Quince días después
Danielle esperaba nerviosa, sentada al lado de Timothy Hardwick, la llegada de Maximilian Huddleson era inminente. Se retorció las manos hasta que se dio cuenta de lo que hacía y las puso encima de su regazo tratando de aparentar tranquilidad, algo que no tenía porque estaba segura de que serían atrapados en el engaño. Danielle se preguntó una última vez que hacía allí, luego recordó, se cansó de buscar un apartamento de bajo costo que fuera bueno para Isabela y no lo encontró, luego el casero le había dado menos de quince días para desalojar el apartamento porque tenía un cliente potencial y por último, su madre había tenido un ataque de ansiedad y había ido a parar al hospital, acumulando facturas que no sabía cómo pagaría. Se pasó dos días buscando trabajo y no encontró ninguno con la paga suficiente para los gastos que tendría que afrontar, ni con tres trabajos a la vez lo conseguiría. No le quedó más remedio que aceptar la propuesta del señor Hardwick.
Tocaron a la puerta y Danielle saltó en el sofá donde estaba sentada, se pasó una mano alisando una arruga del vestido, vestido que le habían dado los Hardwick para hacerse pasar por Berenice.
—Todo saldrá bien, Timothy sabe como tratar con él, no sabrá, hasta el final, que fue engañado. —dijo Micaela Hardwick con orgullo.
Danielle hizo una mueca de desagrado y la ocultó rápido, estás personas hablaban de engañar a otras como si fuera algo normal. Daba gracias que este acuerdo solo duraría un año, se lo había preguntado cuando decidió aceptar, ella esperaba que ese año se fuera rápido para poder ser libre nuevamente, poder graduarse en la universidad como diseñadora de interiores y poder conseguir un buen trabajo para poder ayudar a su madre.
El ama de llaves llegó presidida por un hombre alto e imponente, un hombre que tenía la cara marcada por una cicatriz que dividía su rostro saliendo de la ceja hasta llegar a la comisura del labio superior, Danielle lo miró impresionada, la cicatriz no le restaba esa belleza masculina que exudaba, era un hombre que en otra situación le hubiese encantado pasar más de una noche.
«Al menos tendré un año que podré disfrutar» pensó Danielle con sarcasmo.
Todos se pusieron de pie y se acercaron al recién llegado, Timothy Hardwick le dio unas palmadas en la espalda como si fueran los mejores amigos. Danielle se asqueó por la hipocresía, el pobre hombre no sabía lo que le caería arriba con esta gente, que a pesar de ser de la alta sociedad eran una lacra.
El señor Hardwick se separó y presentó a las dos mujeres empezando por la esposa.
—Y aquí está lo más preciado que tenemos —dijo Timothy alargando un brazo para que Danielle se acercara a él—, Maximilian, te presento a mi hija Berenice, tu futura esposa.
Danielle sonrió esperando que no se viera forzada y le tendió una mano como saludo. Sintió que una corriente recorría su brazo desde la mano que le tenía cogida, levantó los ojos y se perdió en un mar verde azul que la hipnotizó.
—Muy hermosa. —dijo Maximilian y le dio un beso en la mano que tenía entre las suyas.
—Gracias —dijo Danielle mientras retiraba la mano, la voz del hombre salió más ruda cuando la llamó hermosa que cuando estaba hablando con Timothy.
Micaela invitó a Maximilian a sentarse y los dos hombres iniciaron una conversación de negocios que Danielle no entendía y Micaela no hacía el intento por entender. Se dispuso a pensar que haría con su madre, si la dejaría en el mismo lugar o no, la palabra boda la sacó de sus pensamientos que encontraba más importantes.
—Berenice, cariño, Maximilian te está preguntando si te parece bien realizar la boda en quince días. —la amonestó Micaela, dándole un pellizco en la espalda para que atendiera a lo que se estaba hablando.
Danielle la miró y le entrecerró los ojos, diciendo con los ojos que no hiciera eso otra vez, o habría consecuencias, Micaela le dio un golpecito en la mano, pidiéndole calma.
