120. Esclavo de los deseos.

Le encantaba mantenerse sumisa para él y a la vez saber que lo estaba dominando, con su boca, con los placeres que quería hacerle experimentar.

Cerró los labios sobre su glande y deslizó la boca por toda la envergadura de su miembro hasta la base, relajando la garganta para darle cabida por completo en su boca.

Las manos de Audrey se deslizaron, apretándolo más contra ella, como si así pudiera alojarlo más adentro, pero solo un instante antes de volver a deslizar su boca había arriba succionando. Apretando en el ascenso y descenso por esa dureza.

Bleid en ese momento no era más que un maldito esclavo de los deseos de su esposa, quién se encontraba postrada a sus pies; sin embargo, era ella quien tenía la batuta en ese momento, la que decidía llevarlo al placer a una interminable agonía que le daría el suplicar por cada una de sus caricias.

Gracias a dios, su bella reina, no tardó mucho en atender sus necesidades en llevar su boca hasta su punta necesita, haciéndolo ronronear cómo si d
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