La oficina de Rossi Fashion estaba en calma antes de la tormenta. Los empleados trabajaban en silencio, ajenos a los movimientos que Valeria estaba orquestando tras bambalinas. En los últimos días, había estado trabajando en su propio plan, decidido a arrebatarle el control de la empresa a Leonardo y evitar que una segunda línea de ropa a precios populares viera la luz.Valeria entró en la sala de juntas con su habitual porte altivo. A su alrededor, algunos miembros de la junta ya estaban sentados, repasando los documentos sobre la nueva propuesta de Leonardo e Isabella. Valeria, con su mirada afilada y un destello de determinación, se acercó a cada uno de ellos antes de la reunión, sabiendo exactamente cómo manipular la situación.Primero se dirigió a Carlo, un accionista con influencias en varios sectores de la moda. Valeria sabía que él tenía intereses que se verían afectados si Rossi Fashion continuaba con una línea de ropa accesible. Se acercó a él con una sonrisa dulce y una cop
Leonardo se encontraba sentado en el asiento trasero de su coche mientras el paisaje de Nueva York se deslizaba lentamente. La ciudad, siempre vibrante y llena de vida, le parecía ajena en ese momento. Tenía su mente fija en la visita que estaba a punto de hacer. Había decidido ir a ver a Fabriccio, uno de los miembros más veteranos de la junta, para intentar entender qué había sucedido en la última reunión. Fabriccio era un hombre con una trayectoria impecable y con una influencia que ningún otro miembro de la junta podía igualar. Si alguien podía darle respuestas, era él.El coche se detuvo frente a una casa elegante y clásica en el Upper East Side. El edificio, de estilo neoclásico, estaba rodeado de jardines perfectamente cuidados, con altos setos y una fuente pequeña que reflejaba la luz del atardecer. El chofer abrió la puerta para que Leonardo saliera, y este, ajustando el cuello de su abrigo, se dirigió hacia la entrada principal.La puerta se abrió antes de que pudiera tocar
Leonardo observaba la vista desde su despacho, la ciudad de Nueva York extendiéndose ante él como un tablero de ajedrez. Había pasado la noche en vela, dándole vueltas a la conversación con Fabriccio. Valeria tenía un control mayor del que imaginaba, y la deuda que su padre había dejado a Rossi Fashion era una sombra que amenazaba con destruir todo lo que había construido. Necesitaba una solución, y rápido.Sabía que la única persona que podía ayudarle en este momento era Isabella. Su instinto, su creatividad y su habilidad para adaptarse a las situaciones más difíciles la habían convertido en su mejor aliada, incluso cuando todo lo demás parecía desmoronarse. Decidido, la llamó a su despacho.Isabella llegó poco después, con su carpeta de trabajo en la mano y una expresión de determinación en el rostro. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, sabía que podía contar con ella cuando se trataba de salvar Rossi.—¿Qué ocurre, Leonardo? —preguntó, cerrando la puerta detrás de ell
La habitación del hotel donde Valeria y Luca se encontraban era un refugio de lujo y descontrol. Entre sábanas de satén y el suave resplandor de las lámparas doradas, la atmósfera estaba cargada de un calor casi palpable. Valeria, recostada entre almohadas de seda, jugueteaba con un mechón de su cabello mientras sus ojos seguían los movimientos de Luca, que se paseaba por la habitación buscando su camisa.—No te pongas tan ansioso, Luca —dijo ella con una media sonrisa, su voz deslizándose como el terciopelo.Luca se detuvo y la miró, todavía sin camisa, su pecho brillando a la luz suave del cuarto. Aunque había disfrutado de la noche, algo en él seguía inquieto. Sabía que no podía seguir así para siempre. Su traición hacia Isabella y su juego con Valeria comenzaban a pesarle más de lo que le gustaría admitir. Y, sin embargo, estaba atrapado. La atracción que sentía hacia Valeria, tanto física como por el poder que irradiaba, era difícil de resistir.—¿Ansioso? —respondió él con una l