—Supuse que tendría más tiempo, pero me parece bien lo que se decida. —respondió ella mirando entre Maximilian y Timothy con una falsa sonrisa.
—Genial, cuanto antes se proceda con la boda y salgamos de ella, entonces le podremos dar prioridad a ese negocio que tanto queremos. —dijo Timothy con entusiasmo.
Danielle miró a Maximilian, tenía una sonrisa cruel en los labios mientras la miraba.
«¿No será tan buen año cómo suponía? Me mira como si no estuviera complacido conmigo» reflexionó Danielle y cambió la mirada.
Timothy Hardwick y Maximilian Huddleson conversaron un poco mientras esperaban la cena, ella y Micaela eran meros adornos en aquel salón, no tenían nada que aportar en aquella conversación de negocios que no sabían de qué trataba.
—Sé más amable, parece que no estás de acuerdo con esto, nos harás perder un gran negocio. —dijo Micaela susurrando cuando comenzaron a caminar hacia el comedor para degustar de una cena que Danielle esperaba terminara pronto.
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Quince días después Danielle estaba firmando el acta de matrimonio, a la ceremonia civil solo habían sido invitados la madre de Maximilian Huddleson, una mujer imponente igual que el hijo, los Hardwick y los testigos, unos chicos de su edad que nunca había visto, pero Timothy había insistido en que tenía que fingir que eran sus mejores amigos, como sería una boda falsa no podía participar nadie que conociera a Berenice Hardwick. Para Danielle no se había realizado, ni se iba a realizar, una boda más fría que aquella.
Danielle no sabía cómo actuar cuando el notario dijo y ahora son marido y mujer, puede besar a la novia, ella se puso nerviosa, nervios que se amplificaron cuando Maximilian la tomó del mentón, sonrió y le dio un beso leve, exclusivamente rozando sus labios.
Después de las felicitaciones partieron para la casa de los Hardwick, tenía un almuerzo preparado para la ocasión, con algunas bebidas para degustar.
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—Espero que tú y mi hijo se hagan muy felices, y que este matrimonio perdure hasta que la muerte los separe, aunque no mentiré que me hubiese gustado una ceremonia religiosa con muchos invitados. —Decía Teresa, la madre de Maximilian.
Danielle sonrió y respondió que la mejor opción fue esta, querían estar casados cuanto antes, no sabía que más decirle, no era tan buena mintiendo.
—Quizás más adelante, estaba pensando que en un año o dos, cuando el negocio no les lleve tanto tiempo, podríamos realizar una boga bien grande, quizás con unos quinientos invitados.
Danielle se tomó un trago de vino, para disimular su sorpresa por la mentira que acababa de decir Micaela.
—Muy buenas idea, así también planificaremos una luna de miel en condiciones, por ahora el trabajo no me permite salir mucho tiempo y distanciarme de mis deberes. —Intervino Maximilian.
Danielle lo miró y se regañó mentalmente, había esperado que al menos tuvieran una luna de miel corta, ese hombre le atraía mucho. Él le devolvió la mirada y sonrió como diciendo “Sé lo que está pensando y lo apruebo”, Danielle se sonrojó y desvió la vista.
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Era media noche cuando Maximilian y Danielle llegaron al apartamento de este, después de dejar a Teresa en su casa habían recorrido en auto los diez minutos más largos que Danielle había experimentado, no había sido un silencio cómodo, ella estaba nerviosa y Maximilian no la ayudaba con su nerviosismo, tal parecía que disfrutaba de él.
Él estación el auto en el garaje del edificio y subieron por un elevador privado hasta el piso donde vivía el CEO.
—Bonito lugar. —dijo Danielle cuando entraron al apartamento, como cualquier diseñadora de interiores, en lo primero que se fijó fue en la decoración.
—No me quejo. —cometo Maximilian y señalando el apartamento le dijo—: bienvenida a tu nuevo hogar, Berenice.
