Leonardo estaba sentado detrás de su enorme escritorio de madera, absorto en la pantalla de su computadora, revisando los detalles de un nuevo proyecto. Sus pensamientos, sin embargo, estaban lejos de concentrarse en el trabajo. Desde la gala MET, no había podido dejar de pensar en el beso con Isabella, en las emociones que lo habían consumido, y en la complicada situación en la que se encontraba. Las cosas con Valeria, su prometida —al menos en papel—, eran cada vez más tensas y difíciles de manejar.El sonido de la puerta abriéndose abruptamente lo sacó de su ensimismamiento. Valeria entró sin pedir permiso, como si fuera dueña del lugar, con su andar seguro y una mirada que dejaba claro que no estaba allí para charlar amistosamente."Leonardo, tenemos que hablar", dijo ella, su voz firme pero con una pizca de impaciencia. Se acomodó en una de las sillas frente a él, cruzando las piernas de manera ostentosa, consciente de que tenía toda su atención.Leonardo se recostó en su silla,
El sonido rítmico de las teclas llenaba la oficina mientras Luca intentaba concentrarse en su trabajo. La última semana había sido una espiral de emociones contenidas y pensamientos que no lo dejaban en paz. Desde la gala MET, algo había cambiado en él. No tanto por el evento en sí, ni siquiera por las celebraciones posteriores, sino por lo que había presenciado accidentalmente aquella noche.Luca cerró los ojos un instante, recordando el momento en que había salido al pasillo para buscar algo de café y vio, a través de la puerta entreabierta del despacho de Leonardo, a Isabella y a él besándose. La imagen le quemaba en la memoria. Su corazón se había detenido por un instante al verlos juntos, tan cercanos, con una intimidad que él mismo había anhelado. Se había quedado congelado, sin saber si irse o quedarse, pero al final había dado media vuelta, alejándose con una sensación de traición que lo devoraba.No era solo el beso, era todo lo que representaba. Isabella, la mujer que le hab
Luca salió del bar con la mente enmarañada, cada paso resonando en la acera como un eco de las palabras que Valeria le había dicho. El frío de la noche apenas lograba despejar la nube de pensamientos que lo envolvía. Se repetía una y otra vez que lo que Valeria había insinuado era una mala idea, que ir a su hotel no le traería nada bueno, pero había algo que lo empujaba en esa dirección, algo que no lograba resistir.Una mezcla de despecho y curiosidad lo carcomía por dentro. Sabía que Isabella estaba fuera de su alcance, y el beso en la gala MET con Leonardo era la prueba definitiva de que, por mucho que ella negara su relación con él, seguía habiendo algo entre ellos. Y ahora, Valeria, la prometida de Leonardo, una mujer que aparentemente estaba tan atrapada como él, le había abierto una puerta.Luca dudaba. Sabía que aceptar el ofrecimiento de Valeria significaría cruzar una línea de la que no habría retorno. Era consciente de que Valeria estaba utilizando el mismo despecho que él
La luz del amanecer se filtraba débilmente a través de las gruesas cortinas de la suite del hotel, bañando la habitación en un resplandor tenue. Luca abrió los ojos lentamente, parpadeando mientras su mente intentaba procesar dónde estaba. El peso de los eventos de la noche anterior cayó sobre él como una losa. A su lado, Valeria seguía durmiendo, envuelta en las sábanas de seda, su respiración tranquila y uniforme.Por un momento, Luca se quedó inmóvil, mirando al techo y sintiendo una mezcla de arrepentimiento y confusión. Sabía que había cruzado una línea, una que no podría deshacer. Valeria y él compartían una conexión, no por amor ni por deseo, sino por algo mucho más oscuro: la frustración y el resentimiento. Era como si ambos se hubieran encontrado en ese punto, en sus momentos más bajos, buscando venganza en lugar de consuelo.Valeria se movió a su lado, abriendo los ojos lentamente. Al darse cuenta de que Luca ya estaba despierto, lo miró con una expresión que no tenía rastro
