuerpo del monstruo, pero que él lo tocara podía incluso beneficiarlo.—A sí que Da Rossa…— dijo Gregory.Pero quien parecía no entender nada era Alfred Belucci, le sonaba el apellido Da Rossa y no precisamente por ser parte de sus objetivos vigilados, sino porque era alguien poderoso, más todavía tras su matrimonio con ese heredero Siciliano.—Alfred, será mejor que le digas a tus hombres que estas doce horas de descanso fueron suficientes y que vuelvan a entrenar.Por supuesto, ninguno de ellos estaba al corriente de que había pasado después de que capturaron al alfa marchándose del lugar de cacería, si no sabrían perfectamente que ningu
Bleid entendió de inmediato lo que ella le estaba pidiendo y, aunque no lo deseara, tuvo que hacerlo, de inmediato se deslizó por el suelo hasta quedar oculto debajo de la cama, tomando consigo su ropa ensangrentada y esparcida por la habitación, llevándola consigo también hacia su escondite.A la espera de que el hermano de su luna dijera lo que tenía que decir y se marchara lo más rápido posible. Tenerlo tan cerca en ese momento no era bueno, sobre todo con el nauseabundo olor a sangre del otro alfa que tenía sobre él.— Puedes entrar — Dijo Audrey, tras ponerse una bata y asegurarse de que su amante no se encontraba a la vista por ningún lado.— Buenos días — dijo Gregory acercándose a su hermana y tomando su rostro entre sus manos para dejar un beso en su frente.— Hoy tienes tu cita con Alfred, espero que le des una oportunidad y entiendas que es el hombre más adecuado para ti, yo solo miro por tu bien, lo que más te conviene.Ella negó, estaba segura de que le sería completamente
— Quiero hacerlo esta misma noche, casarme contigo — dijo Audrey removiéndose bajo el cuerpo de su prometido y exhalando un gemido en el instante en que sintió esa boca resbalando por su cuerpo.—Lo haremos cuando tú quieras, yo diría que ahora mismo, pero lo tendré listo todo a la noche— respondió Bleid con una sonrisa de oreja a oreja que no podía demostrar lo feliz que era en ese momento, es más jamás creyó estar feliz, pero lo estaba.Tras pasar 200 años odiando a sus enemigos, ser capaz de sonreír, era un milagro.Por otro lado, quien no se había marchado del todo, pese a haber salido de la habitación, era Gregory Vangelis que escuchaba atento todo lo que pasaba en su interior.— ¡Maldita sea! No te dejaré hacerlo, yo pienso impedir esa boda.— Dijo Gregory quien escuchaba tras la puerta, resistiendo el impulso de entrar y apartar a ese monstruo de su hermana, al menos se había asegurado de que la cocinera moliera un anticonceptivo todos los días en su comida.Podía ser humano, pe
Audrey no podía estar más asqueada con la forma en que Alfred intentaba reproducir la cita que había tenido con Bleid, como si quisiera borrar el recuerdo del día anterior o tal vez sobreescribirlo, como si eso fuera posible.— Vayamos al laberinto mientras terminan de prepararnos la comida — dijo el hombre.Ella asintió con una sonrisa forzada y entró al laberinto con ese hombre, pero a diferencia del día anterior, mantuvo la distancia con él y se limitó a mostrarle la forma más fácil de llegar a la salida.— Ves, si mantienes tu mano tocando el seto de tu derecha, nunca te equivocas y llegas a la salida sin perderte — explicó ella, lo que menos se esperaba era Alfred la acorralara contra la pared de setos poco antes de ser capaz de salir de allí.— Creo que tú y yo deberíamos besarnos…— dijo Belucci rozando su nariz con la de ella, quien se quedó paralizada por un instante.Solo un par de segundos tardó Audrey en reaccionar y darle un fuerte rodillazo en la entrepierna.— Está bien
Si había algo que Gregory Vangelis odiaba, era la atracción que esas bestias inmundas sentían hacia su sangre, pero más que eso, la inevitable atracción que los Vangelis sentían por esas bestias y él no era una excepción.Pero a diferencia de su hermana, Gregory había sabido racionalizar ese impulso incontrolable y tomarlo como lo que era. Simple y puro sexo, sexo desquiciante al que no podía resistirse, que no podía igualarse con nada más.Y ahí estaba él, descargando su furia contra el cuerpo de su amante, quien gemía una y otra vez en cada nueva embestida que recibía de Gregory.Pero él no era suave, el ruido del choque de su pelvis contra el trasero del otro hombre se dejaba oír por toda la estancia y rivalizaba con los sonidos de placer que salían de sus bocas.Gregory se inclinó contra la espalda de su amante y lo mordió con fuerza mientras se derramaba en su interior para luego dejarse caer a su lado.Aquel hombre era tan solo un sucedáneo. Un lycan que conseguía ponérsela más
Gregory maldijo cuando sus hombres empezaron a moverse, odiaba las complicaciones que el factor humano implicaba, no podía impedir que sus hombres hicieran su trabajo, ni tampoco dejarles que echaran por tierra sus planes para hacer que su hermana, de una vez por todas, dejara de soñar con unir su vida a una asquerosa bestia como lo era Wolfang.Pero no solo Gregory se encontraba odiando a los guardias, también Ravel, quien tenía que sacar a la chica de ahí y hacer que fuera hasta donde Bleid ya la estaba esperando con el sacerdote.—Piensa, piensa…— se recriminó Ravel, volteando a ver a Audrey que en esos momentos tenía sus bellos ojos grises abiertos, de lo asustada que estaba.—No te preocupes por favor… Nada impedirá que tú y Bleid se casen esta noche— Aseguró el brujo, viendo como la puerta del jardín que daba al exterior de la mansión, era dejada abierta por uno de los jardineros.—Mira…— le señaló la salida que los llevaría a la libertad de la mansión — la diosa de la fortuna p
— Se quedó distrayendo a mi hermano para que no pudiera seguirnos — fue la única respuesta de la chica mientras entrelazaba sus finos dedos entre las hebras del cabello de Bleid — Vamos, me muero por ser tu esposa.—Yo también me muero por ser tu esposo y poder llamarte mía— respondió Bleid sosteniendo a su pequeña y traviesa luna que en ese momento parecía dispuesta a meterle prisa y lo había conseguido. Por lo que tras un par de besos y rozar su nariz con la de ella de manera cariñosa, los pasos de Bleid Wolfang se dirigieron de manera rápida hasta el interior de la capilla, donde ya los esperaba un sacerdote, junto a un par de monjas y monaguillos que empezaron a cantar lo que hizo que Bleid y la joven se disculparan por la forma que ambos habían entrado.—Perdón… — se disculpó Bleid, para después voltear y sonreír de manera traviesa a su joven prometida y susurrarle algo al oído.Gregory Vangelis, no tenía tiempo que perder, por lo que, tras alejar al tal Ravel amigo de la maldit