Danielle se mordió los labios, casi le rectifica el nombre, casi olvida que por un año se llamará Berenice Hardwick.
—Gracias. —respondió para rectificar su casi error.
—Ahora serás mía, aquí dentro nadie podrá intervenir.
Danielle tembló, preguntándose por qué esas palabras le parecieron una amenaza.
—¿Intervenir? —preguntó para salir de dudas.
—Sí, en nuestro matrimonio, aquí serás mi mujer, tus padres no podrán decirte que hacer, solo eso. —respondió él con una sonrisa, sin embargo, a Danielle no se le quitaba ese presentimiento de que quería decir algo más—. Ahora vamos a la cama.
Danielle se quedó congelada en el lugar, a pesar de encontrarlo atractivo, no había pensado en la noche que les aguardaba.
—No temas, estoy muy cansado, esta noche, solamente dormiremos. —Indicó Maximilian sin mirar atrás, sin escucharla caminar, pero sabiendo que lo seguiría.
Danielle suspiró aliviada y lo siguió a la habitación que compartirían a partir de ahora.
Danielle estaba en un nervio vivo, Maximilian aún no le había pedido que cumpliera sus funciones como esposa, se iba temprano en la mañana y regresaba tarde en la noche, ella esperaba que en cualquier momento cuando llegara a casa le pidiera tener intimidad, con cada día que pasaba el rostro de Maximilian se volvía más cruel, ella no sabía explicar como lo percibía, pero no era el mismo hombre que conoció un mes atrás. ¿Qué pasaba? Le daba miedo averiguarlo.Danielle se puso las gafas oscuras y una gorra antes de salir de la clínica donde estaba su madre, la visitaba a escondidas mientras su falso esposo se iba a trabajar, en cualquier momento se iban de la ciudad y quería pasar el mayor tiempo posible con su madre. Tomó un taxi y antes de llegar al apartamento se quitó los accesorios que podían hacerla pasar desapercibida y los echó en el bolso.<
Danielle entró al apartamento y se dirigía a la habitación para cambiarse de ropa cuando Maximilian salió de la oficina que mantenía allí.—¿Dónde estabas? —preguntó enojado, caminando hacia ella.—Ya te lo dije, estaba en el parque, en el mismo que tu chófer fue a buscarme. —contestó ella y continuó su camino.Maximilian la tomó por el brazo con una mano y la detuvo, la miró de arriba hacia abajo, como si buscara en alguna parte de su cuerpo algo que delatara la mentira que acababa de decir.—¿Estabas llorando? —interrogó cuando la miró directo a los ojos.Danielle soltó su brazo del agarre que Maximilian le tenía con un gesto brusco y negó haber llorado, afirmando que solo se veía sonrojada y los ojos rojos por el esfuerzo físico que había hecho con la
Danielle vio todo rojo al escucharlo, ¿cómo se atrevía a decir aquello, cómo si su opinión o ella no importan? Lo apuntó con el dedo índice y le hizo saber que ella no estaba de acuerdo, un matrimonio no podría llevarse así, la convivencia no sería buena.—No es decisión tuya, tendrás que hacer lo que yo te diga. —respondió Maximiliano con mucha calma.—No haré nada parecido. —protestó Danielle. Danielle se había quitado los zapatos, guindaban de las correas en los dedos de una mano mientras caminaba por todo el litoral de la playa, sintiendo la arena entre sus dedos. Se agachó y tomó una caracola que estaba semillas enterradas en la arena, la miró de cerca y le gustó el diseño que tenía, al contemplarla mejor, decidió buscar una cada vez que diera un paseo por la playa y guardarla hasta el día que terminara su contrato. Miró hacia atrás, había caminado mucho y la casa se veía un poco pequeña. Aprovechó que no se veía nadie alrededor y sacó el teléfono, quería buscar información de Maximilian Huddleson. Puso en el buscador el nombre y esperó, ¿qué encontraría en su búsqueda? Esperaba que fuera información útil. Danielle frunció el ceño al ver el resultado, aparte de unas pocCapítulo 9