El día había comenzado como cualquier otro en la oficina de Rossi Fashion, pero Leonardo sentía una tensión en el aire. Sabía que el éxito de la nueva colección había provocado incomodidad en la junta, pero lo que más lo inquietaba era la falta de apoyo de Valeria. Desde hacía días, ella había dejado de ser discreta sobre sus opiniones. Su actitud había pasado de ser controlada a calculadora, y eso le generaba desconfianza.La puerta de su despacho se abrió de golpe, y allí estaba Valeria, vestida impecablemente como siempre, pero con una expresión de desprecio apenas disimulada. Cerró la puerta tras de sí y, sin saludar, fue directamente al grano.—Leonardo, tenemos que hablar —dijo en un tono cortante, plantándose frente a su escritorio.Leonardo levantó la vista de unos informes que estaba revisando, ya previendo el tipo de conversación que se avecinaba.—¿Sobre qué? —respondió, fingiendo indiferencia mientras su mano jugaba con una pluma sobre la mesa.Valeria se inclinó hacia él,
La sala de juntas en Rossi Fashion estaba sumida en un silencio tenso. Los rostros de los miembros eran una mezcla de incertidumbre y determinación, sabiendo que lo que estaba a punto de suceder cambiaría el futuro de la compañía para siempre. Leonardo permanecía afuera, en el pasillo, caminando de un lado a otro. Había recibido la notificación de que no se le permitiría asistir a la reunión debido a que el tema a tratar le concernía directamente. Esa exclusión solo alimentaba su ansiedad, una sensación de impotencia que hacía mucho tiempo no sentía.Valeria entró en la sala con una sonrisa satisfecha, como si ya supiera cuál sería el resultado de la reunión. Los miembros de la junta estaban divididos, pero ella había trabajado durante meses, manipulando sutilmente a los más influenciables y atrayendo a aquellos que buscaban un cambio en la dirección de la empresa. La propuesta de destituir a Leonardo estaba sobre la mesa, y la votación no tardaría en empezar.Mientras tanto, Leonardo
Leonardo avanzaba por los pasillos de Rossi Fashion con pasos decididos, pero su mente estaba sumida en una tormenta de emociones. La traición de Valeria, la destitución de su puesto como CEO, y la inminente pérdida de la compañía que había sido el legado de su familia le pesaban en el alma. Necesitaba ver a Isabella, contarle lo que había sucedido, buscar en ella alguna chispa de esperanza que pudieran encender juntos.Llegó a la oficina de Isabella y se detuvo en seco al verla de pie junto a su escritorio, guardando sus cosas en una caja. El ambiente estaba tenso, y la expresión de Isabella hablaba de una mezcla de indignación y resignación. La conexión entre ellos, normalmente tan palpable, ahora estaba envuelta en una nube de desánimo.—¿Qué estás haciendo? —preguntó Leonardo, su voz más tensa de lo que pretendía.Isabella levantó la vista, con el ceño fruncido. Había una frialdad inusual en sus ojos.—Luca me ha despedido —dijo con una voz firme, pero con un leve temblor que trai
Luca se encontraba sentado en el amplio sillón de cuero en el despacho que hasta hace unos días había pertenecido a Leonardo. La luz suave de la mañana se filtraba a través de los ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad de Nueva York, pero Luca apenas la notaba. Sus ojos recorrían el escritorio de madera oscura, impecable y vacío, como si estuviera esperando que algo finalmente ocurriera. El espacio irradiaba poder, un poder que ahora le pertenecía.Aunque debería sentirse eufórico, lo que sentía era una mezcla de emociones: satisfacción, sí, pero también una inquietud que no podía definir del todo. Había deseado este puesto durante tanto tiempo, siempre a la sombra de Leonardo, siempre relegado a un papel secundario, pero ahora que estaba aquí, algo se sentía diferente. La victoria, tan ansiada, tenía un sabor amargo, en parte por las artimañas que había empleado para conseguirla. Traicionar a Isabella y al mismo Leonardo había sido un precio alto a pagar, pero Vale