Capítulo 45

Sentí la cara roja de vergüenza cuando escuché a esa estúpida llamándome cerdito, por menos de eso en el orfanato le hubiera arrancado los cabellos a cualquiera. Intenté controlarme, pero su risa burlona me ofuscó el cerebro y me paré de la silla. Tomé el vaso de refresco para vaciarlo en su cara.

—No le hagas caso Amelia, debe tener agua en el cerebro porque es lo único que consume para no engordar y sus neuronas ya deben haber muerto ahogadas.

El rostro de la chica se desencajó al escuchar la respuesta de Julián, no sabía que decir y estaba tan preocupada por limpiarse que estaba toda roja como un tomate por la vergüenza.

Julián pidió la cuenta y salimos del lugar muertos de risa.

—Discúlpame por haberte hecho pasar ese mal rato — Me dijo tomándome de la barbilla y depositando un beso en mis labios.

—No

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