Danielle entró a la casa y buscó a Maximilian por varias habitaciones de la casa, quería pedirle ir de compras, quería compras un sombrero de playa y protector solar, lo que vio al caminar por la arena le encantó, y sabía que pasaría mucho tiempo en la terraza observando el mar o haciendo senderismo por esa playa paradisíaca. Maximilian no se encontraba en ninguna de las habitaciones comunes, y Danielle fue hasta la habitación, si iban en ese momento podría dar otra caminata al atardecer, pero se quedó en el pasillo con la mano lista para tocar a la puerta, preguntándose si estaría interrumpido, ¿y si estaba en el baño? ¿O descansando en la cama? ¿Y si estaba sin ropa? Danielle se regañó interiormente por ese último pensamiento, ¿qué hacía pensando en ese hombre desnudo?—Aunque se debe de ver bien. —dijo
Maximilian no hizo caso de la pregunta que le hicieron y caminó hacia delante, alcanzando a medio camino a la morena que seguía sonriendo, sin tomarse el tiempo de presentar a su esposa, que se quedó mirando como tomaba entre sus manos las manos de la otra chica y la besaba en la mejilla efusivamente. Danielle miró con ojos entrecerrados como Maximilian y la recién llegada iniciaron una conversación alegre dejándola fuera. En un momento dado se sintió incómoda al ser excluida, y comenzó a morderse una uña mientras apoyaba todo el peso en un pie y luego en el otro. Pero no pudo aguantarse más cuando la mujer puso una mano en el hombro de Maximilian y soltó una risita coqueta, estaban rememorando un encuentro pasado y Danielle se irritó. Caminó varios pasos y poniéndose al lado de su esposo, enredó un brazo con uno de él, y apoyando la cabeza en el hombro, pidió ser presentada. —¿Quién es tu amiga, mi amor? A la chica se le borró la sonrisa al ver como Danielle se apoy
Danielle tomó de la mesita que tenía al lado de la tumbona, una copa de mojito¹ que se había preparado antes de ir a la terraza, se la llevó a los labios y mientras se tomaba un trago de la bebida, pensó que decir que no la comprometiera. Maximilian la miraba con el ceño fruncido, suponiendo que hablaba del amante de turno, apretó los puños al lado del cuerpo, enojándose a cada segundo que pasaba sin escuchar una respuesta. Danielle suspiró aliviada cuando supo que decir, solo esperaba que creyera en lo que diría, parte sería cierta. —Hablaba de mi papá, me pedía que fuera a visitarlos el próximo fin de semana, se molestó un poco cuando le respondí que no sería posible, tienes mucho trabajo. Maximilian la miró con escepticismo, pero como no tenía forma de probar que mentía, sonrió, ya descubriría de alguna forma su engaño. —Puedes ir, no me importa que visites a tus padres de vez en cuando. —dijo, alzando los hombros en señal de desinterés.
Danielle se quedó con los ojos clavados en él, esperando la respuesta conteniendo la respiración, sabía que, si Maximilian la acompañaba, no podría visitar a Isabela, y ya se había hecho mucha ilusión de poder estar, aunque sea, cinco minutos con su madre. —No estoy arrepentido de nada, no soy una persona que cambia de parecer a cada minuto, solo que hubo un pequeño cambio de planes. —puntualizó Maximilian arrugando el entrecejo. Danielle pestañeo varias veces, sentía como los ojos se le llenaban de lágrimas al ver su deseo frustrado. Como pudo disimuló y forzando una sonrisa, le preguntó si la acompañaría el fin de semana con sus padres. —Creí que querrías pasar estos pocos días, que no estaré, aquí, solo, ¿ya estás que no puedes vivir sin mí? —bromeó después de que él respondiera afirmativamente, quería seguir desviando la atención de que no le gustaba la nueva disposición. Maximilian puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza en una negativa. —No tengo que darte explicaciones