El aire en la oficina de Rossi Fashion comenzaba a sentirse más ligero. Después de semanas de tensión acumulada, algo parecía haber cambiado. Isabella se había refugiado en su trabajo, volcando toda su energía creativa en los proyectos que tenía delante. El éxito de la gala MET había revitalizado su confianza, y aunque su relación con Leonardo seguía siendo complicada, ambos habían empezado a encontrar un nuevo equilibrio.Esa mañana, mientras Isabella revisaba los bocetos de su última colección, recibió un mensaje en su teléfono. Era de Leonardo. “Ven a mi despacho cuando tengas un momento”. Sintió un leve nerviosismo al leerlo, pero también una extraña calma. Algo en su relación había mejorado, como si el aire estuviera más despejado entre ellos.Cuando llegó al despacho de Leonardo, él la esperaba con una taza de café y una sonrisa serena. La invitó a sentarse, y sin rodeos, fue directo al grano."Isabella, he estado pensando mucho sobre la nueva temporada," dijo, apoyando los codo
Leonardo observaba el teléfono con la mandíbula tensa. La llamada que acababa de recibir había sido inesperada y había traído consigo una preocupación que no esperaba. Cerró los ojos por un instante, exhalando lentamente antes de levantarse de su silla. Isabella aún se encontraba revisando los bocetos que había traído consigo, inmersa en su trabajo, sin darse cuenta de la perturbación que la llamada había causado.—Tengo que irme un momento, Isabella —dijo Leonardo, levantándose rápidamente. Su tono era más brusco de lo habitual, lo que hizo que Isabella lo mirara con curiosidad.—¿Pasa algo? —preguntó ella, entrelazando las manos sobre su cuaderno.Leonardo negó con la cabeza, aunque su gesto era demasiado forzado para pasar desapercibido. —No es nada importante. Solo un asunto familiar. Vuelvo pronto.Salió del despacho con una rapidez que no era propia de él, cerrando la puerta con un suave clic. Isabella lo siguió con la mirada, sintiendo que algo en el aire había cambiado de mane
Leonardo caminaba de un lado a otro en su despacho, su rostro tenso y las manos enterradas en el cabello. Hacía semanas que el peso del compromiso con Valeria y la amenaza de perder Rossi Fashion le robaban el sueño. La revelación de su madre sobre la deuda que su familia tenía con Massimo Grimaldi se había convertido en una prisión invisible que lo oprimía, cerrándole todas las puertas.El día había comenzado con llamadas. Había hablado con todos los contactos que tenía en la industria: viejos amigos de su padre, inversores, bancos. Pero en cada conversación, la respuesta había sido la misma. Nadie estaba dispuesto a prestarle una cantidad tan grande de dinero en tan poco tiempo.Leonardo se desplomó en su silla, mirando la pantalla de su computadora con los ojos enrojecidos por la falta de descanso. Los números no mentían: si no conseguía una solución pronto, la empresa que su familia había levantado con tanto esfuerzo y sacrificio sería devorada por las garras de los Grimaldi.Cada
Leonardo caminaba nervioso por su despacho, con la mirada perdida en la ventana que daba al bullicioso centro de la ciudad. El peso de la conversación con Isabella seguía en su mente, revoloteando como una tormenta sin cesar. Sabía que ella tenía una solución, pero ¿qué podía ser lo suficientemente drástico para salvar Rossi Fashion y, al mismo tiempo, no comprometer el prestigio de la marca?El sonido suave de unos nudillos en la puerta interrumpió sus pensamientos.—Adelante —dijo, aunque su voz sonaba ausente.Isabella entró, su expresión resuelta pero cargada con la tensión de la situación. Traía consigo unos documentos que había estado preparando desde el día anterior, con una idea que sabía que Leonardo podría rechazar de inmediato. Pero no tenía otra opción; debía intentarlo.—Leonardo —comenzó con calma, avanzando hasta quedar frente a él—. Sé que la situación es desesperada, pero quiero que escuches mi propuesta antes de que digas nada.Él se giró hacia ella, observándola con